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El impacto de las elecciones de EE. UU. sobre la paz en Medio Oriente

NEW HAVEN – Después de su roce con la muerte, Donald Trump eligió a un compañero de fórmula que se toma a las ideas en serio: no caben dudas de que J.D. Vance ha adoptado una multitud de posturas diferentes a lo largo de su corta carrera (llegó incluso a atacar a Trump antes de convertirse en su perro de ataque). Naturalmente, los demócratas aprovecharán al máximo esas contradicciones, a las que los republicanos, predeciblemente, responderán con ataques partidistas contra la vicepresidenta Kamala Harris, señalando que fue incapaz de guiar a un balbuceante Joe Biden por la senda correcta.

Pero ambas partes enfrentarán momentos decisivos cuando se vean obligadas a aclarar sus posiciones sobre los desafíos más importantes para EE. UU. en términos de política exterior, algo que resultará evidente cuando el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dé un discurso en la sesión conjunta del Congreso del 24 de julio. Aunque Vance y Trump no coinciden en otros temas, ambos respaldan con firmeza la postura agresiva de Netanyahu, especialmente su insistencia en que Israel debe continuar la guerra contra Hamás hasta eliminarlo.

A Biden y Harris se les hará cuesta arriba responder al discurso de Netanyahu sin generar un costo político para su partido en las urnas. Aunque Trump atraerá a cierta parte de la comunidad judía que suele votar a los demócratas, las encuestas de Gallup señalan que millones de estadounidenses —especialmente, musulmanes, pero también muchos judíos— se oponen a la postura dura de Netanyahu. Sin embargo, muchos miembros de ese grupo están consternados por la incapacidad del gobierno de Biden para negociar un cese del fuego en Gaza y, aunque no votarán a Trump, es posible que se abstengan de ir a las urnas, algo que podría resultar decisivo en los estados pendulares clave.

Pero el nuevo presidente iraní, Masoud Pezeshkian, también podría encolumnar a esos votantes alienados tras las banderas demócratas y generar una diferencia crucial. Pezeshkian, que fue elegido tras la muerte de Ebrahim Raisí en un accidente de helicóptero en mayo, es muy diferente de su predecesor ultrarreligioso. En vez de buscar la inspiración divina, estudió medicina —de manera tan destacada que terminó ocupando la presidencia de la Universidad de ciencias médicas de Tabriz durante cinco años—; entre 2001 y 2005 se desempeñó como ministro de salud del gobierno nacional, para luego dedicarse a la política electoral y servir como vicepresidente primero del Parlamento entre 2016 y 2020.

Pocos líderes han combinado carreras tan distinguidas en la academia, el servicio público y la política electoral. Antes de que pudiera presentarse como candidato, sin embargo, tuvo que ser refrendado por el Consejo Guardián (dominado por la elite religiosa iraní y en cuyas manos descansa la autoridad constitucional exclusiva para aprobar a los candidatos).

Durante los últimos 40 años, el Consejo ejerció esa prerrogativa de maneras muy diferentes, y a menudo permitió que se postularan candidatos laicos; pero en 2020 el líder supremo iraní, ayatola Alí Jamenei, usó su autoridad sobre los guardianes para asegurarse de que Raisí y otros cinco extremistas religiosos monopolizaran las candidaturas, privando a los votantes de toda alternativa.

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Esto no sorprendió en absoluto, Jamenei tenía 81 años de edad en 2020 y quería asegurarse de que el siguiente presidente ejerciera presión para garantizar que el próximo líder supremo continuara aplicando principios ultraortodoxos. El trágico accidente de Raisí, además, llevó a que Jamenei —ya de 85 años y cerca del final de su vida— recordara al país en un discurso la importancia primordial de elegir a un sucesor ultrarreligioso que siguiera sus pasos. Con ese telón de fondo, Pezeshkian no parecía tener la mínima posibilidad de convertirse en candidato.

Pero las cosas habían cambiado en tres años desde que las decisiones excluyentes del Consejo Guardián ayudaron al extremista Raisí a ganar la presidencia: el punto de inflexión llegó en 2022, cuando una joven, Mahsa Amini, murió mientras estaba detenida por la policía por no usar velo en público. El gobierno respondió a las protestas masivas en todo el país asesinando a cientos de manifestantes. Aunque las protestas se fueron apagando durante 2024, la súbita muerte de Raisí llevó a que los insurgentes amenazaran a los guardianes con poner al país al borde de la guerra civil si los extremistas religiosos monopolizaban nuevamente las candidaturas. Frente a esa perspectiva nefasta, los guardianes cedieron y permitieron que Pezeshkian compitiera contra cinco de los principales seguidores de Jamenei.

Los iraníes respondieron a esa oportunidad otorgando a Pezeshkian, de 69 años de edad, una victoria decisiva —con una ventaja de tres millones de votos— sobre su opositor religioso más formidable. Desde ese triunfo, Pezeshkian se ha cuidado de interpretar su mandato electoral de manera sofisticada: dejó en claro que no tiene ninguna intención de alentar a que una persona laica como él asuma como líder supremo tras la muerte de Jamenei. En lugar de ello, simplemente enfatizó que la Constitución reconoce que todos los iraníes tienen «la exaltada dignidad» de determinar el significado de sus propias vidas, lo que implica que apoyará a cualquier líder supremo que, a diferencia de Raisí, se comprometa a respetar esa disposición.

Aún más importante en la situación actual es que publicó además un «Mensaje al nuevo mundo» en inglés en el Tehran Times, donde declaró que «los esfuerzos sinceros para aliviar tensiones contarán con su beneplácito, y que responderá de buena fe a la buena fe de los demás». Eso sugiere su voluntad de reducir la amenaza de una guerra nuclear permitiendo que ingresen inspectores internacionales a las instalaciones nucleares iraníes a cambio de que EE. UU. reabra sus mercados a los productores y consumidores iraníes.

Esa es precisamente la oferta que necesita el gobierno de Biden para enmarcar una respuesta creíble al discurso de Netanyahu en el Congreso. A diferencia de las ovaciones que Trump y Vance harán oír a los estadounidenses, el secretario de Estado Antony Blinken podrá anunciar un nuevo enfoque de paz en Medio Oriente.

Sin duda, Biden y Harris no debieran expresar demasiada confianza en que las negociaciones preliminares con Pezeshkian llevarán en última instancia a un acuerdo que reduzca de manera radical el creciente riesgo de una guerra nuclear entre Israel e Irán; eso solo será posible si el equipo de Harris gana las elecciones en noviembre y Pezeshkian consigue superar la resistencia de sus opositores ultrarreligiosos.

De todas maneras, ¿no tiene sentido que los estadounidenses le ofrezcan al gobierno la posibilidad de lograr ese importantísimo avance, en lugar de permitir que Trump y Vance desaprovechen la oportunidad? Harris debiera presentar esa pregunta a los votantes, pero solo podrá hacerlo si Blinken tiende inmediatamente la mano hacia Irán y anuncia junto con Pezeshkian que ambos países buscarán una nueva alternativa para la paz en Medio Oriente.

Traducción al español por Ant-Translation.

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