OXFORD – La semana pasada se celebró la Asamblea Mundial de la Salud, entre numerosas propuestas (incluida una muy reciente del Panel Independiente de Preparación y Respuesta a la Pandemia de Naciones Unidas) sobre instituir reglas mundiales más estrictas y exigibles para la respuesta a futuros brotes de enfermedades infecciosas. Hay propuestas de lo más variado: un nuevo tratado global, instituciones internacionales independientes y más sólidas, un mecanismo internacional de financiación para el combate a las pandemias. Pero una estrategia descentralizada puede dar mejores resultados.
Un estudio publicado por la Organización Mundial de la Salud hace unas semanas recalca cuatro modos de fortalecer la gobernanza sanitaria mundial. Los autores piden una estrategia centralizada para reforzar la preparación de los países frente a emergencias sanitarias; un sistema mundial de notificación que garantice una rigurosa vigilancia del cumplimiento; crear recursos de nivel mundial (por ejemplo una infraestructura para la determinación de secuencias de ADN); y aumentar la coordinación entre instituciones internacionales, como la OMS, la Organización Mundial de Sanidad Animal, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Son objetivos valiosos. ¿Pero es una estrategia centralizada el mejor modo de alcanzarlos? Para hallar una respuesta, los expertos en sanidad mundial deben prestar más atención a ejemplos de iniciativas de base que han tenido éxito contra diversas enfermedades.
Tomemos por caso el combate a la oncocercosis (ceguera de los ríos). En los años setenta fue un esfuerzo liderado por el presidente del Banco Mundial Robert McNamara, el director ejecutivo de Merck Roy Vagelos y el director general de la OMS Halfdan Mahler. Pero más tarde resultó más eficaz una estrategia descentralizada, en la que casi medio millón de agentes de salud comunitarios se adueñaron del problema. En un estudio de 1994‑95 sobre varios países se encontró que cuando las comunidades habían sido responsables de organizar por sí mismas la distribución de ivermectina (el medicamento contra la oncocercosis) se había logrado una mejor cobertura que a través del sistema sanitario. Y hay otro informe del Centro Carter que resalta la importancia del parentesco y de las redes locales en la respuesta a la oncocercosis.
En las más grandes barriadas pobres de Mumbai (por ejemplo, Dharavi) opera hace mucho un proyecto de lucha contra la lepra, en el que voluntarios de las comunidades entrenados por personal paramédico hacen visitas casa por casa para detectar nuevos casos. Durante la pandemia fue uno de los canales más eficaces para la entrega de equipos de protección individual (EPI), asistencia médica, alimentos y (ahora) vacunas contra la COVID‑19 a los residentes más pobres en áreas donde el gobierno federal y el del estado de Maharashtra no tienen presencia en la práctica.
Pero no es sólo en los países en desarrollo donde las iniciativas de base pueden tener un importante papel en la respuesta a la pandemia. El gobierno del Reino Unido hizo grandes inversiones en un servicio nacional centralizado de detección y seguimiento de casos; pero tras comprobar que algunos esquemas locales (incluso con menos financiación) funcionaban mejor, decidió reconsiderar su estrategia.
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
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Otro motivo para adoptar estrategias descentralizadas, además de la mayor eficacia, es político: muchos países (escaldados tal vez por los cierres de exportación a principios de la pandemia, la feroz competencia internacional por los EPI y el nacionalismo vacunatorio) hoy están más preocupados por la resiliencia nacional que por los compromisos globales. De modo que una estrategia que ponga el acento en dicha resiliencia puede tener una mejor recepción en comunidades de todo el mundo. Una de las falencias de las regulaciones sanitarias internacionales durante la pandemia de COVID‑19 fue la falta de preparación, provisión y coordinación de recursos adecuados en el nivel nacional; una estrategia descentralizada puede ser la solución.
Además, es probable que una respuesta eficaz a esta pandemia y a las futuras exija invertir en mecanismos de vigilancia sanitaria en el nivel comunitario, algo para lo cual es esencial una correcta provisión de incentivos financieros. Los pequeños agricultores de África y Asia serán los primeros en enterarse si sus gallinas o patos dan signos de estar enfermos (tal vez por causa de un virus de gripe aviar que pueda saltar a los seres humanos e iniciar una pandemia). Pero no es seguro que den aviso, si hacerlo les supone el riesgo de tener que sacrificar todos sus animales sin recibir una compensación adecuada.
Del mismo modo (como explica Stefan Dercon, de la Universidad de Oxford), invertir en mejorar el alcance y la calidad de la provisión comunitaria de atención médica y en la protección del personal sanitario es esencial para garantizar la continuidad de servicios médicos básicos (vacunación, provisión de antirretrovirales, suplementación alimentaria, salud maternoinfantil, distribución de redecillas cubrecama, tratamiento de la malaria, etc.). Los agentes de salud comunitarios también son esenciales para la protección de los residentes más vulnerables en áreas densamente pobladas y para el rastreo y control de enfermedades.
Pero este trabajo descentralizado necesitará apoyo estatal (incluida la financiación de iniciativas locales); y para garantizar la continuidad de ese apoyo, tal vez haya que darle un marco legal (sirve de ejemplo la financiación para Fiocruz, una institución brasileña dedicada a la investigación en salud pública, a principios del siglo XX). Dicho marco puede proteger a las organizaciones contra intentos de reducir partidas presupuestarias o derivar su financiación a otros programas.
La historia de la cooperación internacional en temas de medioambiente y salud muestra una combinación de mecanismos centralizados y descentralizados. El Protocolo de Montreal (1987) para la protección de la capa de ozono es un ejemplo de lo primero, pero el Acuerdo de París (2015) sobre el clima fue resultado de un proceso mucho más prolongado, en el que participaron comunidades, ciudades y países de todo el mundo. Investigaciones académicas de numerosos científicos pertenecientes a cientos de universidades e institutos, sumadas a tempranas iniciativas de alcaldes y comunidades individuales, reforzaron la conciencia de las bases y los compromisos de familias, escuelas, medios locales, municipalidades y administradores regionales.
Pero ni la mejor iniciativa de base para el control de enfermedades funcionará si la comunidad internacional no provee acceso a EPI, secuencias de ADN o vacunas. Aun así, las autoridades no deben descuidar la atención de la salud en el nivel local. Para mejorar la preparación frente a futuras pandemias, los modelos y acuerdos centralizados deben configurar respuestas que tengan una base firme en las comunidades locales y que valoren sus compromisos, riesgos y preocupaciones.
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Less than two months into his second presidency, Donald Trump has imposed sweeping tariffs on America’s three largest trading partners, with much more to come. This strategy not only lacks any credible theoretical foundations; it is putting the US on a path toward irrevocable economic and geopolitical decline.
Today's profound global uncertainty is not some accident of history or consequence of values-free technologies. Rather, it reflects the will of rival great powers that continue to ignore the seminal economic and social changes underway in other parts of the world.
explains how Malaysia and other middle powers are navigating increasingly uncertain geopolitical terrain.
OXFORD – La semana pasada se celebró la Asamblea Mundial de la Salud, entre numerosas propuestas (incluida una muy reciente del Panel Independiente de Preparación y Respuesta a la Pandemia de Naciones Unidas) sobre instituir reglas mundiales más estrictas y exigibles para la respuesta a futuros brotes de enfermedades infecciosas. Hay propuestas de lo más variado: un nuevo tratado global, instituciones internacionales independientes y más sólidas, un mecanismo internacional de financiación para el combate a las pandemias. Pero una estrategia descentralizada puede dar mejores resultados.
Un estudio publicado por la Organización Mundial de la Salud hace unas semanas recalca cuatro modos de fortalecer la gobernanza sanitaria mundial. Los autores piden una estrategia centralizada para reforzar la preparación de los países frente a emergencias sanitarias; un sistema mundial de notificación que garantice una rigurosa vigilancia del cumplimiento; crear recursos de nivel mundial (por ejemplo una infraestructura para la determinación de secuencias de ADN); y aumentar la coordinación entre instituciones internacionales, como la OMS, la Organización Mundial de Sanidad Animal, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Son objetivos valiosos. ¿Pero es una estrategia centralizada el mejor modo de alcanzarlos? Para hallar una respuesta, los expertos en sanidad mundial deben prestar más atención a ejemplos de iniciativas de base que han tenido éxito contra diversas enfermedades.
Tomemos por caso el combate a la oncocercosis (ceguera de los ríos). En los años setenta fue un esfuerzo liderado por el presidente del Banco Mundial Robert McNamara, el director ejecutivo de Merck Roy Vagelos y el director general de la OMS Halfdan Mahler. Pero más tarde resultó más eficaz una estrategia descentralizada, en la que casi medio millón de agentes de salud comunitarios se adueñaron del problema. En un estudio de 1994‑95 sobre varios países se encontró que cuando las comunidades habían sido responsables de organizar por sí mismas la distribución de ivermectina (el medicamento contra la oncocercosis) se había logrado una mejor cobertura que a través del sistema sanitario. Y hay otro informe del Centro Carter que resalta la importancia del parentesco y de las redes locales en la respuesta a la oncocercosis.
En las más grandes barriadas pobres de Mumbai (por ejemplo, Dharavi) opera hace mucho un proyecto de lucha contra la lepra, en el que voluntarios de las comunidades entrenados por personal paramédico hacen visitas casa por casa para detectar nuevos casos. Durante la pandemia fue uno de los canales más eficaces para la entrega de equipos de protección individual (EPI), asistencia médica, alimentos y (ahora) vacunas contra la COVID‑19 a los residentes más pobres en áreas donde el gobierno federal y el del estado de Maharashtra no tienen presencia en la práctica.
Pero no es sólo en los países en desarrollo donde las iniciativas de base pueden tener un importante papel en la respuesta a la pandemia. El gobierno del Reino Unido hizo grandes inversiones en un servicio nacional centralizado de detección y seguimiento de casos; pero tras comprobar que algunos esquemas locales (incluso con menos financiación) funcionaban mejor, decidió reconsiderar su estrategia.
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Además, es probable que una respuesta eficaz a esta pandemia y a las futuras exija invertir en mecanismos de vigilancia sanitaria en el nivel comunitario, algo para lo cual es esencial una correcta provisión de incentivos financieros. Los pequeños agricultores de África y Asia serán los primeros en enterarse si sus gallinas o patos dan signos de estar enfermos (tal vez por causa de un virus de gripe aviar que pueda saltar a los seres humanos e iniciar una pandemia). Pero no es seguro que den aviso, si hacerlo les supone el riesgo de tener que sacrificar todos sus animales sin recibir una compensación adecuada.
Del mismo modo (como explica Stefan Dercon, de la Universidad de Oxford), invertir en mejorar el alcance y la calidad de la provisión comunitaria de atención médica y en la protección del personal sanitario es esencial para garantizar la continuidad de servicios médicos básicos (vacunación, provisión de antirretrovirales, suplementación alimentaria, salud maternoinfantil, distribución de redecillas cubrecama, tratamiento de la malaria, etc.). Los agentes de salud comunitarios también son esenciales para la protección de los residentes más vulnerables en áreas densamente pobladas y para el rastreo y control de enfermedades.
Pero este trabajo descentralizado necesitará apoyo estatal (incluida la financiación de iniciativas locales); y para garantizar la continuidad de ese apoyo, tal vez haya que darle un marco legal (sirve de ejemplo la financiación para Fiocruz, una institución brasileña dedicada a la investigación en salud pública, a principios del siglo XX). Dicho marco puede proteger a las organizaciones contra intentos de reducir partidas presupuestarias o derivar su financiación a otros programas.
La historia de la cooperación internacional en temas de medioambiente y salud muestra una combinación de mecanismos centralizados y descentralizados. El Protocolo de Montreal (1987) para la protección de la capa de ozono es un ejemplo de lo primero, pero el Acuerdo de París (2015) sobre el clima fue resultado de un proceso mucho más prolongado, en el que participaron comunidades, ciudades y países de todo el mundo. Investigaciones académicas de numerosos científicos pertenecientes a cientos de universidades e institutos, sumadas a tempranas iniciativas de alcaldes y comunidades individuales, reforzaron la conciencia de las bases y los compromisos de familias, escuelas, medios locales, municipalidades y administradores regionales.
Pero ni la mejor iniciativa de base para el control de enfermedades funcionará si la comunidad internacional no provee acceso a EPI, secuencias de ADN o vacunas. Aun así, las autoridades no deben descuidar la atención de la salud en el nivel local. Para mejorar la preparación frente a futuras pandemias, los modelos y acuerdos centralizados deben configurar respuestas que tengan una base firme en las comunidades locales y que valoren sus compromisos, riesgos y preocupaciones.
Traducción: Esteban Flamini