MÚNICH – Se ha convertido en un tópico de los debates de política exterior de hoy en día que el mundo se encuentra en los albores de una era multipolar. Es discutible que ese orden internacional llegue a surgir plenamente. Pero el proceso de “multipolarización” ya está en marcha, en tanto cada vez más estados adquieren la capacidad de influir en los acontecimientos mundiales.
Ahora bien, un aspecto más preocupante de la multipolarización es que estos cambios de poder en curso han estado acompañados de una polarización cada vez mayor al interior de los países y entre ellos. Las visiones incompatibles de los gobiernos sobre el nuevo orden mundial dificultan el compromiso y la búsqueda de soluciones para los desafíos comunes.
Estas divisiones son evidentes en la bifurcación cada vez más profunda entre las democracias y las autocracias, especialmente en ámbitos políticos como los derechos humanos, la infraestructura global y la cooperación para el desarrollo. La polarización también es visible en los nuevos agentes de poder que persiguen sus propias visiones para sus respectivas regiones. El Kremlin, por ejemplo, trabaja claramente por un orden en Eurasia liderado por Rusia, mientras que China, apoyada en su Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta, trata de establecer su hegemonía en el este de Asia. Las normas, principios y estructuras de cooperación mundiales están siendo suplantados por múltiples órdenes que compiten y entran en conflicto entre sí.
La polarización también se ha intensificado dentro de los países. En Estados Unidos, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca personifica el nuevo poder de la política divisiva y está destinado a reforzar las fuerzas antiliberales en Europa y otros países donde se ha impuesto la mentalidad de “nosotros contra ellos”.
El giro hacia la multipolaridad puede haber contribuido a estimular esta polarización interna. En muchas democracias occidentales, el desplazamiento del poder hacia los países emergentes ha suscitado preocupación por su propio declive relativo. La idea es que el orden internacional liberal ha beneficiado injustamente no solo a las élites nacionales, sino también a las potencias emergentes extranjeras -sobre todo a China.
Al mismo tiempo, al sumir a los gobiernos en la parálisis y dejarles muy poco margen de maniobra, la polarización interna ata de pies y manos a los líderes democráticos, impidiéndoles mejorar las relaciones exteriores y reforzar la cooperación mundial. Los líderes populistas iliberales, por su parte, tienen pocos incentivos para ayudar a crear consenso entre los países, dado que un entorno internacional dividido encaja con su narrativa de “todos contra todos”.
It is not too late to watch our AI Action Summit event.
Click the link to watch world leaders, tech experts, and other distinguished speakers – including Justin Trudeau, Petr Pavel, Daron Acemoglu, Reid Hoffman, Marianna Mazzucato, James Manyiga, Audrey Tang, Sylvain Duranton, Celina Lee, Patrick Pouyanné, and others – discuss some of the most important questions raised by the rise of artificial intelligence.
Watch Now
En este contexto de intensificación de la polarización política tanto a nivel nacional como internacional, las esperanzas y aspiraciones que muchos -especialmente en el Sur Global- tienen de un mundo más multipolar no se verán cumplidas. El mundo multipolar que está surgiendo hoy probablemente se verá desgarrado por conflictos en ausencia de normas e instituciones compartidas.
En lugar de permitir a los países poderosos controlarse mutuamente e inaugurar una nueva era de relativa paz y estabilidad, la multipolaridad corre el riesgo de alimentar la inestabilidad. Parece destinada a desencadenar nuevas carreras armamentísticas y guerras comerciales y a prolongar los conflictos intraestatales existentes, e incluso podría sembrar las semillas de una guerra entre grandes potencias.
Asimismo, en lugar de fomentar una gobernanza mundial más integradora, la multipolaridad puede socavar la cooperación: un mayor número de países ejerce ahora suficiente influencia como para alterar la toma de decisiones colectiva, mientras que el liderazgo positivo escasea. Y aunque algunos esperan que este cambio fortalezca el derecho internacional al reducir la capacidad de los países occidentales para aplicar sus principios de forma selectiva, es posible que más gobiernos acaben reclamando derechos especiales para beneficio propio.
El mundo necesita con urgencia “despolarizar” la política. Pero no está nada claro cómo conseguirlo -ni quién estaría dispuesto a hacer el esfuerzo de lograrlo-. Algunos creen que las divisiones asociadas a una mayor multipolaridad podrían superarse si las estructuras de gobernanza mundial acogieran los nuevos centros de poder. Pero otros temen que esto no sea suficiente para lograr el consenso necesario para reforzar las normas comunes -mucho menos reformarlas o crear otras nuevas.
Pocos de los gobiernos líderes de hoy han mostrado un interés genuino en diseñar un acuerdo entre grandes potencias que beneficie a la comunidad internacional en general. En su lugar, muchos parecen decididos a explotar la creciente polarización de la política mundial para alcanzar sus objetivos internos y geopolíticos. La multipolaridad y la polarización de la política nacional e internacional están, así, profundamente entrelazadas. Un futuro mejor depende de que un mundo con más polos pueda encontrar formas de mitigar las divisiones peligrosas. Lo que está claro es que esos esfuerzos deben empezar por casa.
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Daniel Gros
hopes that a Chinese startup's apparent AI breakthrough will provide a much-needed boost to European competitiveness, advises the EU on how to deal with Donald Trump, urges Europe to improve conditions for bottom-up innovation, and more.
Despite Donald Trump's promise to boost fossil-fuel production, the economic and technological forces driving the clean-energy revolution cannot be stopped. The global transition will power forward, even if America has abandoned climate leadership, and even if the road ahead includes a few more bumps.
assuages fears that the global energy transition will be thrown into reverse by the new US administration.
Perhaps US efforts to cut off China’s access to advanced semiconductors will be more successful than analogous restrictions on tech exports to France in the 1960s. But we now have at least one data point – DeepSeek – that suggests otherwise.
questions the effectiveness of efforts to limit China’s access to advanced semiconductors.
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MÚNICH – Se ha convertido en un tópico de los debates de política exterior de hoy en día que el mundo se encuentra en los albores de una era multipolar. Es discutible que ese orden internacional llegue a surgir plenamente. Pero el proceso de “multipolarización” ya está en marcha, en tanto cada vez más estados adquieren la capacidad de influir en los acontecimientos mundiales.
Ahora bien, un aspecto más preocupante de la multipolarización es que estos cambios de poder en curso han estado acompañados de una polarización cada vez mayor al interior de los países y entre ellos. Las visiones incompatibles de los gobiernos sobre el nuevo orden mundial dificultan el compromiso y la búsqueda de soluciones para los desafíos comunes.
Estas divisiones son evidentes en la bifurcación cada vez más profunda entre las democracias y las autocracias, especialmente en ámbitos políticos como los derechos humanos, la infraestructura global y la cooperación para el desarrollo. La polarización también es visible en los nuevos agentes de poder que persiguen sus propias visiones para sus respectivas regiones. El Kremlin, por ejemplo, trabaja claramente por un orden en Eurasia liderado por Rusia, mientras que China, apoyada en su Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta, trata de establecer su hegemonía en el este de Asia. Las normas, principios y estructuras de cooperación mundiales están siendo suplantados por múltiples órdenes que compiten y entran en conflicto entre sí.
La polarización también se ha intensificado dentro de los países. En Estados Unidos, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca personifica el nuevo poder de la política divisiva y está destinado a reforzar las fuerzas antiliberales en Europa y otros países donde se ha impuesto la mentalidad de “nosotros contra ellos”.
El giro hacia la multipolaridad puede haber contribuido a estimular esta polarización interna. En muchas democracias occidentales, el desplazamiento del poder hacia los países emergentes ha suscitado preocupación por su propio declive relativo. La idea es que el orden internacional liberal ha beneficiado injustamente no solo a las élites nacionales, sino también a las potencias emergentes extranjeras -sobre todo a China.
Al mismo tiempo, al sumir a los gobiernos en la parálisis y dejarles muy poco margen de maniobra, la polarización interna ata de pies y manos a los líderes democráticos, impidiéndoles mejorar las relaciones exteriores y reforzar la cooperación mundial. Los líderes populistas iliberales, por su parte, tienen pocos incentivos para ayudar a crear consenso entre los países, dado que un entorno internacional dividido encaja con su narrativa de “todos contra todos”.
PS Events: AI Action Summit 2025
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En este contexto de intensificación de la polarización política tanto a nivel nacional como internacional, las esperanzas y aspiraciones que muchos -especialmente en el Sur Global- tienen de un mundo más multipolar no se verán cumplidas. El mundo multipolar que está surgiendo hoy probablemente se verá desgarrado por conflictos en ausencia de normas e instituciones compartidas.
En lugar de permitir a los países poderosos controlarse mutuamente e inaugurar una nueva era de relativa paz y estabilidad, la multipolaridad corre el riesgo de alimentar la inestabilidad. Parece destinada a desencadenar nuevas carreras armamentísticas y guerras comerciales y a prolongar los conflictos intraestatales existentes, e incluso podría sembrar las semillas de una guerra entre grandes potencias.
Asimismo, en lugar de fomentar una gobernanza mundial más integradora, la multipolaridad puede socavar la cooperación: un mayor número de países ejerce ahora suficiente influencia como para alterar la toma de decisiones colectiva, mientras que el liderazgo positivo escasea. Y aunque algunos esperan que este cambio fortalezca el derecho internacional al reducir la capacidad de los países occidentales para aplicar sus principios de forma selectiva, es posible que más gobiernos acaben reclamando derechos especiales para beneficio propio.
El mundo necesita con urgencia “despolarizar” la política. Pero no está nada claro cómo conseguirlo -ni quién estaría dispuesto a hacer el esfuerzo de lograrlo-. Algunos creen que las divisiones asociadas a una mayor multipolaridad podrían superarse si las estructuras de gobernanza mundial acogieran los nuevos centros de poder. Pero otros temen que esto no sea suficiente para lograr el consenso necesario para reforzar las normas comunes -mucho menos reformarlas o crear otras nuevas.
Pocos de los gobiernos líderes de hoy han mostrado un interés genuino en diseñar un acuerdo entre grandes potencias que beneficie a la comunidad internacional en general. En su lugar, muchos parecen decididos a explotar la creciente polarización de la política mundial para alcanzar sus objetivos internos y geopolíticos. La multipolaridad y la polarización de la política nacional e internacional están, así, profundamente entrelazadas. Un futuro mejor depende de que un mundo con más polos pueda encontrar formas de mitigar las divisiones peligrosas. Lo que está claro es que esos esfuerzos deben empezar por casa.
Este comentario se basa en el ensayo introductorio del Informe de Seguridad de Múnich 2025.