KUALA LUMPUR – En poco más de 50 días, unos 20.000 civiles en Gaza resultaron heridos y más de 8.000 murieron, según funcionarios palestinos. La mayoría de los muertos –al menos 5.500– son niños, lo que equivale a un niño palestino asesinado cada diez minutos, mientras que otros 1.800 niños están desaparecidos. Se presume que están muertos, bajo los escombros.
El elevado número de muertos entre los jóvenes refleja en parte el hecho de que casi la mitad de la población de Gaza tiene menos de 18 años. Pero también puede atribuirse a los ataques selectivos contra infraestructuras civiles, incluidos el hospital Al-Shifa, el hospital de Indonesia y la escuela Al-Fakhura administrada por la ONU. Como resultado, al menos 21 de los 35 hospitales de Gaza –incluido el Hospital de la Amistad Turco-Palestina, el único centro que proporciona quimioterapia a pacientes con cáncer– ya no están operativos. (La agencia de ayuda Save the Children ha advertido que la salud mental de los niños en Gaza está más allá del límite).
El Consejo de Seguridad de la ONU ha identificado y condenado el asesinato intencional y la mutilación de niños como una de las “seis violaciones graves” de su resolución de 1999 sobre los niños y los conflictos armados. Pero, como señaló el Secretario General de la ONU, António Guterres, a finales de octubre, hay muchas “violaciones claras del derecho internacional humanitario que estamos presenciando en Gaza”. Privados de agua, alimentos, combustible y electricidad, y enfrentando una escasez de suministros médicos, los médicos y enfermeras han tenido dificultades para atender a los pacientes. En algunos casos, los cirujanos se han visto obligados a operar sin anestesia.
Estas sombrías condiciones han tenido consecuencias nefastas para los bebés prematuros que reciben soporte vital en el Hospital Al-Shifa. Ocho han muerto, mientras que 28 más tuvieron que ser evacuados a Egipto y están siendo tratados por “infecciones graves”.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, ha advertido que la falta de agua potable y la grave escasez de combustible conducirán casi con seguridad al colapso de los sistemas de saneamiento de Gaza, lo que provocará brotes de enfermedades infecciosas, a las que los niños son especialmente vulnerables. Además, el hambre es ahora grave y generalizada, ya que el precio de los artículos básicos se ha disparado y las entregas de alimentos se han reducido a un mínimo. La amenaza del hambre y la desnutrición acecha y, una vez más, son los jóvenes los que corren mayor riesgo.
Las organizaciones internacionales, los gobiernos, los grupos de la sociedad civil, los activistas, los académicos y los líderes de la industria deben tomar medidas urgentes para negociar un alto el fuego duradero (no sólo una pausa temporal), asegurar la liberación de todos los rehenes y evitar un genocidio contra los palestinos. Israel debe dejar de atacar hospitales y escuelas, garantizar la entrega sin obstáculos de alimentos, agua, medicinas y combustible y abrir corredores humanitarios para civiles, especialmente niños, mujeres embarazadas, enfermos, personas con discapacidad y ancianos. Por último, estos grupos deben seguir pidiendo el fin de la ocupación israelí del territorio palestino.
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Si bien personas de todo el mundo han instado a sus gobiernos a adoptar una postura de principios contra las atrocidades que se están cometiendo en Palestina, los boicots de los consumidores también pueden ser una poderosa herramienta para el cambio. Inspirado por la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones busca ejercer presión no violenta sobre Israel hasta que cumpla con el derecho internacional. Más de 30 estados de Estados Unidos han adoptado medidas contra el BDS, un tributo paradójico a la eficacia del movimiento.
También es imperativo apoyar a los jóvenes refugiados palestinos en todo el mundo. Malasia, en particular, está bien situada para asumir un papel de liderazgo en este esfuerzo.
El fondo soberano del país, Khazanah Nasional Berhad, junto con su fundación que otorga subvenciones, Yayasan Hasanah, han ofrecido becas para palestinos que estudian en universidades de Malasia, un programa que el gobierno está trabajando para ampliar. Se han establecido numerosas iniciativas educativas para niños refugiados, incluidas la Escuela Fugee, la Agencia de Ayuda de Malasia, Yayasan Chow Kit y Baitul Mahabbah, aunque una mayor financiación garantizaría su éxito continuo. Malasia también debería seguir el ejemplo de Turquía y permitir que más refugiados trabajen legalmente.
En cuanto a los niños que aún viven en Gaza, Malasia puede ayudar trabajando junto con Indonesia y Turquía para reconstruir hospitales y escuelas. Malasia ha dado un paso inicial al establecer un fondo de ayuda humanitaria de 100 millones de ringgit (21 millones de dólares) para el pueblo palestino.
A medida que se intensifican los llamados a un alto el fuego duradero en Gaza, debemos presionar a Israel para que ponga fin a la matanza de niños y otros civiles y al mismo tiempo apoye a los jóvenes palestinos dentro y fuera del país. En palabras del poeta palestino Mahmoud Darwish, debemos ayudar a los niños de Gaza –demasiados de los cuales han perdido su infancia, si no su vida– a llevar su “estandarte de esperanza” para una existencia normal.
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In betting that the economic fallout from his sweeping new tariffs will be worth the gains in border security, US President Donald Trump is gambling with America’s long-term influence and prosperity. In the future, more countries will have even stronger reasons to try to reduce their reliance on the United States.
thinks Donald Trump's trade policies will undermine the very goals they aim to achieve.
While America’s AI industry arguably needed shaking up, the news of a Chinese startup beating Big Tech at its own game raises some difficult questions. Fortunately, if US tech leaders and policymakers can take the right lessons from DeepSeek's success, we could all end up better for it.
considers what an apparent Chinese breakthrough means for the US tech industry, and innovation more broadly.
KUALA LUMPUR – En poco más de 50 días, unos 20.000 civiles en Gaza resultaron heridos y más de 8.000 murieron, según funcionarios palestinos. La mayoría de los muertos –al menos 5.500– son niños, lo que equivale a un niño palestino asesinado cada diez minutos, mientras que otros 1.800 niños están desaparecidos. Se presume que están muertos, bajo los escombros.
El elevado número de muertos entre los jóvenes refleja en parte el hecho de que casi la mitad de la población de Gaza tiene menos de 18 años. Pero también puede atribuirse a los ataques selectivos contra infraestructuras civiles, incluidos el hospital Al-Shifa, el hospital de Indonesia y la escuela Al-Fakhura administrada por la ONU. Como resultado, al menos 21 de los 35 hospitales de Gaza –incluido el Hospital de la Amistad Turco-Palestina, el único centro que proporciona quimioterapia a pacientes con cáncer– ya no están operativos. (La agencia de ayuda Save the Children ha advertido que la salud mental de los niños en Gaza está más allá del límite).
El Consejo de Seguridad de la ONU ha identificado y condenado el asesinato intencional y la mutilación de niños como una de las “seis violaciones graves” de su resolución de 1999 sobre los niños y los conflictos armados. Pero, como señaló el Secretario General de la ONU, António Guterres, a finales de octubre, hay muchas “violaciones claras del derecho internacional humanitario que estamos presenciando en Gaza”. Privados de agua, alimentos, combustible y electricidad, y enfrentando una escasez de suministros médicos, los médicos y enfermeras han tenido dificultades para atender a los pacientes. En algunos casos, los cirujanos se han visto obligados a operar sin anestesia.
Estas sombrías condiciones han tenido consecuencias nefastas para los bebés prematuros que reciben soporte vital en el Hospital Al-Shifa. Ocho han muerto, mientras que 28 más tuvieron que ser evacuados a Egipto y están siendo tratados por “infecciones graves”.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, ha advertido que la falta de agua potable y la grave escasez de combustible conducirán casi con seguridad al colapso de los sistemas de saneamiento de Gaza, lo que provocará brotes de enfermedades infecciosas, a las que los niños son especialmente vulnerables. Además, el hambre es ahora grave y generalizada, ya que el precio de los artículos básicos se ha disparado y las entregas de alimentos se han reducido a un mínimo. La amenaza del hambre y la desnutrición acecha y, una vez más, son los jóvenes los que corren mayor riesgo.
Las organizaciones internacionales, los gobiernos, los grupos de la sociedad civil, los activistas, los académicos y los líderes de la industria deben tomar medidas urgentes para negociar un alto el fuego duradero (no sólo una pausa temporal), asegurar la liberación de todos los rehenes y evitar un genocidio contra los palestinos. Israel debe dejar de atacar hospitales y escuelas, garantizar la entrega sin obstáculos de alimentos, agua, medicinas y combustible y abrir corredores humanitarios para civiles, especialmente niños, mujeres embarazadas, enfermos, personas con discapacidad y ancianos. Por último, estos grupos deben seguir pidiendo el fin de la ocupación israelí del territorio palestino.
PS Events: AI Action Summit 2025
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También es imperativo apoyar a los jóvenes refugiados palestinos en todo el mundo. Malasia, en particular, está bien situada para asumir un papel de liderazgo en este esfuerzo.
El fondo soberano del país, Khazanah Nasional Berhad, junto con su fundación que otorga subvenciones, Yayasan Hasanah, han ofrecido becas para palestinos que estudian en universidades de Malasia, un programa que el gobierno está trabajando para ampliar. Se han establecido numerosas iniciativas educativas para niños refugiados, incluidas la Escuela Fugee, la Agencia de Ayuda de Malasia, Yayasan Chow Kit y Baitul Mahabbah, aunque una mayor financiación garantizaría su éxito continuo. Malasia también debería seguir el ejemplo de Turquía y permitir que más refugiados trabajen legalmente.
En cuanto a los niños que aún viven en Gaza, Malasia puede ayudar trabajando junto con Indonesia y Turquía para reconstruir hospitales y escuelas. Malasia ha dado un paso inicial al establecer un fondo de ayuda humanitaria de 100 millones de ringgit (21 millones de dólares) para el pueblo palestino.
A medida que se intensifican los llamados a un alto el fuego duradero en Gaza, debemos presionar a Israel para que ponga fin a la matanza de niños y otros civiles y al mismo tiempo apoye a los jóvenes palestinos dentro y fuera del país. En palabras del poeta palestino Mahmoud Darwish, debemos ayudar a los niños de Gaza –demasiados de los cuales han perdido su infancia, si no su vida– a llevar su “estandarte de esperanza” para una existencia normal.