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El nuevo campo de batalla de la OTAN: la desinformación aumentada con IA

WASHINGTON D. C. – La cumbre de julio de la OTAN en Washington señala el 75.° aniversario de la creación de esa alianza, en una coyuntura crítica: la evolución de las amenazas a la estabilidad global superó el ámbito militar convencional, y la OTAN debe enfrentar el aluvión de desinformación que socava su unidad y valores. Específicamente, los países miembros deben impedir que los regímenes autoritarios manipulen la opinión pública aprovechando la tecnología para desatar una «guerra cognitiva».

Como corresponde, se prevé que la cumbre en ciernes se centre en la guerra de Ucrania y la necesidad de adaptar el marco de defensa colectiva de la OTAN a las realidades del ecosistema informativo actual. La brutal guerra de agresión rusa dejó al descubierto la escala de la amenaza que implica la guerra cognitiva: el Kremlin orquestó una gigantesca campaña en las redes sociales para difundir relatos falsos, impulsar el sentimiento antioccidental y antidemocrático, y socavar la mayor fortaleza de la OTAN, su unidad.

Por supuesto, la guerra de información no es nueva, durante la Guerra Fría la OTAN detectó y contrarrestó los esfuerzos de la Unión Soviética para usar propaganda y desinformación con el objetivo de debilitar a las democracias occidentales. Desde entonces, sin embargo, la revolución digital y el posterior ascenso de la inteligencia artificial multiplicaron el problema, permitiendo que los actores malintencionados produzcan y difundan contenidos ultrafalsos, y otros tipos de contenidos aumentados con IA, a una velocidad y escala sin precedentes.

Aunque estas poderosas herramientas nuevas pueden generar beneficios económicos significativos, también pueden convertirse en armas peligrosas. Las potencias hostiles, como Rusia, ya usan a la desinformación contra las democracias para influir en el debate público local, impulsar la polarización, erosionar la confianza en las instituciones y debilitar su capacidad para abordar los desafíos compartidos. Este super año electoral, en el que la mitad de la población mundial votará, crea una oportunidad única para que los adversarios de la OTAN debiliten los procesos democráticos y alienten la inestabilidad política.

Los países de la alianza deben enfrentar la amenaza de la desinformación aumentada con IA de manera frontal; para ello tienen que ir más allá de su enfoque reactivo actual, centrado en desacreditar falsedades, y desarrollar una doctrina de defensa integral colectiva que considere a la información como uno de los frentes clave en la batalla para proteger a las sociedades democráticas.

Hay que implementar varios cambios clave: en primer lugar, la OTAN debe desarrollar la capacidad de monitorear y analizar la desinformación en tiempo real. Es fundamental invertir en herramientas de inteligencia de código abierto (OSINT, por su sigla en inglés) y colaborar con empresas de tecnología para desarrollar el conocimiento técnico necesario para identificar y contrarrestar a las campañas de influencia malignas. Específicamente, la OTAN debe invertir en herramientas de autenticación de contenidos y transparencia —como los grandes modelos de lenguaje (LLM, por su sigla en inglés), clasificadores de IA y el procesamiento del lenguaje natural para el análisis de sentimientos— capaces de identificar contenidos generados o alterados con IA.

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En segundo lugar, para contrarrestar la desinformación de manera eficaz es necesario contar con comunicaciones estratégicas rápidas, ágiles y de gran alcance; para ello, la OTAN debe promover de manera proactiva sus intereses y su misión, destacar los fracasos de los regímenes autoritarios y ofrecer su propia narrativa positiva.

Pero para conseguirlo de manera eficaz, también debe llevar la batalla a los ecosistemas informativos de sus adversarios: destacando activamente las actividades malignas de los regímenes autoritarios en sus propias plataformas digitales, la OTAN podría socavar la narrativa de los autócratas y exponer sus tácticas. Al mismo tiempo, amplificar las voces independientes en esos entornos podría generar un potente efecto multiplicador, promoviendo una mayor resiliencia contra la propaganda y la desinformación.

En tercer lugar, debido a que las campañas de desinformación trascienden las fronteras nacionales, para contrarrestarlas la OTAN tendrá que establecer relaciones de colaboración con gobiernos, empresas privadas y organizaciones de la sociedad civil. Esas asociaciones deberán centrarse en el desarrollo de normas compartidas, sistemas de alerta temprana, respuestas coordinadas a las campañas masivas de desinformación, y mecanismos para rastrear las acciones malignas a través de diversos entornos informativos soberanos y mitigarlas. Como lo demuestra el esfuerzo concertado para combatir la desinformación rusa sobre Ucrania, la colaboración continua es fundamental.

Finalmente, la mejor defensa contra la desinformación es alentar el desarrollo de poblaciones informadas y capaces de pensar críticamente. Apoyando programas que promuevan la alfabetización digital y relacionada con los medios informativos —como los que ya existen en Finlandia—, la OTAN podría contribuir a la resiliencia social contra la propaganda y la manipulación de los votantes.

Para implementar esta estrategia, la OTAN necesitará además nuevas estructuras organizacionales. En primer lugar, la Alianza debiera establecer una unidad de desinformación —responsable de coordinar las tareas de inteligencia y encabezar las campañas para contrarrestar mensajes— y crear asociaciones estratégicas. Una unidad de ese tipo podría aprovechar la alianza de inteligencia Cinco Ojos (Estados Unidos, el Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Canadá), así como el trabajo de Europol —la agencia de las fuerzas del orden de la Unión Europea— para reforzar y ampliar las redes de información compartida.

Dada la amenaza que representa el «eje de disruptores» —formado por China, Rusia, Irán y Corea del Norte— la OTAN debe combinar su habilidad militar con mecanismos igualmente sofisticados para proteger a los sistemas de información de sus miembros contra la guerra cognitiva. Los estados miembros debieran aprovechar la próxima cumbre de Washington para que este enfoque pase a ser una de las principales prioridades. La lucha contra la desinformación no solo implica proteger la integridad del debate público, sino también defender los propios cimientos de la libertad y la seguridad. No podemos darnos el lujo de desperdiciar esta oportunidad, porque está en juego una batalla que no podemos darnos el lujo de perder.

Traducción al español por Ant-Translation.

https://prosyn.org/YX1sMW7es