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El alto costo de la negativa neerlandesa a donar vacunas contra la viruela símica

EDIMBURGO – Mientras se avecinaba este histórico año electoral, muchos temían que el giro a la derecha en Europa debilitara la cooperación internacional y pusiera en peligro décadas de avances sociales. Estos temores se han materializado ahora en los Países Bajos, donde el gobernante Partido por la Libertad, liderado por el populista de extrema derecha Geert Wilders, se niega a enviar vacunas contra la viruela símica a la República Democrática del Congo (RDC), donde la enfermedad se está propagando rápidamente.

A pesar del llamado urgente de la Organización Mundial de la Salud para que los países occidentales envíen a África las vacunas no utilizadas, la ministra de salud neerlandesa Fleur Agema (del partido de Wilders) se ha negado a entregar ni una sola de las cien mil dosis que hay en los Países Bajos.

La negativa de Agema es desconcertante, porque muchas de estas dosis caducan en 2025 y pueden terminar destruidas sin haber sido usadas. El Instituto Nacional de Salud neerlandés ha dejado claro que el modo más eficaz de evitar que el brote se propague a Europa es contenerlo en África. Incluso el partido de centroderecha Nuevo Contrato Social ha pedido un enfoque pragmático y exhortó al gobierno a «hacer lo que podamos para contener el brote de viruela símica en su origen». Pero Agema insiste en que las dosis podrían ser necesarias en los Países Bajos, a contramano del consejo de los expertos y del apoyo parlamentario a que se las done.

Mientras tanto, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades africanos han informado que una mutación del virus con mayor velocidad de propagación ha infectado a unas 20 000 personas en el continente. Se han confirmado brotes en doce países africanos (entre ellos Ruanda, Kenia y Uganda), conforme la enfermedad se sigue propagando desde la RDC, donde hasta la fecha se ha cobrado la vida de 615 personas. Genera alarma además el hecho de que se hayan informado casos en países tan lejanos como Tailandia y Suecia.

Incluso antes del anuncio neerlandés, los países occidentales tardaron en responder al brote de viruela símica. Stella Kyriakides, comisaria de salud de la Unión Europea, ha instado a los estados miembros a donar más vacunas contra la enfermedad. En respuesta, la Autoridad de Preparación y Respuesta a Emergencias Sanitarias de la Comisión Europea ha entregado más de 215 000 dosis a países africanos. Pero ante la veloz propagación del virus, el ministro de Salud congoleño, Samuel‑Roger Kamba, ha pedido que los países europeos incrementen las donaciones.

La comunidad internacional tiene que hacer más. Hasta ahora, Japón ha prometido más de tres millones de dosis de su vacuna LC16m8 (también recomendada para niños); Estados Unidos se ha comprometido a donar 50 000 dosis a la RDC. En Europa lleva la delantera el gobierno español; el presidente de gobierno Pedro Sánchez ha prometido 500 000 dosis de vacunas (el 20% de las reservas del país) y ha propuesto que todos los estados miembros de la UE donen la misma proporción de sus suministros. Alemania y Francia han prometido entregar 100 000 dosis cada una, y Austria ha ofrecido una parte de su reserva de 34 000 dosis.

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Pero esto no es suficiente, ya que los Centros africanos calculan que para contener el brote tal vez sean necesarias hasta diez millones de dosis. La falta de una mayor solidaridad supone el riesgo de tensar todavía más las relaciones entre la UE y África, ya dañadas por la reticencia europea a suministrar vacunas a los países en desarrollo durante la pandemia de COVID‑19, la insuficiente ayuda humanitaria para abordar la crisis alimentaria en curso y los reiterados retrasos del bloque en cumplir sus promesas de financiación de la acción climática a largo plazo. Como recordó hace poco el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa a los líderes occidentales, durante el brote de viruela símica de 2022, la acción global se centró en frenar la propagación a Estados Unidos y Europa, y a África se la marginó. Para corregir el «trato injusto» visto en crisis sanitarias anteriores, la respuesta al brote actual «tiene que ser diferente».

Es verdad que los países afectados también deben intensificar sus esfuerzos de combate al virus. Para detener la transmisión es necesario que los gobiernos involucren a las comunidades locales, fortalezcan los sistemas sanitarios, inviertan en infraestructura y aseguren que los trabajadores estén capacitados para administrar las vacunas. La OMS puede agilizar la autorización para uso en emergencia de las vacunas contra la viruela símica, facilitando así el acceso a ellas y permitiendo a Gavi (la alianza para la vacunación) una mayor eficiencia en su adquisición y distribución.

Pero para combatir la epidemia de viruela símica es imprescindible un mayor apoyo internacional. La vacuna con primera dosis y refuerzo cuesta entre setenta y cien dólares por dosis, un precio inalcanzable para los países más pobres del mundo; de modo que es necesario compartir la carga financiera de erradicar la enfermedad. Un paso importante en la dirección correcta es la reciente creación por parte de Gavi de un Fondo de Respuesta Inicial, con una dotación de quinientos millones de dólares, para dar apoyo financiero a los países de bajos ingresos para la distribución de vacunas durante emergencias de salud pública. A más largo plazo, los fabricantes occidentales de vacunas deben facilitar la transferencia tecnológica a los países africanos, para que estos puedan aumentar su capacidad de producción local y sea posible una respuesta más eficaz a futuros brotes.

La enseñanza inmediata de la crisis de viruela símica en África es que hay que poner fin a la modalidad actual de actuar sólo después del estallido de una crisis (cuando a menudo ya es demasiado tarde). La carrera habitual por buscar fondos de emergencia debe ceder paso a una provisión de financiación previsible a largo plazo para los países afectados.

Para lograr este objetivo es esencial que la OMS cuente con una provisión flexible de los fondos que necesita para responder a crisis sanitarias en forma rápida y eficaz. La cumbre del G20 en noviembre, encabezada por el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, debe tener muy alta en su agenda la financiación del plan de la organización para invertir siete mil millones de dólares en cuatro años.

El mundo no puede darse el lujo de esperar otra emergencia sanitaria global para reconocer que en una pandemia nadie está a salvo a menos que todos estén a salvo. En un contexto de ascenso del aislacionismo de derecha y de la xenofobia, debemos reafirmar el poder de la cooperación global para salvar vidas. Por su parte, el pueblo neerlandés tiene una oportunidad única de enviar un mensaje de solidaridad, oponiéndose a la decisión inmoral y destructiva que ha tomado su gobierno. Los Países Bajos deben seguir el ejemplo de Sánchez y dar muestras de internacionalismo europeo en su mejor expresión, donando al menos el 20% de sus vacunas a África.

Traducción: Esteban Flamini

https://prosyn.org/OkcB7CEes