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La marcha ascendente del petróleo

IRVING (TEXAS) – Cuando los miembros de la OPEP se reunieron recientemente en Viena, los saudíes no pudieron controlar la reunión, el límite máximo de producción siguió siendo el mismo y los países miembros están estableciendo sus propios niveles de producción, pero hablar de una ruptura de la OPEP es prematuro. Al fin y al cabo, ha sobrevivido a grandes guerras, numerosas disputas diplomáticas y dos importantes hundimientos del mercado. En realidad, el secreto de la supervivencia de la OPEP es su debilidad, no su fortaleza.

Con fricciones o sin ellas, la OPEP  ha sido y siempre será irrelevante para las fuerzas del mercado en el terreno. La OPEP nunca ha tenido poder en el mercado, pero Arabia Saudí sí que lo tiene y siempre se ha cometido el error de asignar a la OPEP el poder saudí en el mercado.

A los saudíes no les gustó la reunión reciente. Decidieron ir por libres. ¿Pueden hacerlo? La respuesta es que no, como lo demuestra la reciente iniciativa de la Agencia Internacional de la Energía, compuesta de 28 miembros, de liberar petróleo de las reservas estratégicas.

El mercado mundial del petróleo ha llegado a ser un gran mar que crea sus propias tormentas, lo que garantiza que el mar seguirá aumentando. Contemplando la historia reciente, podemos determinar cuatro factores que seguirán haciendo subir los precios del petróleo, a no ser que un potente terremoto haga arrodillarse al mercado.

El primer factor es la relación entre los precios del petróleo y el crecimiento económico en los países productores de petróleo. Unos precios más altos alimentan un aumento mayor en esos países, que, junto con un auge demográfico, propicia un mayor consumo energético interno. Eso, a su vez, reduce las exportaciones de petróleo y hace subir los precios aún más. Sólo una gran recesión podría interrumpir ese ciclo; de lo contrario, vamos camino de una crisis energética. Naturalmente, los precios no pueden seguir subiendo indefinidamente: el aumento de los precios racionará la demanda.

El aumento de la demanda energética ya ha provocado cortes de electricidad en los países productores de petróleo, que, como es de esperar, reducirán las exportaciones este verano. Se quemará más crudo en las centrales eléctricas, más diésel en los generadores privados y más gasolina en los vehículos deportivos utilitarios desde Riad hasta Ciudad de Kuwait durante los apagones, en los que el único lugar en que se podrá luchar contra el calor será en un coche en marcha.

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En segundo lugar, está la relación entre los precios del petróleo y la necesidad de diversificación de los ingresos en los países productores de petróleo. Al subir los precios del petróleo, la dependencia de esos países del sector petrolero aumenta, pese a las medidas adoptadas para diversificar sus economías. Para luchar contra las repercusiones de dicha dependencia, gastan los ingresos del petróleo en otros sectores, con lo que hacen pocas inversiones en el petrolero. Cuando la demanda mundial aumenta, no hay bastante capacidad para atenderla: un ciclo que continuará hasta que la demanda se desplome.

La retórica de la independencia energética en los países consumidores de petróleo empeora aún más la situación: los países productores de petróleo están construyendo industrias con un gran consumo de energía para garantizar un mercado para su petróleo, una vez que las naciones consumidoras se libren del petróleo importado. Se proponen exportar el petróleo incrustado en otros productos, como, por ejemplo, petroquímicos, plástico, aluminio, etcétera. Y pueden construir esas fábricas antes de que los países consumidores de petróleo puedan substituir las importaciones de petróleo, lo que exacerbaría las escaseces futuras. Una vez más, unos precios mayores racionarán la demanda mundial de petróleo, pero sólo después de un período de dificultades económicas en algunas regiones del mundo.

El tercer factor es el círculo vicioso de los precios del petróleo y el valor del dólar de los EE.UU. Unos precios del petróleo mayores aumentan los déficits comerciales de los Estados Unidos, lo que, a su vez, reduce el valor del dólar. A causa de la relación inversa entre los precios del petróleo y el dólar, un dólar débil aumenta los precios del petróleo, lo que aumenta aún más el déficit comercial y ejerce una mayor presión para que baje el dólar. Los precios del petróleo seguirán subiendo hasta que se desplome la demanda. Los datos estadísticos indican que esa relación se debilitará, una vez que el mercado inmobiliario se recupere, pero ésa sigue siendo una perspectiva a largo plazo.

Por último, hay que tener en cuenta la relación entre los precios del petróleo y las políticas fiscales y monetarias de los países consumidores de petróleo. Para luchar contra el efecto de los altos precios del petróleo, los países consumidores adoptan políticas económicas expansionistas bajando los tipos de interés y aumentando el gasto estatal, lo que permite un crecimiento económico continuo con precios altos del petróleo, pero el crecimiento continuo aumenta la demanda de petróleo, lo que hace subir aún más sus precios. Lo opuesto de la expansión monetaria y fiscal es la recesión, momento en el que los precios del petróleo dejan de subir.

Dadas la actual agitación en Oriente Medio, la pérdida del petróleo libio y yemení y una demanda energética en aumento en los países productores de petróleo, cualquier aumento de las exportaciones de petróleo saudí tendría repercusiones limitadas en el mercado. La producción de petróleo no importa; las exportaciones, sí, lo que significa que los anuncios de aumentos de la producción de petróleo son irrelevantes para los precios. De hecho, independientemente de lo que la OPEP y sus miembros decidan, los círculos viciosos aquí descritos probablemente respaldarán unos precios del petróleo de entre 70 y 90 dólares por barril en todo el mundo.

Ahora bien, tanto los miembros de la OPEP como las autoridades de los países consumidores de petróleo no deben olvidar que nada cura los precios altos como unos precios altos.

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