NUEVA YORK – Durante los cuatro decenios transcurridos desde que el caso Watergate hundió al Presidente de los Estados Unidos Richard Nixon, los políticos han pasado por alto repetidas veces la enseñanza principal que se desprendió de aquel escándalo: el encubrimiento es peor que el delito. Como Nixon, han pagado un precio mayor por el ocultamiento que por sus propias fechorías.
NUEVA YORK – Durante los cuatro decenios transcurridos desde que el caso Watergate hundió al Presidente de los Estados Unidos Richard Nixon, los políticos han pasado por alto repetidas veces la enseñanza principal que se desprendió de aquel escándalo: el encubrimiento es peor que el delito. Como Nixon, han pagado un precio mayor por el ocultamiento que por sus propias fechorías.