CAMBRIDGE – Al igual que casi todos los economistas y la mayoría de los analistas políticos, prefiero los aranceles comerciales bajos o, directamente, que no haya aranceles. ¿Cómo se puede justificar, entonces, la decisión del presidente norteamericano, Donald Trump, de imponer aranceles sustanciales a las importaciones de acero y aluminio?
Trump, sin duda, ve potenciales réditos políticos en los distritos que producen acero y aluminio, así como en aumentar la presión sobre Canadá y México en tanto su administración renegocia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. La Unión Europea ha anunciado planes para tomar represalias contra las exportaciones estadounidenses, pero al final la UE puede negociar -y aceptar reducir los aranceles actuales a los productos norteamericanos que exceden los aranceles estadounidenses a los productos europeos.
Sin embargo, el verdadero objetivo de los aranceles al acero y al aluminio es China. Hace años que el gobierno chino viene prometiendo reducir la capacidad en exceso de acero, recortando así la producción excedente que se vende a Estados Unidos a precios subsidiados. Los responsables de las políticas en China han pospuesto esta decisión como resultado de una presión interna para proteger los propios empleos de China en el sector del acero y del aluminio. Los aranceles estadounidenses equilibrarán esas presiones internas y aumentarán la probabilidad de que China acelere la reducción de la capacidad en exceso subsidiada.
Como los aranceles se están aplicando según una cláusula de la ley comercial de Estados Unidos que se aplica a la seguridad nacional, y no por dumping o por incrementos de las importaciones, será posible eximir a las importaciones provenientes de aliados militares de la OTAN, así como Japón y Corea del Sur, centrando los aranceles en China y evitando el riesgo de una guerra comercial más amplia. La administración todavía no ha dicho si aplicará los aranceles de esta manera; pero, dado que se están introduciendo en un período gradual, durante el cual los socios comerciales pueden solicitar exenciones, esa focalización parece ser el escenario más factible.
Para Estados Unidos, la cuestión comercial más importante con China tiene que ver con las transferencias de tecnología, no con las exportaciones chinas de acero y aluminio subsidiado. Si bien estos subsidios afectan a los productores estadounidenses de acero y aluminio, los bajos precios resultantes también ayudan a las empresas estadounidenses que utilizan acero y aluminio, así como a los consumidores estadounidenses que compran esos productos. Pero China claramente afecta los intereses estadounidenses cuando roba tecnología desarrollada por empresas estadounidenses.
Hasta hace unos años, el gobierno chino utilizaba las sofisticadas capacidades cibernéticas del Ejército Popular de Liberación (EPL) para infiltrarse en empresas norteamericanas y robar tecnología. Las autoridades chinas negaron todo delito hasta que el presidente Barack Obama y el presidente Xi Jinping se reunieron en California en junio de 2013. Obama le mostró a Xi pruebas detalladas que Estados Unidos había obtenido a través de su propio espionaje informático. Xi entonces acordó que el gobierno chino ya no utilizaría al EPL u otras agencias gubernamentales para robar tecnología estadounidense. Si bien es difícil saberlo con certeza, parece que este tipo de robo cibernético se ha reducido drásticamente.
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El robo de tecnología actual adopta una forma diferente. A las empresas norteamericanas que quieren hacer negocios en China se les suele requerir que transfieran su tecnología a empresas chinas como una condición para ingresar al mercado. Estas empresas "voluntariamente" transfieren conocimientos de producción porque quieren acceder a un mercado de 1.300 millones de personas y a una economía tan grande como la de Estados Unidos.
Estas empresas se quejan de que el requerimiento de transferencia de tecnología es una forma de extorsión. Es más, les preocupa que el gobierno chino muchas veces demore su acceso al mercado lo suficiente como para que las empresas domésticas utilicen su tecnología recientemente adquirida para ganar participación de mercado.
Estados Unidos no puede utilizar remedios tradicionales para disputas comerciales o procedimientos de la Organización Mundial de Comercio para frenar el comportamiento de China. Estados Unidos tampoco puede amenazar con apropiarse de tecnología china o exigirles a las empresas chinas que la transfieran a empresas norteamericanas porque los chinos no tienen el tipo de tecnología de punta que sí tienen las empresas estadounidenses.
Ahora bien, ¿qué pueden hacer los responsables de las políticas estadounidenses para ayudar a nivelar el campo de juego?
Eso nos retrotrae a los aranceles propuestos sobre el acero y el aluminio. En mi opinión, los negociadores estadounidenses utilizarán la amenaza de imponer aranceles a los productores chinos como una manera de persuadir al gobierno de China de abandonar la política de las transferencias de tecnología "voluntarias". Si eso sucede, y las empresas estadounidenses pueden hacer negocios en China sin verse obligadas a pagar un precio competitivo tan alto, la amenaza de los aranceles habrá sido una herramienta muy exitosa de política comercial.
The imbalances and inequities generated by the global economy cannot be tackled by protecting a few politically well-connected industries, using manifestly ridiculous national security considerations as an excuse. Such protectionism is a gimmick, not a serious agenda for trade reform.
argues that protecting politically connected industries is no way to reform the global trade regime.
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South Korea's latest political crisis is further evidence that the 1987 constitution has outlived its usefulness. To facilitate better governance and bolster policy stability, the country must establish a new political framework that includes stronger checks on the president and fosters genuine power-sharing.
argues that breaking the cycle of political crises will require some fundamental reforms.
Among the major issues that will dominate attention in the next 12 months are the future of multilateralism, the ongoing wars in Ukraine and the Middle East, and the threats to global stability posed by geopolitical rivalries and Donald Trump’s second presidency. Advances in artificial intelligence, if regulated effectively, offer a glimmer of hope.
asked PS contributors to identify the national and global trends to look out for in the coming year.
CAMBRIDGE – Al igual que casi todos los economistas y la mayoría de los analistas políticos, prefiero los aranceles comerciales bajos o, directamente, que no haya aranceles. ¿Cómo se puede justificar, entonces, la decisión del presidente norteamericano, Donald Trump, de imponer aranceles sustanciales a las importaciones de acero y aluminio?
Trump, sin duda, ve potenciales réditos políticos en los distritos que producen acero y aluminio, así como en aumentar la presión sobre Canadá y México en tanto su administración renegocia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. La Unión Europea ha anunciado planes para tomar represalias contra las exportaciones estadounidenses, pero al final la UE puede negociar -y aceptar reducir los aranceles actuales a los productos norteamericanos que exceden los aranceles estadounidenses a los productos europeos.
Sin embargo, el verdadero objetivo de los aranceles al acero y al aluminio es China. Hace años que el gobierno chino viene prometiendo reducir la capacidad en exceso de acero, recortando así la producción excedente que se vende a Estados Unidos a precios subsidiados. Los responsables de las políticas en China han pospuesto esta decisión como resultado de una presión interna para proteger los propios empleos de China en el sector del acero y del aluminio. Los aranceles estadounidenses equilibrarán esas presiones internas y aumentarán la probabilidad de que China acelere la reducción de la capacidad en exceso subsidiada.
Como los aranceles se están aplicando según una cláusula de la ley comercial de Estados Unidos que se aplica a la seguridad nacional, y no por dumping o por incrementos de las importaciones, será posible eximir a las importaciones provenientes de aliados militares de la OTAN, así como Japón y Corea del Sur, centrando los aranceles en China y evitando el riesgo de una guerra comercial más amplia. La administración todavía no ha dicho si aplicará los aranceles de esta manera; pero, dado que se están introduciendo en un período gradual, durante el cual los socios comerciales pueden solicitar exenciones, esa focalización parece ser el escenario más factible.
Para Estados Unidos, la cuestión comercial más importante con China tiene que ver con las transferencias de tecnología, no con las exportaciones chinas de acero y aluminio subsidiado. Si bien estos subsidios afectan a los productores estadounidenses de acero y aluminio, los bajos precios resultantes también ayudan a las empresas estadounidenses que utilizan acero y aluminio, así como a los consumidores estadounidenses que compran esos productos. Pero China claramente afecta los intereses estadounidenses cuando roba tecnología desarrollada por empresas estadounidenses.
Hasta hace unos años, el gobierno chino utilizaba las sofisticadas capacidades cibernéticas del Ejército Popular de Liberación (EPL) para infiltrarse en empresas norteamericanas y robar tecnología. Las autoridades chinas negaron todo delito hasta que el presidente Barack Obama y el presidente Xi Jinping se reunieron en California en junio de 2013. Obama le mostró a Xi pruebas detalladas que Estados Unidos había obtenido a través de su propio espionaje informático. Xi entonces acordó que el gobierno chino ya no utilizaría al EPL u otras agencias gubernamentales para robar tecnología estadounidense. Si bien es difícil saberlo con certeza, parece que este tipo de robo cibernético se ha reducido drásticamente.
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El robo de tecnología actual adopta una forma diferente. A las empresas norteamericanas que quieren hacer negocios en China se les suele requerir que transfieran su tecnología a empresas chinas como una condición para ingresar al mercado. Estas empresas "voluntariamente" transfieren conocimientos de producción porque quieren acceder a un mercado de 1.300 millones de personas y a una economía tan grande como la de Estados Unidos.
Estas empresas se quejan de que el requerimiento de transferencia de tecnología es una forma de extorsión. Es más, les preocupa que el gobierno chino muchas veces demore su acceso al mercado lo suficiente como para que las empresas domésticas utilicen su tecnología recientemente adquirida para ganar participación de mercado.
Estados Unidos no puede utilizar remedios tradicionales para disputas comerciales o procedimientos de la Organización Mundial de Comercio para frenar el comportamiento de China. Estados Unidos tampoco puede amenazar con apropiarse de tecnología china o exigirles a las empresas chinas que la transfieran a empresas norteamericanas porque los chinos no tienen el tipo de tecnología de punta que sí tienen las empresas estadounidenses.
Ahora bien, ¿qué pueden hacer los responsables de las políticas estadounidenses para ayudar a nivelar el campo de juego?
Eso nos retrotrae a los aranceles propuestos sobre el acero y el aluminio. En mi opinión, los negociadores estadounidenses utilizarán la amenaza de imponer aranceles a los productores chinos como una manera de persuadir al gobierno de China de abandonar la política de las transferencias de tecnología "voluntarias". Si eso sucede, y las empresas estadounidenses pueden hacer negocios en China sin verse obligadas a pagar un precio competitivo tan alto, la amenaza de los aranceles habrá sido una herramienta muy exitosa de política comercial.