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Beneficios de la coordinación climática sinoestadounidense

BERKELEY – Con cláusulas para reducir las emisiones un 40% respecto de los niveles de 2005 de aquí a 2030, la nueva ley para la reducción de la inflación aprobada en Estados Unidos revive el liderazgo climático internacional del país. Como la mayor parte de la reducción derivará del sector de la electricidad (se prevé que entre el 70 y el 85% sea libre de carbono en 2030), Estados Unidos estará bien posicionado para colaborar con otros países en la descarbonización de la producción de energía, comenzando por China.

Es verdad que en respuesta a la reciente visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, China suspendió la cooperación diplomática con Estados Unidos (incluida la cuestión climática). Pero la amenaza climática no es diferente a la de la proliferación nuclear durante la Guerra Fría. Las dos superpotencias (económicas y en términos de emisiones) tienen un interés compartido en reducir sus «arsenales» de combustibles fósiles, incluso en un contexto de empeoramiento de la relación bilateral. Mediante una acción decidida en el transcurso de esta década, ambos países pueden generar más beneficios económicos, sanitarios y de seguridad para sus respectivas poblaciones y para el resto del mundo.

Por su dependencia del carbón, que provee dos tercios de la electricidad que consume, China hoy emite más gases de efecto invernadero por año que cualquier otro país, y sus emisiones relacionadas con la electricidad, por sí solas, son aproximadamente iguales a las de toda la economía estadounidense. Al mismo tiempo, la capacidad china en generación de energía a partir de fuentes renovables está en veloz aumento. En 2020, sumó tres veces más capacidad eólica y solar que Estados Unidos; y sólo en la primera mitad de 2022, invirtió en el sector otros cien mil millones de dólares.

Pero China puede acelerar la transición del carbón a la energía limpia, sobre todo si está dispuesta a trabajar con Estados Unidos en la descarbonización del sector de la electricidad. Una nueva investigación del Lawrence Berkeley National Laboratory (LBNL), Energy Innovation y la Universidad de California en Berkeley muestra que China puede llegar a un 80% de generación de electricidad libre de carbono en 2035 sin aumentar costos ni sacrificar fiabilidad del sistema. Aunque ya va camino de superar la meta que se fijó de producir 1200 gigavatios de energía solar y eólica en 2030, China puede hacer mucho más si aprovecha su inigualada dotación de recursos renovables y su avanzada cadena de suministro en tecnología limpia.

En tanto, once estudios distintos realizados por instituciones de prestigio muestran que Estados Unidos puede alcanzar la meta fijada por el presidente Joe Biden (generación de electricidad 80% libre de carbono) en 2030 sin aumentar costos ni perder fiabilidad; sobre todo porque las fuentes renovables se están volviendo más baratas que el carbón. Sumando más capacidad de almacenamiento, preservando las fuentes de energía nuclear actuales y con un uso más flexible del gas natural y de la energía hídrica, Estados Unidos puede retirar sus centrales a carbón en forma fiable y cuadruplicar la generación barata de electricidad a partir de fuentes renovables de aquí al final de la década.

Fuerzas de mercado similares operan en China, que va camino de aumentar el porcentaje de energía limpia del 33% actual a 50% en 2030, en virtud de políticas favorables al desarrollo de las fuentes eólicas, solares, nucleares e hídricas. Con un marco de políticas aún más eficaz que incluya reformas del mercado, China puede reducir los costos de generación y transmisión a la par de la descarbonización de su red eléctrica.

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China ya ha demostrado su capacidad para un despliegue veloz de infraestructuras de energía limpia a gran escala. Para alcanzar un 80% de generación eléctrica limpia en 2035, tendría que sostener y aumentar el inigualado ritmo de desarrollo de la energía eólica y solar que tuvo en 2020. Si lo consigue, podrá aumentar su capacidad solar y eólica a 3000 GW, lo que según nuestra investigación supone crear alrededor de 1,2 millones de puestos de trabajo basados en la energía limpia.

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Tanto para China como para Estados Unidos, la fiabilidad del sistema es importante. Pero plantear una antinomia entre las fuentes renovables y la presunta constancia de los combustibles fósiles es falso. En 2021, durante la tormenta de invierno Uri, Texas experimentó la peor falla del sistema eléctrico convencional que haya tenido en décadas; y al poco tiempo, China sufrió una importante crisis de suministro propia.

La escasez de carbón y la presencia de incentivos de mercado perversos obligaron a los operadores de las redes chinas a racionar la provisión de energía a los clientes industriales. Como los precios de la energía se habían fijado por decisión administrativa, al dispararse la demanda de electricidad y el costo de los combustibles, los productores de energía recibieron una señal económica errada: cuanta más energía producían, más dinero perdían.

Tanto en China como en Estados Unidos, aumentar el porcentaje de energía generado a partir de fuentes renovables supone también mejorar la independencia energética y reducir los riesgos (evidentes en el transcurso de este año) asociados con la volatilidad de precios de los combustibles fósiles. Las alteraciones en los mercados energéticos provocaron el encarecimiento del gas natural y graves perjuicios a la economía de los Estados Unidos, que depende del gas para cubrir aproximadamente el 40% de su demanda de electricidad.

Por su parte, China depende de la importación de carbón, petróleo y gas natural, que desde la invasión rusa de Ucrania se han vuelto más volátiles. Pero las simulaciones del sector energético realizadas por el LBNL muestran que con un 80% de descarbonización del sistema, la red china podría cubrir la demanda en forma fiable incluso durante un mínimo de 35 años en la producción solar y eólica.

Como las políticas necesarias para impulsar la generación de electricidad libre de carbono en Estados Unidos y en China no son tan diferentes, los dos países pueden colaborar en la reforma del mercado energético, incluso aunque en otros temas la cooperación sea escasa. China ya está desarrollando un mercado nacional unificado para la electricidad (herramienta clave para aprovechar su variedad de recursos eólicos y solares en un área tan grande), pero la experiencia estadounidense en la mejora de competitividad de los mercados durante los últimos veinticinco años puede resultarle muy útil.

Los operadores estadounidenses están a la vanguardia del mundo en gestión de redes con alta participación de fuentes renovables e incorporación de nuevas tecnologías (por ejemplo baterías de almacenamiento), de modo que tienen muchas enseñanzas que ofrecer a sus homólogos chinos. Y China puede aprovechar el crecimiento del sector de las fuentes renovables para impulsar el desarrollo en las provincias chinas que dependen del carbón (como hace Estados Unidos con la nueva ley de reducción de la inflación y con el proyecto de ley bipartidario de infraestructura de 2021, que proveen financiación a la inversión industrial y en energía limpia en zonas con esa dependencia).

A pesar de las tensiones en el área de la seguridad, una coordinación que acelere la transición a la generación limpia de energía ofrece muchos beneficios a ambos países. Además de intercambiar tecnología y conocimiento, China y Estados Unidos pueden formular un compromiso conjunto con una descarbonización acelerada, con responsabilidades comunes pero diferenciadas, poniendo 2030 como plazo para alcanzar un 80% de generación limpia en Estados Unidos, y 2035 en el caso de China.

Mediante la promoción de intereses y oportunidades compartidos, Estados Unidos y China pueden liderar al mundo en la descarbonización de las redes de electricidad. Sus respectivos gobiernos no deben permitir que los desacuerdos políticos actuales sean un obstáculo.

Traducción: Esteban Flamini

https://prosyn.org/46WhACGes