SAN JOSÉ/BERKELEY – Nos hemos acostumbrado a las malas noticias climáticas. A pesar de las advertencias de los científicos y de las protestas de las comunidades, las inundaciones catastróficas, las olas de calor sin precedentes, los incendios forestales devastadores y las sequías que inducen a hambrunas se están volviendo cada vez más frecuentes.
Pero, en ocasiones, una sorpresa política agradable alienta a los responsables de las políticas y a los activistas a seguir adelante en la lucha contra el calentamiento global. La reciente sanción de la Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos (IRA), que acelerará la transición a energía limpia en ese país, es un buen ejemplo.
Hemos experimentado momentos alentadores similares en el pasado. En los meses previos a la adopción del acuerdo climático de París de 2015, Estados Unidos y China anunciaron un plan conjunto para reducir las emisiones que ayudaron a allanar el camino geopolítico hacia ese acuerdo histórico. En 2014, cientos de miles de norteamericanos participaron en la Marcha Popular por el Clima en la ciudad de Nueva York, echando por tierra todas las estimaciones de participación e instando al entonces secretario general de las Naciones Unidas Ban Ki-moon a pronunciarse y resaltar lo importantes que son las protestas.
Al igual que la IRA, estas victorias parecieron producirse de la nada. Pero los movimientos sociales ayudan a generar este progreso y pueden volverse más fuertes cuando los vientos políticos soplan a su favor.
Por otra parte, la nueva ley de Estados Unidos no podría haberse producido en mejor momento, porque los tiempos cobran ritmo para el movimiento climático en esta época del año. Dentro de pocas semanas, los jefes de Estado se reunirán en Nueva York para la Asamblea General de las Naciones Unidas, tras la cual se llevará a cabo una cumbre de alcaldes en Buenos Aires, la reunión del G20 en Bali, Indonesia, y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP27) en Sharm El-Sheikh, Egipto.
Los negociadores climáticos están acostumbrados a entrar en estas reuniones decididos a declarar un progreso a cualquier costo y a usar la simple fuerza de voluntad para mantener el foco en la justicia climática. En los últimos años, los activistas jóvenes nos han puesto en evidencia: no se puede decir que los esfuerzos para enfrentar la emergencia climática son suficientes cuando los políticos hacen poco más que hablar.
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Pero la sanción de la IRA significa que –a esta altura de la lucha contra el calentamiento global- podemos prepararnos para las reuniones inminentes con algo nuevo y tangible en la mano. Estados Unidos es el mayor emisor histórico de gases que calientan el planeta y en los últimos años ha sido uno de los principales rezagados en los foros internacionales destinados a abordar el problema. Pero la IRA mantiene a los norteamericanos en juego en el período previo a las conversaciones climáticas internacionales de este año.
La nueva ley no sólo coloca a Estados Unidos en la senda de una reducción marcada de su propia contaminación, sino que también, tal vez, haga bajar los precios de la energía renovable. Eso hará que a muchas economías emergentes y países de bajos ingresos les resulte más fácil adoptar energías renovables que construir más centrales eléctricas alimentadas a carbón.
Más allá de los obstáculos políticos para el progreso, existen señales en todo el mundo de que las cosas están avanzando en la dirección correcta. La Unión Europea quiere que el porcentaje de energías renovables en su combinación energética alcance al menos el 40% para 2030. El sector del transporte en la India, que representa el 14% de las emisiones totales del país, ha dado un salto adelante al unirse a la First Movers Coalition, cuyo objetivo es descarbonizar la industria pesada y los sectores del transporte de larga distancia responsables del 30% de las emisiones globales. El gobierno recientemente electo de Colombia ha dispuesto una agenda de justicia climática y ambiental sumamente ambiciosa que promete poner fin al modelo destructivo de extracción de recursos del país.
Significativamente, el boom industrial solar de China ha permitido que el precio de la energía renovable cayera a nuevos mínimos. En Brasil, la generación de energía eólica y solar aumentó en 2021 y hoy representa más del 13% de la combinación energética del país, superando el indicador de energía limpia de la OCDE para ese año.
Los avances políticos en materia de cuestiones climáticas pueden suceder de la noche a la mañana, sin ser previstos. Durante años, la industria de los combustibles fósiles ha estado decidida a convencernos de que no podemos vivir sin carbón, petróleo y gas natural. Pero el alza de los precios de la energía luego de la invasión de Ucrania por parte de Rusia ha demostrado que no podemos seguir alimentando nuestra adicción.
Si bien las compañías de combustibles fósiles obtienen beneficios imprevistos sin precedentes, los crecientes precios de la energía están causando penurias para la gente más vulnerable del mundo y han empujado a miles de millones de personas a la pobreza por primera vez. Aún en los países desarrollados, las familias de más bajos ingresos tal vez tengan que elegir entre comer y calentarse este invierno.
De la misma manera que la IRA intenta proteger a la población de Estados Unidos de los precios volátiles de los combustibles fósiles y sus efectos en cadena, todos los demás gobiernos deben cumplir con su responsabilidad de salvaguardar a sus ciudadanos. Si lo hacen, los historiadores considerarán este período como el momento en el que Estados Unidos impulsó un programa sideral antipobreza y la gente en todas partes conectó para siempre las políticas climáticas con su bienestar.
Todavía estamos muy lejos de donde tenemos que estar a la hora de resolver el cambio climático, pero hemos dado un gran paso adelante respecto de donde estábamos a comienzos de 2022. La IRA no es perfecta –un defecto evidente es la ausencia de financiamiento para ayudar a los países más pobres a adaptarse al cambio climático-, pero demuestra que los enormes obstáculos domésticos se pueden superar. La COP27 está a la vuelta de la esquina y los líderes deben llegar a la mesa con un espíritu de responsabilidad y evidencia tangible de su compromiso para actuar.
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To prevent unnecessary deaths from treatable diseases, the World Health Organization must be empowered to fulfill its mandate as the leading global emergency responder. If its $7.1 billion fundraising campaign falls short, we risk being caught unprepared again when the next pandemic arrives.
calls on wealthy countries to ensure that the World Health Organization can confront emerging threats.
Not only did Donald Trump win last week’s US presidential election decisively – winning some three million more votes than his opponent, Vice President Kamala Harris – but the Republican Party he now controls gained majorities in both houses on Congress. Given the far-reaching implications of this result – for both US democracy and global stability – understanding how it came about is essential.
SAN JOSÉ/BERKELEY – Nos hemos acostumbrado a las malas noticias climáticas. A pesar de las advertencias de los científicos y de las protestas de las comunidades, las inundaciones catastróficas, las olas de calor sin precedentes, los incendios forestales devastadores y las sequías que inducen a hambrunas se están volviendo cada vez más frecuentes.
Pero, en ocasiones, una sorpresa política agradable alienta a los responsables de las políticas y a los activistas a seguir adelante en la lucha contra el calentamiento global. La reciente sanción de la Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos (IRA), que acelerará la transición a energía limpia en ese país, es un buen ejemplo.
Hemos experimentado momentos alentadores similares en el pasado. En los meses previos a la adopción del acuerdo climático de París de 2015, Estados Unidos y China anunciaron un plan conjunto para reducir las emisiones que ayudaron a allanar el camino geopolítico hacia ese acuerdo histórico. En 2014, cientos de miles de norteamericanos participaron en la Marcha Popular por el Clima en la ciudad de Nueva York, echando por tierra todas las estimaciones de participación e instando al entonces secretario general de las Naciones Unidas Ban Ki-moon a pronunciarse y resaltar lo importantes que son las protestas.
Al igual que la IRA, estas victorias parecieron producirse de la nada. Pero los movimientos sociales ayudan a generar este progreso y pueden volverse más fuertes cuando los vientos políticos soplan a su favor.
Por otra parte, la nueva ley de Estados Unidos no podría haberse producido en mejor momento, porque los tiempos cobran ritmo para el movimiento climático en esta época del año. Dentro de pocas semanas, los jefes de Estado se reunirán en Nueva York para la Asamblea General de las Naciones Unidas, tras la cual se llevará a cabo una cumbre de alcaldes en Buenos Aires, la reunión del G20 en Bali, Indonesia, y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP27) en Sharm El-Sheikh, Egipto.
Los negociadores climáticos están acostumbrados a entrar en estas reuniones decididos a declarar un progreso a cualquier costo y a usar la simple fuerza de voluntad para mantener el foco en la justicia climática. En los últimos años, los activistas jóvenes nos han puesto en evidencia: no se puede decir que los esfuerzos para enfrentar la emergencia climática son suficientes cuando los políticos hacen poco más que hablar.
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Pero la sanción de la IRA significa que –a esta altura de la lucha contra el calentamiento global- podemos prepararnos para las reuniones inminentes con algo nuevo y tangible en la mano. Estados Unidos es el mayor emisor histórico de gases que calientan el planeta y en los últimos años ha sido uno de los principales rezagados en los foros internacionales destinados a abordar el problema. Pero la IRA mantiene a los norteamericanos en juego en el período previo a las conversaciones climáticas internacionales de este año.
La nueva ley no sólo coloca a Estados Unidos en la senda de una reducción marcada de su propia contaminación, sino que también, tal vez, haga bajar los precios de la energía renovable. Eso hará que a muchas economías emergentes y países de bajos ingresos les resulte más fácil adoptar energías renovables que construir más centrales eléctricas alimentadas a carbón.
Más allá de los obstáculos políticos para el progreso, existen señales en todo el mundo de que las cosas están avanzando en la dirección correcta. La Unión Europea quiere que el porcentaje de energías renovables en su combinación energética alcance al menos el 40% para 2030. El sector del transporte en la India, que representa el 14% de las emisiones totales del país, ha dado un salto adelante al unirse a la First Movers Coalition, cuyo objetivo es descarbonizar la industria pesada y los sectores del transporte de larga distancia responsables del 30% de las emisiones globales. El gobierno recientemente electo de Colombia ha dispuesto una agenda de justicia climática y ambiental sumamente ambiciosa que promete poner fin al modelo destructivo de extracción de recursos del país.
Significativamente, el boom industrial solar de China ha permitido que el precio de la energía renovable cayera a nuevos mínimos. En Brasil, la generación de energía eólica y solar aumentó en 2021 y hoy representa más del 13% de la combinación energética del país, superando el indicador de energía limpia de la OCDE para ese año.
Los avances políticos en materia de cuestiones climáticas pueden suceder de la noche a la mañana, sin ser previstos. Durante años, la industria de los combustibles fósiles ha estado decidida a convencernos de que no podemos vivir sin carbón, petróleo y gas natural. Pero el alza de los precios de la energía luego de la invasión de Ucrania por parte de Rusia ha demostrado que no podemos seguir alimentando nuestra adicción.
Si bien las compañías de combustibles fósiles obtienen beneficios imprevistos sin precedentes, los crecientes precios de la energía están causando penurias para la gente más vulnerable del mundo y han empujado a miles de millones de personas a la pobreza por primera vez. Aún en los países desarrollados, las familias de más bajos ingresos tal vez tengan que elegir entre comer y calentarse este invierno.
De la misma manera que la IRA intenta proteger a la población de Estados Unidos de los precios volátiles de los combustibles fósiles y sus efectos en cadena, todos los demás gobiernos deben cumplir con su responsabilidad de salvaguardar a sus ciudadanos. Si lo hacen, los historiadores considerarán este período como el momento en el que Estados Unidos impulsó un programa sideral antipobreza y la gente en todas partes conectó para siempre las políticas climáticas con su bienestar.
Todavía estamos muy lejos de donde tenemos que estar a la hora de resolver el cambio climático, pero hemos dado un gran paso adelante respecto de donde estábamos a comienzos de 2022. La IRA no es perfecta –un defecto evidente es la ausencia de financiamiento para ayudar a los países más pobres a adaptarse al cambio climático-, pero demuestra que los enormes obstáculos domésticos se pueden superar. La COP27 está a la vuelta de la esquina y los líderes deben llegar a la mesa con un espíritu de responsabilidad y evidencia tangible de su compromiso para actuar.