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¿Podrá Claudia Sheinbaum escapar de la sombra de AMLO?

CIUDAD DE MÉXICO – Cuando Andrés Manuel López Obrador fue elegido presidente de México en 2018, la pregunta era: ¿qué versión de AMLO – como es comúnmente conocido – gobernará? ¿Será el político pragmático que había prometido rectitud fiscal, defendido el libre comercio y apoyado la independencia del banco central? ¿O será el líder populista que, al estilo del autoritario Partido Revolucionario Institucional (PRI) de los años 70 y 80, buscaría cooptar a los votantes a través de extensos programas sociales y expandir el rol de las empresas estatales?

La presidencia de AMLO mantuvo la estabilidad económica al adherirse al marco monetario y fiscal consolidado durante el último cuarto de siglo, pese a su constante crítica al “modelo neoliberal". Por lo demás, su administración fue desastrosa en términos de asignación de recursos, derrochando más del 3% del PIB con la cancelación del nuevo aeropuerto parcialmente construido en Ciudad de México y en otros megaproyectos de infraestructura. Asimismo, AMLO financió transferencias sociales y otros proyectos mediante el uso de fondos destinados a programas críticos en salud y educación y el saqueo de recursos reservados para el alivio de desastres y otros propósitos específicos.

Esta estrategia fue políticamente eficaz. A pesar del pésimo desempeño económico durante su administración y la insatisfacción generalizada con el manejo del gobierno en seguridad, corrupción, atención médica y otros asuntos importantes, los índices de aprobación de AMLO se mantuvieron alrededor del 60-65% a lo largo de su mandato, y Claudia Sheinbaum, su sucesora designada, ganó cómodamente las elecciones presidenciales de junio. AMLO mantuvo su popularidad, en parte, por ser un gran comunicador, al crear una narrativa polarizadora de "el pueblo contra la mafia neoliberal" en sus conferencias de prensa diarias.

Pero, igual de importante para su popularidad, fue que el ingreso promedio de los hogares del 40% más pobre aumentó un 13.5% en términos reales durante el mandato de AMLO, ayudado por sustanciales aumentos en el salario mínimo. Durante ese mismo período, el gasto social, que incluyen las pensiones universales, las becas educativas y otros esquemas de apoyo, aumentó un 47% en términos reales, llegando a más de 3 millones de hogares adicionales. Sin duda, las remesas de los mexicanos que trabajan en el extranjero también casi se duplicaron bajo el mandato de AMLO, alcanzando un récord de 63 mil millones de dólares en 2023, contribuyendo sustancialmente al ingreso  disponible de la población.

La aplastante victoria de Sheinbaum se ha convertido en un problema. En septiembre, AMLO impulsó una reforma muy controversial que introduce la elección por voto popular de jueces estatales, federales e incluso de la Suprema Corte. Esta reforma radical representa una amenaza fundamental para la independencia del poder judicial. Asimismo, esta acción es percibida por muchos como un movimiento del partido gobernante Morena para consolidar el control sobre los tres poderes del gobierno, revirtiendo las reformas democráticas de las últimas tres décadas y allanando el camino hacia el autoritarismo.

Además, AMLO impulsó recientemente la incorporación de la Guardia Nacional (que reemplazó a la Policía Federal a principios de su mandato) al ejército, formalizando la militarización de la seguridad pública, en medio de niveles inusitados de violencia y expansión territorial del crimen organizado. Otras reformas propuestas, incluidas las del sistema de pensiones y el salario mínimo, implican el riesgo de complicar sustancialmente la perspectiva a mediano plazo de las finanzas públicas. Mientras que la legislación dirigida a eliminar los organismos reguladores independientes concentraría aún más el poder en el ejecutivo. Si se aprueban, estas medidas consagrarían el populismo iliberal de AMLO en la Constitución y alterarían la estructura del estado mexicano en los años venideros.

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Inversionistas, analistas independientes y organizaciones de la sociedad civil han expresado serias preocupaciones sobre estos cambios, especialmente porque el poder judicial ha actuado como un contrapeso efectivo contra AMLO. El peso mexicano se ha depreciado frente al dólar, la volatilidad en el mercado de bonos de México ha aumentado, la prima de riesgo para las obligaciones del gobierno mexicano ha subido, y muchos proyectos de “nearshoring” financiados por el sector privado se han pausado. Las agencias de calificación crediticia incluso podrían degradar a México, lo que precipitaría mayores costos de endeudamiento e incrementaría el riesgo de turbulencias en los mercados financieros. Un escenario así marcaría un comienzo desastroso para la administración de Sheinbaum.

Sheinbaum ya enfrenta varios desafíos descomunales. El gobierno debe reducir el déficit fiscal, ahora del 6% del PIB, y aumentar los ingresos para financiar los programas sociales e incrementar la inversión en salud y educación, que cayeron drásticamente durante el mandato de AMLO. México también necesita urgentemente aumentar la producción de energía limpia, abordar la escasez de agua y financiar proyectos logísticos y de infraestructura, que hasta ahora han sido financiados en gran medida por el sector privado, para aprovechar las oportunidades de “nearshoring” creadas por el desacoplamiento entre China y el enorme vecino del norte de México.

Consciente de al menos algunos de los riesgos que plantean las reformas constitucionales de su mentor, Sheinbaum ha asegurado al sector privado que su administración dará la bienvenida a la inversión extranjera y será más cercana con el sector privado comparado con la de AMLO. Sin embargo, Sheinbaum debe su puesto a AMLO, quien controla Morena y la eligió su sucesora. Esto pone a Sheinbaum en una encrucijada. En lugar de sentar las bases para un desarrollo sostenible, debe comenzar su mandato en modo de control de daños, calmando las preocupaciones sobre el clima de inversión y garantizando la estabilidad financiera.

La pregunta que se planteó sobre AMLO hace seis años ha resurgido con la victoria de Sheinbaum. ¿Abrazará el populismo de su predecesor, como la activista estudiantil de izquierda que alguna vez fue, o gobernará como la pragmática científica climática que se sustenta en datos, convertida en política que fue como Jefa de Gobierno de la Ciudad de México?

En su discurso inaugural del 1 de octubre, Sheinbaum adoptó parte de la retórica de AMLO, prometiendo ampliar los programas sociales con un énfasis en los derechos de las mujeres y la protección de la familia. Pero, lo que es importante destacas es que no adoptó un tono divisivo, ni demonizó el neoliberalismo. Sheinbaum también anunció un gabinete razonablemente competente y enumeró sus prioridades: agua, energía renovable, logística e infraestructura. Se espera que elimine los obstáculos a la inversión del sector privado en la generación de energía limpia y renueve las concesiones a empresas extranjeras para la exploración y producción de petróleo, que pueden proporcionado un impulso muy necesario dadas las precarias condiciones financieras y operativas de PEMEX, el gigante energético estatal.

Dado esto, tal vez una pregunta más relevante sea si a Sheinbaum se le permitirá seguir su propio camino. Durante más de un siglo, los presidentes entrantes de México han tenido que enfrentarse a poderosos predecesores que intentaban seguir ejerciendo el poder. Si Sheinbaum puede hacer lo mismo, determinará el éxito de su administración.

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