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El retorno a la hegemonía liberal estadounidense

HAMBURGO – Tras cuatro años de Donald Trump, su inminente salida del cargo es motivo de mucha esperanza. El Gran Disruptor será reemplazado por Joe Biden, un internacionalista e institucionalista con una postura favorable a Europa y a la OTAN, que a diferencia de Trump, tratará a los amigos de Estados Unidos mejor que a los enemigos tradicionales (entre otras cosas, respetando el libre comercio). En el ámbito de la cooperación militar, no llenará a los aliados de amenazas por el estilo de «o pagan lo que les corresponde o nos vamos». El multilateralismo guiará una vez más la política estadounidense; se volverá a una hegemonía liberal, en vez de la tosca versión iliberal de Trump.

«Liberal» quiere decir un orden internacional basado en reglas, la promoción de la democracia y sociedades abiertas. Trump no sólo abandonó estos principios, sino que también mostró afinidad con los déspotas del mundo, coqueteando alternativamente con figuras como el presidente ruso Vladimir Putin y el dictador norcoreano Kim Jong‑un. (Pero la indulgencia estadounidense con Arabia Saudita, por supuesto, no es adjudicable a Trump: todos los gobiernos han adherido a aquel viejo dicho de que «será un bastardo, pero es nuestro bastardo».)

El juego de Trump fue estrictamente de suma cero, sobre todo en lo referido al comercio. Esto supone un claro desvío respecto de la tradición estadounidense de la posguerra, con su énfasis en el intercambio con suma positiva, donde ambas partes ganan. Trump arrastró de vuelta al mundo a una política de poder decimonónica, en la que los estados no tienen amigos permanentes, sino intereses permanentes.

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