¿Puede la ciencia salvar el mundo?

CAMBRIDGE – Para muchas personas, no hay mejor época que esta para estar vivos. Las innovaciones que impulsan los avances económicos –tecnología de la información, biotecnología y nanotecnología- pueden mejorar los estándares de vida, tanto en el mundo en desarrollo como en el desarrollado. Nos estamos volviendo parte de un ciberespacio que puede vincular a cualquiera, en cualquier lugar, a toda la información y cultura del mundo, y a cualquier otra persona del planeta.

Las tecnologías del siglo veintiuno ofrecerán estilos de vida benignos en términos ambientales y los recursos para aliviar los padecimientos y mejorar las oportunidades de vida de las dos mil millones de personas más pobres del mundo. Más aún, la mayor amenaza de los años 60 y 70 -la hecatombe nuclear- ha disminuido. Sin embargo, podría resurgir si se llega otra vez a un punto muerto en el enfrentamiento entre nuevas superpotencias. Y existen otros riesgos, originados en el mayor impacto colectivo de la humanidad en el planeta, y por la creciente autonomía de las personas.

Poco después de la Segunda Guerra Mundial, los físicos de la Universidad de Chicago comenzaron una publicación llamada el Boletín de Científicos Atómicos para promover el control de armas. El logo de la cubierta del Boletín es un reloj, y la proximidad de sus agujas a la medianoche indica el juicio de los editores acerca de lo precario de la situación mundial. Cada cierta cantidad de años cambiaba la posición de las agujas, hacia adelante o atrás. El punto más cercano a la medianoche fue en 1962, durante la Crisis de los Misiles Cubanos.

Cuando terminó la Guerra Fría, el reloj del Boletín retrocedió a 17 minutos para la medianoche, pero las agujas han comenzado avanzar nuevamente. Estamos ante la proliferación de armas nucleares (por ejemplo, Irán y Corea del Norte). Los terroristas al estilo de Al-Qaeda podrían detonar a propósito un arma nuclear en un centro urbano, matando a decenas de miles de personas.

Incluso si se logra contener la amenaza nuclear, el siglo veintiuno nos puede poner frente a graves y nuevos peligros globales. El cambio climático se presenta como el principal reto ambiental de largo plazo de este siglo. Las acciones humanas -quemar combustibles fósiles- ya han hecho crecer la concentración de dióxido de carbono a sus mayores niveles en 500.000 años, elevándose cerca de un 0,5% al año.

Lo que es más preocupante, se proyecta que el carbón, el petróleo y el gas den respuesta a la mayor parte de las crecientes necesidades energéticas de las próximas décadas. Si eso sigue así, la concentración de CO2 llegará a duplicar el nivel preindustrial para el año 2050, y tres veces ese nivel más avanzado el siglo.

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El mundo gasta cerca de 7 mil millones de dólares al año en energía e infraestructura; sin embargo, nuestros esfuerzos de investigación y desarrollo no están a la altura de enfrentar el reto del cambio climático. No hay una solución única, pero algunas medidas, como un mejor aislamiento de los edificios, ahorrarían en lugar de costar dinero.

Las iniciativas para economizar en energía, almacenarla y generarla mediante métodos "limpios" o de bajo consumo de carbono merece tener la prioridad y el tipo de compromiso de los gobiernos que se dio al Proyecto Manhattan (que creó la bomba atómica) o la llegada del hombre a la luna con el proyecto Apolo.

La principal prioridad debería ser un esfuerzo coordinado de Europa, Estados Unidos y los demás países del G-8+5 para crear plantas de demostración que desarrollen tecnologías de captura y almacenamiento de carbono. Esto es crucial, porque sean cuales sean los avances técnicos sobre fuentes de energía solar y otras energías renovables, seguiremos dependiendo del carbón y el petróleo durante los próximos 40 años. Sin embargo, a menos que podamos revertir la creciente curva de emisiones anuales, la concentración de CO2 alcanzará un nivel verdaderamente peligroso.

La humanidad también debe enfrentarse a otras “amenazas sin enemigos”, distintas del cambio climático del cambio climático (aunque están relacionadas con él).  La pérdida de diversidad biológica es una de las más graves. El ritmo de extinción es 1000 veces más rápido que lo normal, y está aumentando.

La diversidad es un componente crucial del bienestar humano y del crecimiento económico. Claramente, será prejudicial para nosotros si los peces comienzan a extinguirse en los océanos. Menos evidente es el daño de que se extingan plantas en el bosque lluvioso, cuyo mapa genético podría sernos de utilidad en el futuro.

Por supuesto, las presiones sobre nuestro planeta dependen de nuestro estilo de vida. El mundo no podría dar sustento a sus 6,5 mil millones de personas si todas ellas vivieran como los estadounidenses actuales. Pero podría hacerlo si incluso la gente próspera adoptara una dieta vegetariana, viajara poco e interactuara virtualmente. Las nuevas tecnologías determinarán nuestro estilo de vida y nuestro nivel de exigencia sobre los recursos energéticos y ambientales.

No obstante, nuestros problemas se ven agravados por el rápido crecimiento de la población humana, que se proyecta llegue a los ocho o incluso nueve mil millones para el año 2050. Si sigue aumentando más allá de 2050, no podemos sino ver el futuro con preocupación.

Sin embargo, hoy existen más de 60 países donde el índice de natalidad está por debajo del nivel de sustitución. Si esto fuera cierto para todos los países, la población mundial comenzaría a bajar después de 2050, lo que sin duda sería positivo.

Todos los avances actuales –cibernética, biotecnología, o nanotecnología- generarán nuevos riesgos de que se produzcan abusos. La Academia Nacional Estadounidense de Ciencias ha advertido que: "Apenas unos cuantos individuos con habilidades especializadas... podrían producir de manera fácil y poco costosa una serie de armas biológicas letales... El desciframiento de la secuencia del genoma humano y la elucidación completa de numerosos genes patógenos... crea el riesgo de que se abuse de la ciencia para crear nuevos agentes de destrucción masiva".

Ni siquiera sería necesaria una red organizada, sino apenas un fanático con la mentalidad de quienes hoy diseñan virus informáticos. La aldea global tendrá sus idiotas.

En nuestro mundo cada vez más interconectado, existen nuevos riesgos cuyas consecuencias pueden ser muy amplias, incluso globales. Es inaceptable hasta la más pequeña probabilidad de que ocurra una catástrofe global. Si aplicamos a los riesgos catastróficos el mismo análisis prudente que nos hace adquirir un seguro –multiplicar la probabilidad por las consecuencias- sin duda daríamos prioridad a medidas que redujeran este tipo de riesgo extremo. Las decisiones que tomemos tanto individual como colectivamente en el futuro cercano determinarán si la ciencia del siglo veintiuno nos depara resultados benignos o desastrosos.

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