LUXEMBURGO – Los líderes mundiales se han reunido esta semana en la ciudad de Nueva York para la Cumbre de Naciones Unidas sobre la Acción Climática; es un buen momento para recordar que las ciudades no son sólo entornos convenientes para la coexistencia y el diálogo, sino también importantes fuentes de emisión de gases de efecto invernadero.
Como núcleos de empleo, comercio e innovación, las ciudades son los motores del crecimiento económico, y aportan más del 80% del PIB global. A mediados de este siglo, más de seis mil millones de personas (casi el 70% de la población mundial) vivirán en áreas urbanas (hoy son unos cuatro mil millones). Pero las ciudades ya usan más de dos tercios de los recursos y de la energía del mundo, y generan más del 70% de las emisiones de dióxido de carbono. El crecimiento de las ciudades incrementará estas cifras. Entre 2011 y 2013, China usó más cemento en desarrollo urbano que Estados Unidos durante todo el siglo XX.
De modo que el futuro de nuestro planeta depende de la gestión del desarrollo urbano. Además de ser el principal factor de cambio climático, las ciudades también están entre las áreas que corren más riesgo y a las que más beneficiará la transición ecológica. El 90% de las áreas urbanas del mundo son costeras y pueden ser afectadas por el aumento de nivel de los mares, de modo que se necesitan importantes esfuerzos para proteger a la mayor parte de la población mundial contra esta y otras amenazas climáticas. Los beneficios de la inversión en acción climática se verán ante todo en las ciudades. Lograr ciudades más compactas, conectadas y coordinadas en torno de políticas ecológicas puede generar ahorros económicos por hasta 17 billones de dólares en 2050.
En primer lugar, hay que reducir mucho más el consumo de energía, las emisiones nocivas y la contaminación del aire, para lo cual es particularmente importante mejorar la eficiencia energética en las áreas urbanas. Como las infraestructuras urbanas son difíciles de cambiar en poco tiempo (y duran mucho), ahora es el momento para iniciar un nuevo debate sobre la urbanización. Las ciudades deben elaborar planes para reducir las emisiones de CO2, generar resiliencia e incluir a todos los sectores relevantes de la economía en la transición a la energía limpia. Las autoridades deben planificar adaptaciones a las infraestructuras actuales y nuevas inversiones a largo plazo.
Muchas ciudades en todo el mundo ya están incorporando los objetivos climáticos en sus planes de desarrollo urbano. Copenhague puso el acento en mejorar la eficiencia energética de sus edificios. Bangalore invierte en transporte sostenible. Y entre otros buenos ejemplos, Ciudad de México se ha centrado en fortalecer la capacidad de sus residentes más vulnerables para resistir fenómenos meteorológicos extremos.
Cada vez más ciudades son conscientes de que las políticas favorables al medioambiente tienen beneficios inmediatos en términos de calidad de vida y crecimiento económico. Las inversiones ecológicas tienen sentido desde un punto de vista económico, porque tienden a mejorar la calidad de los servicios municipales, la pureza del aire y la seguridad hídrica. De hecho, el costo de la energía solar ya aventaja en muchos casos al de los combustibles fósiles, y el reciclado de plástico (fundamental para la limpieza de los océanos) es una fuente estable de empleo.
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Pero las ciudades tienen que hacer más, reconociendo los beneficios de una economía circular que minimice los residuos. La guía “15 pasos hacia una economía circular para las ciudades” del Banco Europeo de Inversiones muestra que la reducción del consumo de recursos y su reutilización pueden aportar a las ciudades y a sus residentes grandes beneficios, incluida una menor huella de carbono. Los bancos internacionales de desarrollo ya proveen a las ciudades asistencia financiera y técnica para proyectos relacionados con el clima en todo el mundo. Para el BEI, las prioridades son la eficiencia energética, las fuentes renovables y el transporte sostenible.
Al mismo tiempo, los gobiernos deben aprobar nuevas normas, dar más incentivos que ayuden a los proyectos a despegar y alentar a las empresas a innovar más. Para eso es necesario que todas las partes interesadas estén conectadas y en sintonía. Redes interurbanas como C40 Cities, la asociación ICLEI de gobiernos locales para la sostenibilidad y el Pacto Mundial de Alcaldes para el Clima y la Energía son un buen punto de partida. Estas asociaciones tienen poder e influencia para reunir en la misma mesa a las personas correctas a discutir políticas concretas.
Por su parte, el BEI y el Pacto Mundial de Alcaldes han unido fuerzas para ayudar a los gobiernos municipales a financiar la acción climática y crear ciudades más ecológicas para las generaciones futuras. Dentro de esta nueva estructura, iniciamos hace un año el Global Climate City Challenge con el objetivo de proveer asistencia técnica que ayude a preparar y acelerar la financiación de proyectos urbanos de acción climática. Tras recabar 145 ideas para políticas climáticas de más de cien ciudades en todo el mundo, elegimos 20 propuestas que suponen un potencial total de inversión de 1400 millones de euros (1500 millones de dólares). Mediante la extensión de asistencia técnica y financiación de proyectos climáticos a ciudades en África, Asia, América Latina y la UE, el programa creará empleos, reducirá los costos de la energía, mejorará la calidad del aire y la gestión de residuos y aguas servidas y generará resiliencia.
Para resolver el problema crucial de que faltan subvenciones que permitan a los proyectos llegar a la etapa de análisis de factibilidad y finalmente a la de inversión, durante la cumbre de la ONU se lanzó un fondo de financiación puente para la acción climática municipal, que busca recaudar más de cien millones de euros en subvenciones que destraben al menos 4000 millones de euros en proyectos.
Los gobiernos y los dirigentes financieros reunidos en Nueva York deben saber que no están solos. Tienen el apoyo de una comunidad global cada vez más grande de alcaldes, funcionarios locales y dirigentes del sector privado, decididos a iniciar una era de ciudades más ecológicas para todos los ciudadanos. Nuestra tarea es asegurar que sus voces se oigan.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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LUXEMBURGO – Los líderes mundiales se han reunido esta semana en la ciudad de Nueva York para la Cumbre de Naciones Unidas sobre la Acción Climática; es un buen momento para recordar que las ciudades no son sólo entornos convenientes para la coexistencia y el diálogo, sino también importantes fuentes de emisión de gases de efecto invernadero.
Como núcleos de empleo, comercio e innovación, las ciudades son los motores del crecimiento económico, y aportan más del 80% del PIB global. A mediados de este siglo, más de seis mil millones de personas (casi el 70% de la población mundial) vivirán en áreas urbanas (hoy son unos cuatro mil millones). Pero las ciudades ya usan más de dos tercios de los recursos y de la energía del mundo, y generan más del 70% de las emisiones de dióxido de carbono. El crecimiento de las ciudades incrementará estas cifras. Entre 2011 y 2013, China usó más cemento en desarrollo urbano que Estados Unidos durante todo el siglo XX.
De modo que el futuro de nuestro planeta depende de la gestión del desarrollo urbano. Además de ser el principal factor de cambio climático, las ciudades también están entre las áreas que corren más riesgo y a las que más beneficiará la transición ecológica. El 90% de las áreas urbanas del mundo son costeras y pueden ser afectadas por el aumento de nivel de los mares, de modo que se necesitan importantes esfuerzos para proteger a la mayor parte de la población mundial contra esta y otras amenazas climáticas. Los beneficios de la inversión en acción climática se verán ante todo en las ciudades. Lograr ciudades más compactas, conectadas y coordinadas en torno de políticas ecológicas puede generar ahorros económicos por hasta 17 billones de dólares en 2050.
En primer lugar, hay que reducir mucho más el consumo de energía, las emisiones nocivas y la contaminación del aire, para lo cual es particularmente importante mejorar la eficiencia energética en las áreas urbanas. Como las infraestructuras urbanas son difíciles de cambiar en poco tiempo (y duran mucho), ahora es el momento para iniciar un nuevo debate sobre la urbanización. Las ciudades deben elaborar planes para reducir las emisiones de CO2, generar resiliencia e incluir a todos los sectores relevantes de la economía en la transición a la energía limpia. Las autoridades deben planificar adaptaciones a las infraestructuras actuales y nuevas inversiones a largo plazo.
Muchas ciudades en todo el mundo ya están incorporando los objetivos climáticos en sus planes de desarrollo urbano. Copenhague puso el acento en mejorar la eficiencia energética de sus edificios. Bangalore invierte en transporte sostenible. Y entre otros buenos ejemplos, Ciudad de México se ha centrado en fortalecer la capacidad de sus residentes más vulnerables para resistir fenómenos meteorológicos extremos.
Cada vez más ciudades son conscientes de que las políticas favorables al medioambiente tienen beneficios inmediatos en términos de calidad de vida y crecimiento económico. Las inversiones ecológicas tienen sentido desde un punto de vista económico, porque tienden a mejorar la calidad de los servicios municipales, la pureza del aire y la seguridad hídrica. De hecho, el costo de la energía solar ya aventaja en muchos casos al de los combustibles fósiles, y el reciclado de plástico (fundamental para la limpieza de los océanos) es una fuente estable de empleo.
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Pero las ciudades tienen que hacer más, reconociendo los beneficios de una economía circular que minimice los residuos. La guía “15 pasos hacia una economía circular para las ciudades” del Banco Europeo de Inversiones muestra que la reducción del consumo de recursos y su reutilización pueden aportar a las ciudades y a sus residentes grandes beneficios, incluida una menor huella de carbono. Los bancos internacionales de desarrollo ya proveen a las ciudades asistencia financiera y técnica para proyectos relacionados con el clima en todo el mundo. Para el BEI, las prioridades son la eficiencia energética, las fuentes renovables y el transporte sostenible.
Al mismo tiempo, los gobiernos deben aprobar nuevas normas, dar más incentivos que ayuden a los proyectos a despegar y alentar a las empresas a innovar más. Para eso es necesario que todas las partes interesadas estén conectadas y en sintonía. Redes interurbanas como C40 Cities, la asociación ICLEI de gobiernos locales para la sostenibilidad y el Pacto Mundial de Alcaldes para el Clima y la Energía son un buen punto de partida. Estas asociaciones tienen poder e influencia para reunir en la misma mesa a las personas correctas a discutir políticas concretas.
Por su parte, el BEI y el Pacto Mundial de Alcaldes han unido fuerzas para ayudar a los gobiernos municipales a financiar la acción climática y crear ciudades más ecológicas para las generaciones futuras. Dentro de esta nueva estructura, iniciamos hace un año el Global Climate City Challenge con el objetivo de proveer asistencia técnica que ayude a preparar y acelerar la financiación de proyectos urbanos de acción climática. Tras recabar 145 ideas para políticas climáticas de más de cien ciudades en todo el mundo, elegimos 20 propuestas que suponen un potencial total de inversión de 1400 millones de euros (1500 millones de dólares). Mediante la extensión de asistencia técnica y financiación de proyectos climáticos a ciudades en África, Asia, América Latina y la UE, el programa creará empleos, reducirá los costos de la energía, mejorará la calidad del aire y la gestión de residuos y aguas servidas y generará resiliencia.
Para resolver el problema crucial de que faltan subvenciones que permitan a los proyectos llegar a la etapa de análisis de factibilidad y finalmente a la de inversión, durante la cumbre de la ONU se lanzó un fondo de financiación puente para la acción climática municipal, que busca recaudar más de cien millones de euros en subvenciones que destraben al menos 4000 millones de euros en proyectos.
Los gobiernos y los dirigentes financieros reunidos en Nueva York deben saber que no están solos. Tienen el apoyo de una comunidad global cada vez más grande de alcaldes, funcionarios locales y dirigentes del sector privado, decididos a iniciar una era de ciudades más ecológicas para todos los ciudadanos. Nuestra tarea es asegurar que sus voces se oigan.
Traducción: Esteban Flamini