El ex primer ministro sirio y preso político Mamoun al-Homsi, el activista kurdo Djengizkhan Hasso del Consejo Ejecutivo de la Asamblea Nacional de Kurdistán y yo recientemente nos reunimos con el presidente George W. Bush en el Salón Oval. También asistieron a la reunión de una hora el asesor de Seguridad Nacional Steven Hadley, el vice-asesor de Seguridad Nacional Elliott Abrams, el asesor de Seguridad Nacional del vicepresidente John Hannah, además de otros funcionarios.
Inmediatamente después de la conferencia de Annapolis, que congregó a representantes de todos los Estados árabes -incluyendo Siria- e Israel, muchos observadores consideraron nuestra reunión como una señal de la negativa por parte de la administración Bush a normalizar las relaciones bilaterales con Siria o sellar algún acuerdo o pacto con su régimen.
De hecho, estas opiniones tal vez no sean del todo erróneas, ya que, mientras hablaba con nosotros, Bush no intentó disimular su desdén por los gobernantes de Siria, y rechazó la posibilidad de conversaciones directas o cualquier mejora de las relaciones. Así las cosas, el "lenguaje corporal positivo" que el embajador de Siria en Estados Unidos, Emad Moustapha, dijo haber detectado durante su breve encuentro con la secretaria de Estado Condoleezza Rice durante la reunión de Annapolis fue superado por el lenguaje verbal negativo de Bush durante nuestro encuentro. Y todos sabemos quién toma las decisiones.
Por nuestra parte, subrayamos la situación cada vez peor en materia de derechos humanos en Siria. De hecho, tan pronto como terminó nuestro encuentro, y cuando el mundo conmemoraba el Día Internacional de los Derechos Humanos, el régimen sirio lanzó una campaña masiva de arrestos e intimidación dirigida contra algunos de los disidentes más prominentes del país. Si bien muchos fueron liberados en el lapso de unas horas, algunos todavía siguen en la cárcel.
Este episodio también destaca la necesidad de un continuo énfasis en los derechos humanos y la promoción de la democracia. Por cierto, el creciente cinismo en este sentido es una tendencia peligrosa, porque ésta es “la” cuestión que sigue interesando al pueblo de Oriente Medio y puede ayudar inmensamente en la lucha de las potencias occidentales para ganar los corazones y las mentes en nuestra región.
La “agenda de la libertad” de Estados Unidos no es la causa de su accionar actual en Oriente Medio. El problema ha sido la falta de consistencia a la hora de promover la agenda, la imposibilidad de desarrollar un respaldo internacional más amplio de esta agenda y el comportamiento mismo de Estados Unidos, que la presentó como un plan marcial, y no como un Plan Marshall.
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Más allá de cuál sea la causa de estas deficiencias, la lección que deberían extraer los estrategas políticos estadounidenses y europeos es que el objetivo –facilitar la democratización y la modernización- sigue siendo válido, a pesar de la necesidad de un cambio de táctica.
Abandonar la agenda de la libertad reafirmaría la noción aún popular de que lo único que realmente le preocupa a Estados Unidos en Oriente Medio es el petróleo y la seguridad israelí, a expensas de todo lo demás, incluso del desarrollo regional y el bienestar de los pueblos árabe y musulmán. Esta convicción sigue facilitando el reclutamiento por parte de grupos extremistas y debe ser contrarrestada de manera efectiva para impedir el surgimiento de nuevos frentes en la guerra contra el terrorismo.
Es verdad, una agenda de la libertad no cambiará las actitudes de la gente de la noche a la mañana, pero si se la observa de manera consistente, con el correr del tiempo, y con un apoyo bipartidario en Estados Unidos –y un respaldo más constante en Europa- tendrá posibilidades de avanzar de manera seria.
Existen muchos “si” en esta cuestión, pero los activistas pro-democracia sólo pueden vivir gracias a la esperanza o, como dijo el difunto dramaturgo sirio Saadallah Wannous, están condenados a la esperanza.
A pesar del historial variopinto de Bush, todavía parece compartir esta esperanza. ¿Lo mismo será válido para el próximo presidente de Estados Unidos?
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South Korea's latest political crisis is further evidence that the 1987 constitution has outlived its usefulness. To facilitate better governance and bolster policy stability, the country must establish a new political framework that includes stronger checks on the president and fosters genuine power-sharing.
argues that breaking the cycle of political crises will require some fundamental reforms.
Among the major issues that will dominate attention in the next 12 months are the future of multilateralism, the ongoing wars in Ukraine and the Middle East, and the threats to global stability posed by geopolitical rivalries and Donald Trump’s second presidency. Advances in artificial intelligence, if regulated effectively, offer a glimmer of hope.
asked PS contributors to identify the national and global trends to look out for in the coming year.
El ex primer ministro sirio y preso político Mamoun al-Homsi, el activista kurdo Djengizkhan Hasso del Consejo Ejecutivo de la Asamblea Nacional de Kurdistán y yo recientemente nos reunimos con el presidente George W. Bush en el Salón Oval. También asistieron a la reunión de una hora el asesor de Seguridad Nacional Steven Hadley, el vice-asesor de Seguridad Nacional Elliott Abrams, el asesor de Seguridad Nacional del vicepresidente John Hannah, además de otros funcionarios.
Inmediatamente después de la conferencia de Annapolis, que congregó a representantes de todos los Estados árabes -incluyendo Siria- e Israel, muchos observadores consideraron nuestra reunión como una señal de la negativa por parte de la administración Bush a normalizar las relaciones bilaterales con Siria o sellar algún acuerdo o pacto con su régimen.
De hecho, estas opiniones tal vez no sean del todo erróneas, ya que, mientras hablaba con nosotros, Bush no intentó disimular su desdén por los gobernantes de Siria, y rechazó la posibilidad de conversaciones directas o cualquier mejora de las relaciones. Así las cosas, el "lenguaje corporal positivo" que el embajador de Siria en Estados Unidos, Emad Moustapha, dijo haber detectado durante su breve encuentro con la secretaria de Estado Condoleezza Rice durante la reunión de Annapolis fue superado por el lenguaje verbal negativo de Bush durante nuestro encuentro. Y todos sabemos quién toma las decisiones.
Por nuestra parte, subrayamos la situación cada vez peor en materia de derechos humanos en Siria. De hecho, tan pronto como terminó nuestro encuentro, y cuando el mundo conmemoraba el Día Internacional de los Derechos Humanos, el régimen sirio lanzó una campaña masiva de arrestos e intimidación dirigida contra algunos de los disidentes más prominentes del país. Si bien muchos fueron liberados en el lapso de unas horas, algunos todavía siguen en la cárcel.
Este episodio también destaca la necesidad de un continuo énfasis en los derechos humanos y la promoción de la democracia. Por cierto, el creciente cinismo en este sentido es una tendencia peligrosa, porque ésta es “la” cuestión que sigue interesando al pueblo de Oriente Medio y puede ayudar inmensamente en la lucha de las potencias occidentales para ganar los corazones y las mentes en nuestra región.
La “agenda de la libertad” de Estados Unidos no es la causa de su accionar actual en Oriente Medio. El problema ha sido la falta de consistencia a la hora de promover la agenda, la imposibilidad de desarrollar un respaldo internacional más amplio de esta agenda y el comportamiento mismo de Estados Unidos, que la presentó como un plan marcial, y no como un Plan Marshall.
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Abandonar la agenda de la libertad reafirmaría la noción aún popular de que lo único que realmente le preocupa a Estados Unidos en Oriente Medio es el petróleo y la seguridad israelí, a expensas de todo lo demás, incluso del desarrollo regional y el bienestar de los pueblos árabe y musulmán. Esta convicción sigue facilitando el reclutamiento por parte de grupos extremistas y debe ser contrarrestada de manera efectiva para impedir el surgimiento de nuevos frentes en la guerra contra el terrorismo.
Es verdad, una agenda de la libertad no cambiará las actitudes de la gente de la noche a la mañana, pero si se la observa de manera consistente, con el correr del tiempo, y con un apoyo bipartidario en Estados Unidos –y un respaldo más constante en Europa- tendrá posibilidades de avanzar de manera seria.
Existen muchos “si” en esta cuestión, pero los activistas pro-democracia sólo pueden vivir gracias a la esperanza o, como dijo el difunto dramaturgo sirio Saadallah Wannous, están condenados a la esperanza.
A pesar del historial variopinto de Bush, todavía parece compartir esta esperanza. ¿Lo mismo será válido para el próximo presidente de Estados Unidos?