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Las economías emergentes tienen un nuevo imperativo

SHANGHÁI – Durante los últimos 25 años, las revoluciones en las tecnologías de comunicaciones y transporte han permitido que las empresas creen cadenas de valor verdaderamente globales. Aquellas que procesan materias primas se pudieron conectar con los fabricantes de insumos y partes, que a su vez se vincularon con las empresas que ensamblan y empaquetan productos finales y luego con los canales de distribución que llegan a los consumidores de todo el mundo.

En las dos décadas previas a la pandemia del COVID-19, el valor anual de productos intermedios exportados a través de las fronteras se triplicó, a más de 10 billones de dólares, dando lugar a un sistema de producción intrincadamente coreografiado. Pero, como estas redes globales han evolucionado para reducir los costos a través de una máxima eficiencia, pueden ser frágiles, y a veces romperse bajo presión.

Por lo tanto, cada país involucrado en las redes de producción del mundo debe entender su exposición al riesgo, y generar más resiliencia donde haga falta. Para las economías emergentes que buscan expandir la fabricación orientada a las exportaciones, las implicancias de este reconocimiento global podrían tener un amplio alcance.

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