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El BCE necesita nuevas reglas de inflación

MÚNICH – El inminente relevo de autoridades en el Banco Central Europeo es una oportunidad (incluso, una obligación) de revisar el marco de formulación de políticas de la institución. El BCE puede atribuirse mérito por grandes logros durante la presidencia de Mario Draghi; sobre todo, haber estabilizado la eurozona durante la crisis financiera global de 2007‑08 y puesto fin a las especulaciones sobre una posible ruptura de la unión monetaria durante la crisis de deuda soberana de 2012. Pero la estrategia del BCE para guiar la inflación de precios de consumo no ha sido tan exitosa.

Las políticas del BCE en relación con la inflación tuvieron algunos potentes efectos colaterales, entre ellos aumento de la toma de riesgos, distorsiones en la asignación de capital, desigualdad en alza y crecientes desequilibrios en el sistema de pensiones. Pero la inflación anual lleva más de una década sin alcanzar el objetivo del Banco (una inflación “cercana, pero inferior al 2%”), con un promedio de apenas el 1,2% desde la crisis financiera. Para reforzar su credibilidad en lo referido a la inflación en el incierto entorno de formulación de políticas actual, el BCE debe ajustar sus reglas y adoptar una estrategia más flexible.

El impacto de la política monetaria sobre la actividad económica y la inflación es objeto de acalorados debates desde que John Maynard Keynes publicó su Teoría general del empleo, el interés y el dinero, en 1936. La transmisión de la política a la economía real y a los precios siempre ha tenido fisuras, pero la crisis financiera y sus consecuencias dejaron a la vista rupturas mayores.

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