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Hacia un fondo de reconstrucción europea

BRUSELAS – La semana pasada, el Eurogrupo de ministros de Finanzas de la eurozona, tras haber reconocido que nadie tiene la culpa de la crisis del COVID-19, dio luz verde a un acuerdo para mitigar sus consecuencias económicas. El acuerdo incluye 25.000 millones de euros (27.200 millones de dólares) en financiamiento fresco para el Banco Europeo de Inversiones, 250.000 millones de euros (272.000 millones de dólares) para el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y 100.000 millones de euros (109.000 millones de dólares) para la creación de un nuevo instrumento a través del cual la Comisión Europea pueda ayudar a los estados miembro a gestionar sus inminentes crisis de desempleo. En total, el paquete representa una suma sustancial: alrededor de 500.000 millones de euros en préstamos (cuando se tiene en cuenta el apalancamiento de los programas del BEI).

Desde un punto de vista político, cualquier acuerdo sobre un trato a nivel de la eurozona es un éxito en sí mismo, considerando las profundas divisiones de hace apenas unas semanas. Y, desde lo económico, el acuerdo implica que Europa hoy está respaldada por una combinación de redes de seguridad que harán que otra crisis del euro sea altamente improbable.

Como resultado del nuevo acuerdo, si un estado miembro de la eurozona enfrenta dificultades para financiar los enormes desembolsos necesarios para sustentar su economía durante el período de cierre por el COVID-19, tendrá varias opciones. Podría recurrir al nuevo e importante Programa de Compra de Emergencia por Pandemia (PEPP por su sigla en inglés) del Banco Central Europeo o podría solicitar un préstamo del MEDE, que hoy no tiene tantas restricciones. Lo crucial es que el nuevo programa del MEDE abre la puerta para que el BCE utilice un poder de fuego casi ilimitado a través de su programa de Transacciones Monetarias Directas (TMD).

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