BOSTON – Durante los últimos años, un número creciente de personas han estado examinando seriamente lo que está ocurriendo con nuestro planeta – sequías sin precedentes históricos, aumento del nivel del mar, inundaciones masivas – y dichas personas reconocieron, finalmente, que la actividad humana es la que impulsa un rápido cambio climático, Pero ¿adivinen qué? Exxon (ahora ExxonMobil) ya tenían una leve idea de todo esto, incluso en el año 1978.
Y, a principios de la década de 1980, los científicos de Exxon tenían mucho más que una leve idea. Ellos no sólo entendían la ciencia detrás del cambio climático, sino que también reconocían el propio papel superlativo que desempeñaba la empresa en lo que respecta a impulsar el fenómeno. Al darse cuenta que los efectos potenciales eran “catastróficos” para una porción significativa de la población, instaron a los altos ejecutivos de Exxon para que estos tomen medidas. Pero en lugar de actuar como se les recomendaba, los ejecutivos ocultaron la verdad.
Puede haber un aspecto positivo en esta irritante historia: la reciente investigación que puso al descubierto los engaños de Exxon podría terminar catalizando la acción necesaria para abordar la crisis climática que amenazantemente se avecina. Al fin de cuentas, revelaciones similares relativas a la industria del tabaco – sobre qué era lo que las principales compañías de cigarrillos conocían y cuándo lo llegaron a conocer – han transformado el panorama de la salud pública.
En el año 1996 una serie de demandas ante las cortes obligaron a que las empresas tabacaleras mostraran públicamente millones de documentos internos, mismos que confirmaron lo que los promotores y formuladores de políticas de salud pública habían sospechado durante mucho tiempo: ya en la década de 1950, la industria sabía que la nicotina era adictiva y que los cigarrillos causaban cáncer. Pero, para proteger sus propios intereses, las grandes tabacaleras engañaron deliberadamente al público, haciendo todo lo posible para poner en duda los hallazgos científicos que estas empresas sabían que eran precisos. Tales tácticas permitieron que la industria retrasara, durante más de 50 años, la regulación que podría haber salvado millones de vidas al año.
Sin embargo, después de las revelaciones quedó en claro que la industria del tabaco era una fuerza malévola que no tenía cabida dentro del proceso de formulación de políticas. Cuando las grandes tabacaleras salieron de la ecuación, los promotores de la salud, armados con pruebas de los verdaderos efectos del consumo de tabaco, pudieron finalmente obligar a sus gobiernos a que actúen.
En el año 2003, los líderes mundiales acordaron firmar el Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT), negociado bajo los auspicios de la Organización Mundial de la Salud. Hoy en día, este acuerdo cubre al 90% de la población mundial y ha contribuido a una disminución significativa en las ventas de las empresas tabacaleras a nivel mundial. Con el tiempo, se salvarán cientos de millones de vidas (y se ahorrarán grandes sumas en los presupuestos de atención de salud de los gobiernos).
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
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Al presente está muy claro que las grandes petroleras siguieron el manual de estrategias de las grandes tabacaleras. En el año 1997, casi dos décadas después de que comenzaron a estudiar el cambio climático acallaron sus investigaciones, afirmando que la climatología estaba “lejos de ser clara” y, por lo tanto, no “apoyaba los recortes obligatorios en el uso de energía”.
Además de suprimir sus propios hallazgos, ExxonMobil (y sus pares) fueron aún más lejos, ya que financiaron y promovieron la pseudociencia, así como también atacaron a los científicos que advertían sobre el inminente desastre climático. El abordaje de las empresas de combustibles fósiles fue tan eficaz que los medios de comunicación recién ahora están comenzando a reconocer el papel de liderazgo que desempeñó esta industria en la creación – casi sin ningún fundamento – del llamado “debate climático”.
Sin embargo, quizás el mayor éxito de las grandes petroleras fue la disminución de la voluntad política para implementar la regulación apropiada. Incluso después de que la comunidad internacional adoptó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en 1992, la industria de los combustibles fósiles logró bloquear avances significativos – hasta el punto de que, si una acción seria no se toma pronto, el proceso en su totalidad podría desmoronarse.
En Europa, el cabildeo de Royal Dutch Shell diluyó tanto los esfuerzos de la Unión Europea que ahora no existen objetivos vinculantes con respecto a energías renovables o eficiencia energética para los países de manera individual. La empresa incluso envió una carta a la Comisión Europea afirmando que “el gas es bueno para Europa”. En la actualidad, Shell y otras empresas petroleras están comprometiéndose a trabajar como “asesores” de los gobiernos nacionales en temas relacionados a cómo hacer frente al cambio climático.
Al igual que los archivos de información sobre el tabaco sacaron a la industria tabacalera de los procesos de formulación de políticas, la investigación Exxon debería obligar a que los líderes mundiales saquen a la industria de los combustibles fósiles de los esfuerzos para resolver la crisis climática. Al fin de cuentas, ninguna política puede tener éxito si quienes le dan forma están apostando a favor de su fracaso.
El punto de inflexión para la política de salud pública relacionada con el tabaco se produjo cuando la depravación de dicha industria se tornó en un asunto indiscutible. Ahora, ese momento ha llegado para el movimiento climático. No podemos esperar que la industria de los combustibles fósiles vaya a cambiar sus maneras de actuar. En su calidad de alianza de grupos de derechos humanos, los activistas ambientales y los promotores de la rendición de cuentas de las corporaciones ya están solicitando la completa expulsión de esta industria del proceso de formulación de políticas.
Los científicos de Exxon estaban en lo cierto: los efectos del cambio climático en muchas comunidades sí son catastróficos. Con tantas vidas en juego – y evidencia tan clara de la amenaza – las grandes petroleras, de la misma manera que las grandes tabacaleras antes que ellas, deben ser tratadas por lo que son: grandes problemas.
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With German voters clearly demanding comprehensive change, the far right has been capitalizing on the public's discontent and benefiting from broader global political trends. If the country's democratic parties cannot deliver, they may soon find that they are no longer the mainstream.
explains why the outcome may decide whether the political “firewall” against the far right can hold.
The Russian and (now) American vision of "peace" in Ukraine would be no peace at all. The immediate task for Europe is not only to navigate Donald’s Trump unilateral pursuit of a settlement, but also to ensure that any deal does not increase the likelihood of an even wider war.
sees a Korea-style armistice with security guarantees as the only viable option in Ukraine.
Rather than engage in lengthy discussions to pry concessions from Russia, US President Donald Trump seems committed to giving the Kremlin whatever it wants to end the Ukraine war. But rewarding the aggressor and punishing the victim would amount to setting the stage for the next war.
warns that by punishing the victim, the US is setting up Europe for another war.
Within his first month back in the White House, Donald Trump has upended US foreign policy and launched an all-out assault on the country’s constitutional order. With US institutions bowing or buckling as the administration takes executive power to unprecedented extremes, the establishment of an authoritarian regime cannot be ruled out.
The rapid advance of AI might create the illusion that we have created a form of algorithmic intelligence capable of understanding us as deeply as we understand one another. But these systems will always lack the essential qualities of human intelligence.
explains why even cutting-edge innovations are not immune to the world’s inherent unpredictability.
BOSTON – Durante los últimos años, un número creciente de personas han estado examinando seriamente lo que está ocurriendo con nuestro planeta – sequías sin precedentes históricos, aumento del nivel del mar, inundaciones masivas – y dichas personas reconocieron, finalmente, que la actividad humana es la que impulsa un rápido cambio climático, Pero ¿adivinen qué? Exxon (ahora ExxonMobil) ya tenían una leve idea de todo esto, incluso en el año 1978.
Y, a principios de la década de 1980, los científicos de Exxon tenían mucho más que una leve idea. Ellos no sólo entendían la ciencia detrás del cambio climático, sino que también reconocían el propio papel superlativo que desempeñaba la empresa en lo que respecta a impulsar el fenómeno. Al darse cuenta que los efectos potenciales eran “catastróficos” para una porción significativa de la población, instaron a los altos ejecutivos de Exxon para que estos tomen medidas. Pero en lugar de actuar como se les recomendaba, los ejecutivos ocultaron la verdad.
Puede haber un aspecto positivo en esta irritante historia: la reciente investigación que puso al descubierto los engaños de Exxon podría terminar catalizando la acción necesaria para abordar la crisis climática que amenazantemente se avecina. Al fin de cuentas, revelaciones similares relativas a la industria del tabaco – sobre qué era lo que las principales compañías de cigarrillos conocían y cuándo lo llegaron a conocer – han transformado el panorama de la salud pública.
En el año 1996 una serie de demandas ante las cortes obligaron a que las empresas tabacaleras mostraran públicamente millones de documentos internos, mismos que confirmaron lo que los promotores y formuladores de políticas de salud pública habían sospechado durante mucho tiempo: ya en la década de 1950, la industria sabía que la nicotina era adictiva y que los cigarrillos causaban cáncer. Pero, para proteger sus propios intereses, las grandes tabacaleras engañaron deliberadamente al público, haciendo todo lo posible para poner en duda los hallazgos científicos que estas empresas sabían que eran precisos. Tales tácticas permitieron que la industria retrasara, durante más de 50 años, la regulación que podría haber salvado millones de vidas al año.
Sin embargo, después de las revelaciones quedó en claro que la industria del tabaco era una fuerza malévola que no tenía cabida dentro del proceso de formulación de políticas. Cuando las grandes tabacaleras salieron de la ecuación, los promotores de la salud, armados con pruebas de los verdaderos efectos del consumo de tabaco, pudieron finalmente obligar a sus gobiernos a que actúen.
En el año 2003, los líderes mundiales acordaron firmar el Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT), negociado bajo los auspicios de la Organización Mundial de la Salud. Hoy en día, este acuerdo cubre al 90% de la población mundial y ha contribuido a una disminución significativa en las ventas de las empresas tabacaleras a nivel mundial. Con el tiempo, se salvarán cientos de millones de vidas (y se ahorrarán grandes sumas en los presupuestos de atención de salud de los gobiernos).
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Además de suprimir sus propios hallazgos, ExxonMobil (y sus pares) fueron aún más lejos, ya que financiaron y promovieron la pseudociencia, así como también atacaron a los científicos que advertían sobre el inminente desastre climático. El abordaje de las empresas de combustibles fósiles fue tan eficaz que los medios de comunicación recién ahora están comenzando a reconocer el papel de liderazgo que desempeñó esta industria en la creación – casi sin ningún fundamento – del llamado “debate climático”.
Sin embargo, quizás el mayor éxito de las grandes petroleras fue la disminución de la voluntad política para implementar la regulación apropiada. Incluso después de que la comunidad internacional adoptó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en 1992, la industria de los combustibles fósiles logró bloquear avances significativos – hasta el punto de que, si una acción seria no se toma pronto, el proceso en su totalidad podría desmoronarse.
En Europa, el cabildeo de Royal Dutch Shell diluyó tanto los esfuerzos de la Unión Europea que ahora no existen objetivos vinculantes con respecto a energías renovables o eficiencia energética para los países de manera individual. La empresa incluso envió una carta a la Comisión Europea afirmando que “el gas es bueno para Europa”. En la actualidad, Shell y otras empresas petroleras están comprometiéndose a trabajar como “asesores” de los gobiernos nacionales en temas relacionados a cómo hacer frente al cambio climático.
Al igual que los archivos de información sobre el tabaco sacaron a la industria tabacalera de los procesos de formulación de políticas, la investigación Exxon debería obligar a que los líderes mundiales saquen a la industria de los combustibles fósiles de los esfuerzos para resolver la crisis climática. Al fin de cuentas, ninguna política puede tener éxito si quienes le dan forma están apostando a favor de su fracaso.
El punto de inflexión para la política de salud pública relacionada con el tabaco se produjo cuando la depravación de dicha industria se tornó en un asunto indiscutible. Ahora, ese momento ha llegado para el movimiento climático. No podemos esperar que la industria de los combustibles fósiles vaya a cambiar sus maneras de actuar. En su calidad de alianza de grupos de derechos humanos, los activistas ambientales y los promotores de la rendición de cuentas de las corporaciones ya están solicitando la completa expulsión de esta industria del proceso de formulación de políticas.
Los científicos de Exxon estaban en lo cierto: los efectos del cambio climático en muchas comunidades sí son catastróficos. Con tantas vidas en juego – y evidencia tan clara de la amenaza – las grandes petroleras, de la misma manera que las grandes tabacaleras antes que ellas, deben ser tratadas por lo que son: grandes problemas.
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.