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Una respuesta a la megacrisis de 2022

EDIMBURGO – En las últimas reuniones de líderes del G7, miembros de la OTAN y ministros de asuntos exteriores del G20, a todos les quedó en claro que el mundo enfrenta una confluencia de emergencias como no se ha visto en décadas. Las tensiones internacionales han trepado a alturas alarmantes, impulsadas por una creciente inseguridad alimentaria y energética, depreciación de monedas, crisis de deuda en ciernes, la pandemia de COVID‑19, los efectos cada vez más intensos del cambio climático y una serie de conflictos armados.

El G20 (presidido este año por Indonesia), que antes era un foro para el abordaje de problemas financieros y económicos, está entrando en un terreno peligrosamente delicado. La cumbre de líderes del grupo a mediados de noviembre tendrá una importancia crucial; pero no podemos esperar hasta entonces para dar respuesta al entrecruzamiento de crisis actuales. El G20 debe iniciar un proceso virtual (en línea) para comenzar a trabajar en pos de una respuesta común y coordinada, antes de la cumbre de noviembre.

Según el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA), hoy sufren hambre crónica más de 800 millones de personas, y hasta 323 millones enfrentan la perspectiva de morir de hambre. Los precios de la energía se han disparado, y la COVID‑19 sigue haciendo estragos en las poblaciones insuficientemente vacunadas del mundo (en los países de bajos ingresos, sólo ha recibido todas las dosis el 16,5% de las personas). Además, un 60% de los países de bajos ingresos tienen problemas de deuda, y comunidades de todo el mundo experimentan sequías, inundaciones, incendios forestales y otros síntomas de la ruptura del orden climático.

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