CAMBRIDGE – A lo largo de la historia, la evolución de las tecnologías energéticas ha incidido en la ubicación de la producción. En los albores de la Revolución Industrial en el siglo XVIII, las fábricas normalmente estaban ubicadas cerca de ríos de cauce rápido o bajo molinos de viento, porque necesitaban estar cerca de su fuente de energía. La introducción del motor a vapor permitió que las empresas establecieran sus bases en cualquier lugar adonde el carbón se pudiera enviar a bajo costo.
El petróleo, cuyo transporte era aún más económico, distendió aún más la conexión entre la ubicación de una empresa y su fuente de energía. Con el desarrollo de la electricidad, la corriente se podía distribuir fácilmente en amplias zonas y se la podía utilizar donde hubiera un enchufe eléctrico, lo que transformó la estructura y diseño de las plantas industriales.
¿De qué manera afectará, entonces, la transición a energías limpias la ubicación y el diseño de la producción manufacturera en el futuro? Una característica clave de la mayoría de las fuentes renovables es que la energía que producen es muy costosa de transportar más allá de la red de electricidad local. Actualmente, las regiones soleadas pueden generar electricidad por menos de 20 dólares por megavatio hora, lo que equivale a una cotización del petróleo de 34 dólares por barril -menos de la mitad del precio de mercado actual del crudo.
Por el contrario, la (mal llamada) Ley de Reducción de la Inflación, el proyecto de ley insignia sobre el cambio climático del presidente norteamericano, Joe Biden, otorga subsidios a las empresas que convierten energía renovable en hidrógeno verde de 3 dólares por kilogramo de hidrógeno, lo que equivale a 142,2 dólares por barril de petróleo -el doble del precio actual del petróleo-. En otras palabras, almacenar energía solar en moléculas transportables es muy costoso. En consecuencia, es más eficiente utilizarla donde se la produce.
Frente a estos costos elevados del transporte, un proceso efectivo de descarbonización global ubicaría a las industrias con un alto consumo de energía cerca de fuentes baratas de energía verde. Instalar paneles solares en zonas soleadas, y molinos de viento en lugares con vientos fuertes y constantes, podría reducir significativamente la demanda global de tierra y materiales para usos energéticos. Un documento reciente, por ejemplo, determina que el futuro de la industria del acero podría residir en zonas tropicales soleadas con fuertes vientos en tierra y cerca de depósitos de mineral de hierro.
Ahora bien, las industrias con un alto consumo de energía, hoy en día, están situadas lejos de estos lugares ideales. Para facilitar una descarbonización eficiente, es esencial reubicarlas. ¿Pero dónde? A los países les llevaría varias décadas descarbonizar sus redes eléctricas, e inclusive a aquellos países con abundantes recursos renovables les resultaría muy costoso decomisar sus plantas térmicas existentes, porque esa inversión se debe pagar, más allá de si las instalaciones se mantienen operativas o no.
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Estos costos, probablemente, desaceleren la transición energética en el sector manufacturero. Pero el proceso se podría acelerar si los países con fuentes potenciales de energía limpia abundantes y baratas desarrollaran parques industriales verdes. Esto podría ofrecer una alternativa para las industrias que buscan reducir sus emisiones a través de la reubicación. Estos parques complementarían las medidas destinadas a desalentar las emisiones, como los programas de tope y canje (cap and trade), la fijación de precios a las emisiones de carbono y el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono de la Unión Europea. Si bien estas intervenciones en materia de políticas apuntan a reducir las emisiones aumentando los costos de las emisiones, los parques industriales verdes ofrecerían una alternativa más barata para producir sin emisiones.
Sin duda, como sucede con todas las regulaciones, los países y las empresas podrían intentar engañar al sistema redirigiendo sus energías limpias existentes hacia parques industriales verdes aumentando, al mismo tiempo, el porcentaje de energía no renovable en otras partes de la economía, lo que haría que, en definitiva, no hubiera reducciones de las emisiones netas. Dado este riesgo, los parques industriales verdes deben cumplir con ciertos criterios.
Primero, su establecimiento se debe basar en nuevas fuentes de energía limpia, no simplemente en la readaptación de la capacidad existente. Segundo, para impedir reubicaciones que no reduzcan las emisiones, cada país debe cumplir con sus contribuciones determinadas a nivel nacional y anunciadas previamente según el acuerdo climático de París de 2015.
Tercero, en aras de la eficiencia y la estabilidad, sería útil conectar las nuevas zonas verdes con las redes eléctricas nacionales. Pero se debe requerir que las zonas verdes sean exportadoras netas de energía limpia a la red, para garantizar que cualquier energía gris que pudieran utilizar, ocasionalmente, para fines de estabilidad sea compensada por la exportación de energía limpia.
Establecer parques industriales verdes y sus recursos de energías limpias no necesariamente requeriría de financiamiento del gobierno. Este tipo de inversiones en bienes raíces y energía limpia debería ser rentable y, por ende, estar financiado con fondos privados.
Sin embargo, esto no quiere decir que los gobiernos no deban desempeñar ningún papel en su establecimiento. Por el contrario, para ser competitivas, estas zonas también deben procurar competir en cuanto a la disponibilidad de otros insumos de producción, como recursos humanos, cadenas de suministro locales, capacidades de investigación y desarrollo, logística y más. Los gobiernos podrían acelerar el desarrollo de estas zonas introduciendo regulaciones de energía limpia efectivas, facilitando los derechos de vía para las líneas de transmisión, ajustando las regulaciones de zonificación, construyendo infraestructura arterial e invirtiendo en desarrollo urbano y recursos humanos.
Los parques industriales verdes facilitarían la reubicación global de las industrias con un alto consumo de energía, acelerarían el desarrollo de energía renovable en regiones ricas en recursos y alentaría a los gobiernos a ir más allá de sus metas nacionales de descarbonización. También acelerarían la reducción global de emisiones en la industria manufacturera haciendo que resultara financieramente viable la reubicación temprana hacia regiones que puedan producir energía verde barata. Por último, podrían ahorrarle al mundo millones de toneladas de paneles solares, turbinas eólicas, cables y baterías al colocar estos bienes de capital en lugares donde, gracias a las condiciones naturales, pueden ser más productivos.
Un mundo de cero emisiones netas no se puede lograr dependiendo de los esfuerzos individuales de las industrias en cada país para reducir las emisiones. Las ubicaciones industriales actuales reflejan nuestro sistema de energía basado en el carbono y sus bajos costos de transporte. Reubicar estas actividades es crucial para alcanzar la transición energética, y las zonas industriales verdes podrían ser una manera práctica de que esto se logre.
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The Norwegian finance ministry recently revealed just how much the country has benefited from Russia's invasion of Ukraine, estimating its windfall natural-gas revenues for 2022-23 to be around $111 billion. Yet rather than transferring these gains to those on the front line, the government is hoarding them.
argue that the country should give its windfall gains from gas exports to those on the front lines.
At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
ask Project Syndicate contributors to select the books that resonated with them the most over the past year.
CAMBRIDGE – A lo largo de la historia, la evolución de las tecnologías energéticas ha incidido en la ubicación de la producción. En los albores de la Revolución Industrial en el siglo XVIII, las fábricas normalmente estaban ubicadas cerca de ríos de cauce rápido o bajo molinos de viento, porque necesitaban estar cerca de su fuente de energía. La introducción del motor a vapor permitió que las empresas establecieran sus bases en cualquier lugar adonde el carbón se pudiera enviar a bajo costo.
El petróleo, cuyo transporte era aún más económico, distendió aún más la conexión entre la ubicación de una empresa y su fuente de energía. Con el desarrollo de la electricidad, la corriente se podía distribuir fácilmente en amplias zonas y se la podía utilizar donde hubiera un enchufe eléctrico, lo que transformó la estructura y diseño de las plantas industriales.
¿De qué manera afectará, entonces, la transición a energías limpias la ubicación y el diseño de la producción manufacturera en el futuro? Una característica clave de la mayoría de las fuentes renovables es que la energía que producen es muy costosa de transportar más allá de la red de electricidad local. Actualmente, las regiones soleadas pueden generar electricidad por menos de 20 dólares por megavatio hora, lo que equivale a una cotización del petróleo de 34 dólares por barril -menos de la mitad del precio de mercado actual del crudo.
Por el contrario, la (mal llamada) Ley de Reducción de la Inflación, el proyecto de ley insignia sobre el cambio climático del presidente norteamericano, Joe Biden, otorga subsidios a las empresas que convierten energía renovable en hidrógeno verde de 3 dólares por kilogramo de hidrógeno, lo que equivale a 142,2 dólares por barril de petróleo -el doble del precio actual del petróleo-. En otras palabras, almacenar energía solar en moléculas transportables es muy costoso. En consecuencia, es más eficiente utilizarla donde se la produce.
Frente a estos costos elevados del transporte, un proceso efectivo de descarbonización global ubicaría a las industrias con un alto consumo de energía cerca de fuentes baratas de energía verde. Instalar paneles solares en zonas soleadas, y molinos de viento en lugares con vientos fuertes y constantes, podría reducir significativamente la demanda global de tierra y materiales para usos energéticos. Un documento reciente, por ejemplo, determina que el futuro de la industria del acero podría residir en zonas tropicales soleadas con fuertes vientos en tierra y cerca de depósitos de mineral de hierro.
Ahora bien, las industrias con un alto consumo de energía, hoy en día, están situadas lejos de estos lugares ideales. Para facilitar una descarbonización eficiente, es esencial reubicarlas. ¿Pero dónde? A los países les llevaría varias décadas descarbonizar sus redes eléctricas, e inclusive a aquellos países con abundantes recursos renovables les resultaría muy costoso decomisar sus plantas térmicas existentes, porque esa inversión se debe pagar, más allá de si las instalaciones se mantienen operativas o no.
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Estos costos, probablemente, desaceleren la transición energética en el sector manufacturero. Pero el proceso se podría acelerar si los países con fuentes potenciales de energía limpia abundantes y baratas desarrollaran parques industriales verdes. Esto podría ofrecer una alternativa para las industrias que buscan reducir sus emisiones a través de la reubicación. Estos parques complementarían las medidas destinadas a desalentar las emisiones, como los programas de tope y canje (cap and trade), la fijación de precios a las emisiones de carbono y el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono de la Unión Europea. Si bien estas intervenciones en materia de políticas apuntan a reducir las emisiones aumentando los costos de las emisiones, los parques industriales verdes ofrecerían una alternativa más barata para producir sin emisiones.
Sin duda, como sucede con todas las regulaciones, los países y las empresas podrían intentar engañar al sistema redirigiendo sus energías limpias existentes hacia parques industriales verdes aumentando, al mismo tiempo, el porcentaje de energía no renovable en otras partes de la economía, lo que haría que, en definitiva, no hubiera reducciones de las emisiones netas. Dado este riesgo, los parques industriales verdes deben cumplir con ciertos criterios.
Primero, su establecimiento se debe basar en nuevas fuentes de energía limpia, no simplemente en la readaptación de la capacidad existente. Segundo, para impedir reubicaciones que no reduzcan las emisiones, cada país debe cumplir con sus contribuciones determinadas a nivel nacional y anunciadas previamente según el acuerdo climático de París de 2015.
Tercero, en aras de la eficiencia y la estabilidad, sería útil conectar las nuevas zonas verdes con las redes eléctricas nacionales. Pero se debe requerir que las zonas verdes sean exportadoras netas de energía limpia a la red, para garantizar que cualquier energía gris que pudieran utilizar, ocasionalmente, para fines de estabilidad sea compensada por la exportación de energía limpia.
Establecer parques industriales verdes y sus recursos de energías limpias no necesariamente requeriría de financiamiento del gobierno. Este tipo de inversiones en bienes raíces y energía limpia debería ser rentable y, por ende, estar financiado con fondos privados.
Sin embargo, esto no quiere decir que los gobiernos no deban desempeñar ningún papel en su establecimiento. Por el contrario, para ser competitivas, estas zonas también deben procurar competir en cuanto a la disponibilidad de otros insumos de producción, como recursos humanos, cadenas de suministro locales, capacidades de investigación y desarrollo, logística y más. Los gobiernos podrían acelerar el desarrollo de estas zonas introduciendo regulaciones de energía limpia efectivas, facilitando los derechos de vía para las líneas de transmisión, ajustando las regulaciones de zonificación, construyendo infraestructura arterial e invirtiendo en desarrollo urbano y recursos humanos.
Los parques industriales verdes facilitarían la reubicación global de las industrias con un alto consumo de energía, acelerarían el desarrollo de energía renovable en regiones ricas en recursos y alentaría a los gobiernos a ir más allá de sus metas nacionales de descarbonización. También acelerarían la reducción global de emisiones en la industria manufacturera haciendo que resultara financieramente viable la reubicación temprana hacia regiones que puedan producir energía verde barata. Por último, podrían ahorrarle al mundo millones de toneladas de paneles solares, turbinas eólicas, cables y baterías al colocar estos bienes de capital en lugares donde, gracias a las condiciones naturales, pueden ser más productivos.
Un mundo de cero emisiones netas no se puede lograr dependiendo de los esfuerzos individuales de las industrias en cada país para reducir las emisiones. Las ubicaciones industriales actuales reflejan nuestro sistema de energía basado en el carbono y sus bajos costos de transporte. Reubicar estas actividades es crucial para alcanzar la transición energética, y las zonas industriales verdes podrían ser una manera práctica de que esto se logre.