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Harris necesita su propia política económica

WASHINGTON, DC – Uno de los mayores obstáculos para la reelección del presidente norteamericano, Joe Biden, era que los votantes lo percibían como un mal administrador de la economía. Resulta ser que los norteamericanos podrían no tener la misma opinión de la vicepresidenta Kamala Harris, que se convirtió en la presunta candidata demócrata tras la retirada de Biden.    

Una nueva encuesta de Financial Times y la Universidad de Michigan revela que el expresidente Donald Trump está por detrás de su rival en materia de gestión económica por primera vez desde que los encuestadores comenzaron a hacer un seguimiento de esta cuestión hace casi un año. La pregunta, muy bien elaborada, interroga a los encuestados sobre quién les resulta más confiable para administrar la economía, más allá de su opinión general de los candidatos y de cómo piensan votar en 2024. De febrero a julio, entre el 40% y el 43% de los participantes confiaba más en Trump que en Biden, cuyo apoyo nunca superó el 37%. Pero Harris se ubicó siete puntos porcentuales por encima de las cifras de julio de Biden, y 42% de los encuestados dijo confiar más en ella que en Trump.

Harris no le restó apoyo a Trump, a quien el 41% de los encuestados -los mismos que en junio y julio- consideraba más confiable. Por el contrario, el porcentaje de encuestados que dijeron que no confiaban en ningún candidato cayó del 18% en julio al 10% en agosto. Ese 10% de los votantes todavía está disponible para quien logre quedárselos, al igual que el 5% de los encuestados que dicen no estar seguros de cuál candidato es mejor.

La campaña de Harris debe centrarse minuciosamente en ganarse a ese 15% de votantes. Con ese objetivo, empezando por su discurso enfocado en la economía que piensa dar esta semana en Carolina del Norte, Harris debería poner fin de inmediato a los esfuerzos inapropiados de la Casa Blanca por convencer a los norteamericanos de que su angustia por la manera en que Biden maneja la economía es injustificada y, en cambio, reconocer la validez de los temores de los votantes.

La inflación alcanzó un pico de cuatro décadas durante los años de gobierno de Biden, lo que hizo que los hogares norteamericanos perdieran terreno. Desde que Biden asumió la presidencia, los precios al consumidor han aumentado el 19%, mientras que los salarios del trabajador promedio han aumentado el 17%. El ingreso mediano de los hogares ajustado por inflación fue más bajo en 2022 (el último año del cual hay datos suministrados por la Oficina del Censo) que en 2021, más bajo en 2021 que en 2020 y más bajo en 2020 que en 2019.

Harris debe reconocer los desafíos que enfrentan los norteamericanos de a pie y articular claramente cómo se diferenciará de Biden a la hora de abordarlos. Afortunadamente, como presunta candidata, Harris tiene una oportunidad legítima de reinventarse. No hay nada de cínico en esto, de la misma manera que no tenía nada de cínico que George H.W. Bush declarara su deseo de “una nación más amable y gentil” cuando aceptó la candidatura presidencial republicana en 1988 después de desempeñarse como vicepresidente en la administración pura y dura de Reagan durante ocho años. Harris naturalmente funcionaría de manera diferente que Biden (o cualquier otro) como jefa del ejecutivo, y debería dejar en claro la naturaleza específica de esas diferencias.

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Los norteamericanos están desesperados por una nueva dirección del partido demócrata. Seis de cada diez participantes de la encuesta de FT/Michigan piensan que Harris debería adoptar una estrategia completamente diferente o hacer cambios sustanciales a las políticas económicas de Biden. La inflación es su mayor preocupación: el 39% de los encuestados dijo que las políticas demócratas eran uno de los tres problemas que más habían incidido en la inflación en los últimos seis meses. Solo el 24% dice lo mismo de las políticas republicanas.

En cuanto a cuál debería ser la nueva estrategia de la vicepresidenta, tengo cuatro sugerencias.

Por empezar, si Harris decide ampliar la red de asistencia social o los beneficios de la clase media, debería adoptar un enfoque selectivo. Biden envió cheques de estímulo a hogares con ingresos de seis dígitos (tal como hizo Trump en su momento) y prácticamente duplicó los pagos de seguro de desempleo, contribuyendo a la inflación. Es posible que los norteamericanos vuelvan a acoger la idea de que los programas de gasto -financiados, por supuesto, con el dinero de otras personas- deben proporcionarse solo a aquellas personas que realmente necesitan ayuda pública.

En segundo lugar, Harris debería presentarse como una presidenta que abordará los problemas que enfrenta la economía estadounidense, no como alguien que implementará cambios radicales. Al pueblo norteamericano -que, una vez más, dice claramente que quiere una estrategia diferente de la de Biden- tal vez no le agrade la incertidumbre de un segundo presidente que promete una revolución económica.

Su preocupación también puede ser más práctica. El gobierno no tiene la competencia necesaria para rehacer la economía, lo que está quedando claro a medida que lo intenta. Una nueva investigación del Financial Timesreveló que el 40% de las mayores inversiones manufactureras de la arrolladora Ley de Reducción de la Inflación y la Ley CHIPS y Ciencia de Biden se ha retrasado varios años o se ha pausado indefinidamente.

En tercer lugar, Harris debería reconocer las restricciones fiscales. El Plan de Rescate Estadounidense de 2021, con su costo apabullante de 1,9 billones de dólares, fue la política fiscal más imprudente del gobierno de Estados Unidos en décadas. Si Biden hubiera sido más responsable desde un punto de vista fiscal, la inflación estadounidense habría sido más leve, y el presidente probablemente habría tenido un mayor índice de aprobación.

Finalmente, Harris debería dejar en claro ante la comunidad empresarial y los norteamericanos de altos ingresos que los considera sus conciudadanos y no sus adversarios. Debería poner fin a un régimen regulatorio que impide cerrar acuerdos y debería dejar en claro que la política fiscal no se utilizará de forma punitiva.

La plataforma de política económica de un candidato presidencial es un proyecto para gobernar. Pero también es una declaración de valores, estrategia y tono. Los norteamericanos quieren un nuevo tipo de gestión económica que sea más estable, menos divisiva, más responsable y más segura.

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