MANILA – Vivimos en un mundo azotado por crisis, guerras, enfermedades y penurias económicas que han tenido un efecto terrible en el bienestar humano en los últimos años. Lo más alarmante de todo es el impacto cada vez más nocivo del cambio climático, que pone en riesgo la existencia misma de innumerables especies, inclusive la nuestra.
Se nos está acabando el tiempo para solucionar el problema. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático recientemente advirtió que la temperatura del planeta probablemente aumente 1,5°C por encima de los niveles preindustriales en los próximos diez años, y que superará ese umbral crítico si no se implementan reducciones inmediatas y masivas de las emisiones. Podríamos estar entrando en un ciclo de fatalidad en el que las consecuencias del cambio climático distraigan la atención y desvíen los recursos destinados a abordar sus causas, obstaculizando aún más el progreso en tanto los efectos se agravan.
Se están invirtiendo miles de millones de dólares para evitar este destino, pero hacen falta billones de dólares. ¿De dónde saldrán? Los altos niveles de deuda pública limitan las opciones políticas de muchos países, y no hay suficientes proyectos financiables para generar la inversión privada que hace falta.
Los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) como el Banco Asiático de Desarrollo (BAsD), al cual presido, pueden ofrecer el financiamiento y la experiencia tan necesarios para el progreso climático. Pero no podemos emprender una acción audaz sin hacer cambios radicales en nuestras operaciones. Creo que los BMD deben hacer más, y con mayor celeridad, con los recursos sustanciales que manejan. No basta con colocar la acción climática en la cima de la agenda de desarrollo. La crisis climática exige un cambio drástico en nuestra mentalidad como profesionales dedicados al desarrollo.
Los riesgos son mayores en Asia y el Pacífico. Además de representar más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo, la región se está calentando más rápido que cualquier otro lugar y es extremadamente vulnerable a los crecientes niveles de los océanos, a los eventos climáticos extremos y a la pérdida de biodiversidad. Estas tendencias no harán más que escalar si los BMD no implementan cambios en su manera de operar.
Para mejorar las chances de que la humanidad le gane la batalla al cambio climático, los BMD deben cambiar de tres maneras. Por empezar, deben reformularse algunos principios básicos de sus operaciones, especialmente la estrategia tradicional enfocada en los países. Los costos del cambio climático y los beneficios de la inversión en adaptación y mitigación trascienden las fronteras nacionales, de modo que necesitamos una perspectiva más regional y global que potencie el poder único de convocatoria y coordinación en todas las jurisdicciones políticas.
Iniciativas como el Mecanismo de Transición Energética, un instrumento de financiación combinada colaborativo y escalable para acelerar el cierre de las centrales eléctricas alimentadas a carbón en nuestra región, son un paso en la dirección correcta. Liderado por el BAsD, combina recursos concesionales de los donantes, fuentes filantrópicas, entre otras cosas, con fondos a precio de mercado de instituciones de financiamiento para el desarrollo e inversores comerciales.
Pero hace falta mucho más. Enverdecer las políticas y los acuerdos comerciales puede reducir los efectos ambientales negativos del comercio, inclusive de la exportación de desechos y plásticos a países en desarrollo. De la misma manera, una tarificación más precisa de las emisiones de la industria manufacturera en los acuerdos comerciales puede ayudar a impedir que las industrias “marrones” se reubiquen en países más pobres con regulaciones ambientales menos rigurosas. También será necesaria una mayor coordinación de los mecanismos transfronterizos de fijación del precio del carbono para fomentar una manufactura y una producción energética más ecológicas.
El segundo cambio que los BMD deben adoptar es un aumento significativo de la inversión climática. Los miembros del G20 han dicho que, al implementar reformas para administrar el capital de manera más efectiva, los BMD podrían incrementar el crédito en cientos de miles de millones de dólares sin poner en peligro su calificación de crédito AAA.
Coincido en que debemos hacer más con lo que tenemos. El BAsD está revisando su marco de adecuación del capital para explorar de qué manera ajustes como una redefinición de la tolerancia del riesgo y una optimización de los balances pueden crear más espacio para un mayor volumen de crédito. Es un paso importante, pero hace falta más innovación a fin de generar recursos adicionales y, a la vez, garantizar que incentiven una acción climática audaz.
Con este objetivo, es vital que los BMD amplíen su capacidad para movilizar la inversión privada para un rango más amplio de programas climáticos, inclusive mediante mecanismos de financiación combinada. Deberían liderar una expansión global de estructuras de financiamiento innovadoras, fomentando una mayor colaboración transfronteriza y público-privada en materia de acción climática.
Otra manera de liberar capital adicional para inversiones relacionadas con el clima es compartir el riesgo financiero, lo que podría tomar la forma de garantías condicionales de los países donantes. El capital que los BMD normalmente apartarían para un riesgo de default podría, en cambio, utilizarse para generar recursos adicionales.
Los BMD también deberían hacer un mayor uso de las finanzas concesionales, incluidos subsidios, para mejorar la financiabilidad de los proyectos. Esto es esencialmente importante para los países de medianos ingresos, que producen emisiones significativas pero que, por lo general, no pueden acceder a créditos blandos para proyectos de desarrollo.
Finalmente, nuestras instituciones deben volverse más eficientes y efectivas. Incorporar prioridades de desarrollo global y regional a nuestro modelo de negocios exige una mayor experiencia climática y sectorial que se pueda movilizar entre fronteras. Los expertos del sector privado y del sector público, cuyo trabajo rara vez se superpone con el de la mayoría de los BMD, tienen que colaborar para identificar los impedimentos para la inversión privada en áreas como la energía renovable, y para diseñar políticas que puedan destrabar la inversión.
El nuevo modelo operativo del BAsD, que ya es inminente, cambiará de manera radical nuestra estructura para reducir los silos organizacionales y aumentar el trabajo relacionado con el clima y el sector privado. Yo veo esto solo como el primer paso en un camino de reforma que todos los BMD deben emprender para responder de manera efectiva a los desafíos de rápida evolución como el calentamiento global.
La simple dimensión del cambio climático puede hacernos sentir impotentes. Pero si actuamos con audacia hoy, podemos evitar el ciclo de calamidad. Creo que los BMD pueden estar a la altura del desafío, como lo han hecho en respuesta a otras crisis globales. Evitar una catástrofe de esta magnitud no exige nada menos.
MANILA – Vivimos en un mundo azotado por crisis, guerras, enfermedades y penurias económicas que han tenido un efecto terrible en el bienestar humano en los últimos años. Lo más alarmante de todo es el impacto cada vez más nocivo del cambio climático, que pone en riesgo la existencia misma de innumerables especies, inclusive la nuestra.
Se nos está acabando el tiempo para solucionar el problema. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático recientemente advirtió que la temperatura del planeta probablemente aumente 1,5°C por encima de los niveles preindustriales en los próximos diez años, y que superará ese umbral crítico si no se implementan reducciones inmediatas y masivas de las emisiones. Podríamos estar entrando en un ciclo de fatalidad en el que las consecuencias del cambio climático distraigan la atención y desvíen los recursos destinados a abordar sus causas, obstaculizando aún más el progreso en tanto los efectos se agravan.
Se están invirtiendo miles de millones de dólares para evitar este destino, pero hacen falta billones de dólares. ¿De dónde saldrán? Los altos niveles de deuda pública limitan las opciones políticas de muchos países, y no hay suficientes proyectos financiables para generar la inversión privada que hace falta.
Los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) como el Banco Asiático de Desarrollo (BAsD), al cual presido, pueden ofrecer el financiamiento y la experiencia tan necesarios para el progreso climático. Pero no podemos emprender una acción audaz sin hacer cambios radicales en nuestras operaciones. Creo que los BMD deben hacer más, y con mayor celeridad, con los recursos sustanciales que manejan. No basta con colocar la acción climática en la cima de la agenda de desarrollo. La crisis climática exige un cambio drástico en nuestra mentalidad como profesionales dedicados al desarrollo.
Los riesgos son mayores en Asia y el Pacífico. Además de representar más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo, la región se está calentando más rápido que cualquier otro lugar y es extremadamente vulnerable a los crecientes niveles de los océanos, a los eventos climáticos extremos y a la pérdida de biodiversidad. Estas tendencias no harán más que escalar si los BMD no implementan cambios en su manera de operar.
Para mejorar las chances de que la humanidad le gane la batalla al cambio climático, los BMD deben cambiar de tres maneras. Por empezar, deben reformularse algunos principios básicos de sus operaciones, especialmente la estrategia tradicional enfocada en los países. Los costos del cambio climático y los beneficios de la inversión en adaptación y mitigación trascienden las fronteras nacionales, de modo que necesitamos una perspectiva más regional y global que potencie el poder único de convocatoria y coordinación en todas las jurisdicciones políticas.
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Iniciativas como el Mecanismo de Transición Energética, un instrumento de financiación combinada colaborativo y escalable para acelerar el cierre de las centrales eléctricas alimentadas a carbón en nuestra región, son un paso en la dirección correcta. Liderado por el BAsD, combina recursos concesionales de los donantes, fuentes filantrópicas, entre otras cosas, con fondos a precio de mercado de instituciones de financiamiento para el desarrollo e inversores comerciales.
Pero hace falta mucho más. Enverdecer las políticas y los acuerdos comerciales puede reducir los efectos ambientales negativos del comercio, inclusive de la exportación de desechos y plásticos a países en desarrollo. De la misma manera, una tarificación más precisa de las emisiones de la industria manufacturera en los acuerdos comerciales puede ayudar a impedir que las industrias “marrones” se reubiquen en países más pobres con regulaciones ambientales menos rigurosas. También será necesaria una mayor coordinación de los mecanismos transfronterizos de fijación del precio del carbono para fomentar una manufactura y una producción energética más ecológicas.
El segundo cambio que los BMD deben adoptar es un aumento significativo de la inversión climática. Los miembros del G20 han dicho que, al implementar reformas para administrar el capital de manera más efectiva, los BMD podrían incrementar el crédito en cientos de miles de millones de dólares sin poner en peligro su calificación de crédito AAA.
Coincido en que debemos hacer más con lo que tenemos. El BAsD está revisando su marco de adecuación del capital para explorar de qué manera ajustes como una redefinición de la tolerancia del riesgo y una optimización de los balances pueden crear más espacio para un mayor volumen de crédito. Es un paso importante, pero hace falta más innovación a fin de generar recursos adicionales y, a la vez, garantizar que incentiven una acción climática audaz.
Con este objetivo, es vital que los BMD amplíen su capacidad para movilizar la inversión privada para un rango más amplio de programas climáticos, inclusive mediante mecanismos de financiación combinada. Deberían liderar una expansión global de estructuras de financiamiento innovadoras, fomentando una mayor colaboración transfronteriza y público-privada en materia de acción climática.
Otra manera de liberar capital adicional para inversiones relacionadas con el clima es compartir el riesgo financiero, lo que podría tomar la forma de garantías condicionales de los países donantes. El capital que los BMD normalmente apartarían para un riesgo de default podría, en cambio, utilizarse para generar recursos adicionales.
Los BMD también deberían hacer un mayor uso de las finanzas concesionales, incluidos subsidios, para mejorar la financiabilidad de los proyectos. Esto es esencialmente importante para los países de medianos ingresos, que producen emisiones significativas pero que, por lo general, no pueden acceder a créditos blandos para proyectos de desarrollo.
Finalmente, nuestras instituciones deben volverse más eficientes y efectivas. Incorporar prioridades de desarrollo global y regional a nuestro modelo de negocios exige una mayor experiencia climática y sectorial que se pueda movilizar entre fronteras. Los expertos del sector privado y del sector público, cuyo trabajo rara vez se superpone con el de la mayoría de los BMD, tienen que colaborar para identificar los impedimentos para la inversión privada en áreas como la energía renovable, y para diseñar políticas que puedan destrabar la inversión.
El nuevo modelo operativo del BAsD, que ya es inminente, cambiará de manera radical nuestra estructura para reducir los silos organizacionales y aumentar el trabajo relacionado con el clima y el sector privado. Yo veo esto solo como el primer paso en un camino de reforma que todos los BMD deben emprender para responder de manera efectiva a los desafíos de rápida evolución como el calentamiento global.
La simple dimensión del cambio climático puede hacernos sentir impotentes. Pero si actuamos con audacia hoy, podemos evitar el ciclo de calamidad. Creo que los BMD pueden estar a la altura del desafío, como lo han hecho en respuesta a otras crisis globales. Evitar una catástrofe de esta magnitud no exige nada menos.