heikensten2_Jonathan WoodGetty Images_drought Jonathan Wood/Getty Images

Escuchemos a la ciencia

ESTOCOLMO – El anuncio de los ganadores del Premio Nobel de este año debiera recordarnos las muchas contribuciones de la ciencia básica a la vida actual. Ahora que la COVID-19 asuela a gran parte de la humanidad y el mundo aguarda ansiosamente un descubrimiento que ponga fin a la pandemia, ya no podemos dar por sentada la ciencia. La comunidad científica global, por su parte, se puso a la altura de las circunstancias de manera inédita, no solo para desarrollar vacunas, terapias y diagnósticos, sino también para mejorar nuestra comprensión del virus y las mejores estrategias para protegernos.

Pero hay otras crisis que afligen al mundo y no debemos ignorar. El mes pasado fue el septiembre más cálido que se haya registrado. Decenas de millones de personas en todo el mundo ya sufren los desastrosos efectos del cambio climático inducido por los humanos: desde incendios fuera de control y elevación del nivel del mar, hasta peligrosas olas de calor, sequías e inundaciones. Considerando las emisiones de gases de efecto invernadero actuales y previstas, es inevitable que suframos más síntomas extremos de este tipo, y el aumento en la frecuencia e intensidad de muchos de sus síntomas podría ser irreversible.

También se están profundizando crisis sociales y económicas; la pandemia asestó un duro golpe a las economías de los países, exacerbó muchas formas de desigualdad y sembró desconfianza y el malestar social en todo el mundo. Dependemos cada vez más de la tecnología en nuestra vida cotidiana para educar a nuestros niños y conectarnos con los demás, pero aún no hemos avanzado lo suficiente para evitar el uso de esa misma tecnología para amplificar la desinformación peligrosa, exacerbar el malestar social y relegar cada vez más a las comunidades vulnerables.

Así como los científicos e investigadores se unieron de maneras nunca antes vistas para combatir la pandemia, también debemos movilizar a las personas más talentosas y brillantes para solucionar esas otras emergencias. Como ocurre con la COVID-19, no es posible detenerlas en ningún lugar hasta que las detengamos en todas partes.

Para aprovechar las lecciones aprendidas durante la respuesta mundial a la pandemia, nuestra organización organizará una Cumbre del Premio Nobel virtual en la próxima primavera, sobre el tema «Nuestro planeta, nuestro futuro». El evento reunirá a premios Nobel, pensadores líderes, responsables de políticas, empresarios innovadores y jóvenes líderes para discutir alternativas para combatir el cambio climático, la desigualdad y los posibles efectos perjudiciales de las poderosas nuevas tecnologías. La meta final es crear un futuro más resiliente y sostenible para todos.

En la actual era del Antropoceno, aceptamos que la humanidad se ha convertido en la fuerza más importante sobre el planeta; debemos reconocer también que nuestra invasión a la naturaleza es el denominador común de todas las crisis mundiales actuales. Cada vez hay más evidencia que vincula no solo al cambio climático, sino también a los brotes de enfermedades con el desarrollo humano y la pérdida de biodiversidad.

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A medida que se erosionan los amortiguadores naturales entre los humanos y los animales portadores de enfermedades, es probable que aumenten las pandemias tan perjudiciales como la actual. Debido a que estamos en un mundo tan interconectado, lo que empieza como una emergencia de salud pública local puede convertirse rápidamente en una crisis económica mundial con repercusiones sociales de gran alcance.

La crisis actual debiera entonces ser un momento transformador para la humanidad, Vemos de primera mano en qué medida depende nuestro futuro personal de la salud colectiva y la seguridad de toda la humanidad y la naturaleza. Aunque la ciencia no puede brindar todas las respuestas, es claramente la herramienta más importante con la que contamos, no solo para detener la pandemia sino también para incorporar una mayor capacidad de recuperación a nuestra infraestructura y economía.

La pandemia de la COVID-19 también nos brindó muchas lecciones que serán útiles para prepararnos para un futuro marcado por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la disrupción económica y la desigualdad. Por ejemplo, como vimos en muchos lugares, la naturaleza experimentó un rápido «rebote» durante las primeras etapas de la pandemia debido a los confinamientos generalizados. También vimos que el virus y sus ramificaciones afectaron desproporcionadamente a los ciudadanos más vulnerables, incluidas las minorías raciales y los pobres. Debemos ahora considerar la información que nos proporcionan estos efectos desiguales sobre los actuales acuerdos sociales y la infraestructura. ¿Cómo podemos reimaginar las instituciones para garantizar a todos una mayor igualdad?

También aprendimos que la confianza del público en la ciencia es fundamental, al igual que una comprensión básica del riesgo y la incertidumbre. Sin el apoyo de la gente, tendremos escasas posibilidades de lograr una gestión política eficaz de las crisis futuras. La desinformación —difundida ampliamente con ayuda de las tecnologías de información y comunicación actuales— creó una «infodemia» al interior de la pandemia y redujo la confianza del público en la ciencia, llevando a que sea más difícil para los funcionarios de salud pública contener al virus. ¿Cómo podemos combatir las narrativas falsas o engañosas y comunicar los hallazgos científicos de manera más eficaz a los responsables de las políticas y al público?

Aunque celebraremos a los nobeles de este año en forma, no lo haremos con menos entusiasmo que en el pasado. Y, a pesar de la infodemia, el aprecio de la mayor parte de la gente por la ciencia ha crecido durante esta crisis. Los científicos se unieron como nunca antes para detener la COVID-19, para superar la pandemia y otros desafíos mundiales que enfrentamos, debemos seguir su ejemplo y guía.

Traducción al español por www.Ant-Translation.com

https://prosyn.org/hcLJLxmes