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Lo que la cumbre financiera de París no tuvo en cuenta

BEIJING – Si bien la reciente Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial del presidente francés, Emmanuel Macron, dio como resultado una “hoja de ruta” para la reforma del sistema financiero global, es poco probable que las reformas propuestas movilicen capital privado en la escala que hace falta para mitigar el cambio climático. Una razón clave para esto es que la hoja de ruta, en general, no aborda las barreras que impiden que los fondos de pensión y otros grandes inversores institucionales aúnen fuerzas con los bancos multilaterales de desarrollo (BMD). Aunque las cláusulas propuestas para aumentar las garantías en moneda extranjera y gestionar los riesgos monetarios son útiles, muy probablemente no alcancen.

Un problema crítico con las finanzas climáticas globales hoy es que solo un pequeño porcentaje de las mismas llega a los países en desarrollo. La Agencia Internacional de Energía estima que, para alcanzar emisiones cero netas en 2050, el gasto de capital en energía limpia en estas economías debe aumentar de menos de 150.000 millones de dólares en 2020 a más de 1 billón de dólares anualmente en 2030. Otras estimaciones son aún más altas.

Alrededor del 70% de esta inversión en energías limpias tendrá que surgir de fuentes privadas. El sector privado actualmente financia el 81% de la inversión verde en los países de altos ingresos, pero solo el 14% en los países en desarrollo, donde los costos de financiamiento pueden ser hasta siete veces más elevados.

Durante años, los BMD han intentado infructuosamente ampliar las finanzas para el desarrollo de “miles de millones a billones de dólaresmovilizando capital privado. Los BMD se han visto refrenados en esta materia por sus estructuras institucionales obsoletas. Cuando se fundaron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en 1944, el gasto público era el que mandaba. Estados Unidos estaba saliendo del mayor programa de gasto público que alguna vez se hubiera implementado: la movilización por la Segunda Guerra Mundial. El recuerdo del Nuevo Pacto del presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt todavía estaba fresco. La economía keynesiana estaba dando vueltas de la victoria y Milton Friedman, cuyo trabajo la desafiaría de manera fundamental, todavía estaba finalizando su tesis de doctorado en la Universidad de Columbia. Los principios, las prácticas y las salvaguardas de la gobernanza corporativa que hoy se dan por sentados en cualquier institución o corporación financiera importante todavía estaban en sus comienzos.

Asimismo, el tamaño del sector financiero como porcentaje de la economía global ha crecido sustancialmente desde los años 1940. En aquel entonces, la inversión en carteras transfronterizas y la inversión directa estaban esencialmente limitadas a unas pocas economías occidentales dominantes. El crecimiento explosivo de la industria de los fondos de pensión y el ascenso de los gestores de activos globales como BlackRock y Vanguard llegaron décadas después. Pero, ahora, sus valuaciones de cartera sobrepasan los PIB de todas las economías excepto las más grandes del mundo.

Los directorios de las instituciones de Bretton Woods aún están conformados, exclusivamente, por representas de países, lo que refleja la condición dominante del estado nación en los años 1940, tanto geopolíticamente como al interior del sistema financiero internacional. En el Banco Mundial y en la mayoría de los bancos de desarrollo regionales, los miembros de los directorios tienden a ser diplomáticos, elegidos no necesariamente por sus calificaciones en finanzas o economía, sino por su capacidad para representar la posición de su país. Sin embargo, sus funciones en los directorios van mucho más allá y se adentran en lo que, en las organizaciones financieras privadas, sería terreno exclusivo de la gestión corporativa. Mientras que los directorios corporativos ofrecen una dirección general y, de lo contrario, se mantienen alejados de la gestión, los directorios de los BMD participan directamente en las decisiones de préstamo y de inversión.

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Estas actividades se basan en los objetivos de políticas de los países accionistas y en las necesidades de los países que son clientes. En este sentido, el proceso de asignación de capital de los BMD no está destinado a reflejar, esencialmente, la demanda de los inversores externos o las preocupaciones de los inversores. Si bien estas instituciones tienen ramas del sector privado que conviven ampliamente con el sector privado, eso generalmente sucede a nivel de las empresas individuales, y en transacciones que son demasiado pequeñas para los grandes inversores.

Lo que complica aún más las cosas es que los inversores institucionales y otros inversores privados importantes son extremadamente cautelosos a la hora de ceder el control a manos de entidades públicas que podrían verse afectadas por una influencia política, y cuyos proyectos pueden ser no comerciales o demasiado riesgosos. Para movilizar capital privado en escala, los BMD necesitan ganarse la confianza de los gestores de activos para poder invertir este capital. Eso implica ver a los inversores privados como sus clientes y socios y funcionar más como lo hacen las organizaciones financieras privadas, aunque sigan operando dentro de un mandato definido por las políticas. El Fondo Nacional de Inversión e Infraestructura de India sirve como precedente para este tipo de estrategia.

Asimismo, los BMD deberían adoptar una estrategia de dos vías para la movilización de capital privado, con estrategias más diferenciadas para los contextos de alto y mediano riesgo. La idea de que cantidades importantes de capital privado puedan dirigirse a mercados pequeños de alto riesgo siempre fue una quimera.

Estos mercados seguirán siendo el ámbito del capital público y ampliar los propios balances de los bancos de desarrollo será crucial allí. Pero los BMD pueden movilizar mucho más capital privado para la acción climática en los países de medianos ingresos, donde las emisiones son mucho más altas.

Los BMD también deberían movilizar capital a nivel de sus carteras, en lugar de a nivel de los proyectos, y deberían invertir mucho más en capital para infraestructura. Como la mayoría de los inversores institucionales gestionan grandes cantidades de capital con equipos de inversión pequeños, por lo general no tienen la capacidad para invertir directamente en proyectos individuales. Por el contrario, necesitan vehículos o fondos para canalizar sus inversiones.

La inversión de capital es importante porque los inversores de capital, por lo general, asumen un rol activo en el desarrollo, estructuración y disposición de los nuevos proyectos de infraestructura, mientras que los proveedores de deuda suelen involucrarse solo después de que se confirma que un proyecto es “financiable”. Aunque los BMD han incrementado sus esfuerzos de mitigación del riesgo, eso no es lo que impulsa un proyecto en sus etapas iniciales de desarrollo; eso lo hace el capital.

Si bien es posible que los BMD desarrollen las estructuras institucionales necesarias para una movilización eficiente de capital privado, la conveniencia de esta estrategia es debatible. Movilizar capital privado es esencial, pero los BMD también tienen otros roles importantes que desempeñar, y sus partes interesadas gubernamentales probablemente se resistan a redistribuir el poder entre nuevos accionistas del sector privado.

Una mejor solución puede ser crear un mecanismo global de finanzas climáticas (GCFF por su sigla en inglés) o varios mecanismos regionales, específicamente diseñados para movilizar capital de inversores institucionales. Los BMD serían inversores minoritarios, mientras que los inversores privados se desempeñarían como los accionistas mayoritarios.

Pero los BMD seguirían desempeñando un papel clave a la hora de ayudar a los inversores privados a evaluar el riesgo en sectores y regiones donde carecen de experiencia, y brindar apoyo técnico en base a la experiencia de los BMD en un amplio rango de áreas. Asimismo, los BMD podrían compartir y mitigar el riesgo para los inversores privados aceptando posiciones de mayor riesgo en la estructura de capital del GCFF, o a nivel de los proyectos en los que invirtió el GCFF.

En términos ideales, se establecería un GCFF bajo una legislación estándar del sector financiero en un centro financiero global. Este mecanismo ofrecería los tipos de protecciones de inversión con las que los inversores privados ya están familiarizados. Para salvaguardar la calificación de crédito AAA y la condición de acreedor preferido de los BMD, el presupuesto del GCFF estaría “resguardado” de otras actividades.

Los líderes mundiales que asistieron a la cumbre de París deberían resistir la tentación de simplemente retocar los acuerdos actuales. Deberían aceptar las reformas que sean lo suficientemente disruptivas como para marcar una diferencia en escala. El cambio climático nos ha dejado sin tiempo para más gradualismo fallido.

https://prosyn.org/f671Utbes