GINEBRA – El cáncer es un enorme –y creciente- problema de salud pública global. Y, de los 7,6 millones de muertes por cáncer cada año, 4,8 millones se producen en el mundo en desarrollo. Una enfermedad anteriormente considerada más dominante en los países ricos hoy deposita su mayor carga en las poblaciones pobres y desventajadas.
En algunos países africanos, menos del 15% de los pacientes con cáncer sobreviven durante cinco años después de un diagnóstico de cáncer cervical y de mama, enfermedades que son altamente curables en otras partes del mundo. Son estadísticas apabullantes, con inmensas implicancias para el sufrimiento humano, los sistemas (y presupuestos) de atención médica y la estrategia internacional para reducir la pobreza. De modo que se las debería tratar como un llamado a la acción.
El incremento en el impacto del cáncer en los pobres refleja factores como el crecimiento demográfico, el envejecimiento de la población, la propagación de estilos de vida no saludables (entre ellos el consumo de tabaco) y la falta de control de infecciones asociadas con el cáncer. Aunque muchos tipos de cáncer se desarrollan lentamente, los cambios en el estilo de vida se producen con una asombrosa velocidad y alcance. Estas tendencias no son fáciles de revertir.
Si no se emprende una acción, se calcula que la cantidad de muertes por cáncer en el mundo en desarrollo va a aumentar a 5,9 millones en 2015 y a 9,1 millones en 2030. Si bien se espera que las muertes por cáncer en los países ricos aumenten menos dramáticamente, de todas maneras se predice que subirán un desgarrador 40% en los próximos 20 años.
En todo el mundo en desarrollo, la mayoría de los sistemas de atención médica están diseñados para hacer frente a episodios de enfermedades infecciosas. Pero la mayoría carecen de los fondos, los equipamientos y el personal calificado necesarios para ofrecer una asistencia médica básica para los pacientes con cáncer. Treinta países –la mitad de ellos en África- no tienen una sola máquina de radioterapia. Y estos países de hecho no tienen los recursos financieros, las instalaciones, los equipos, la tecnología, la infraestructura, el personal o la capacitación para hacer frente a las demandas a largo plazo de la atención del cáncer.
También tienen escasa capacidad de prevención, educación pública o diagnóstico y tratamiento temprano, ya sea una detección temprana en asistencia primaria, cirugía, radioterapia o quimioterapia. En grandes partes de África, estos tratamientos normalmente están reservados para aquellas personas lo suficientemente ricas como para buscar atención especializada en el exterior.
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Las demandas de atención crónica para una enfermedad como el cáncer simplemente son abrumadoras. Los países y las familias también pagan un inmenso costo económico, ya que se interrumpen las vidas de millones de personas que de otra manera habrían hecho aportes contributivos a sus familias y comunidades durante muchas décadas.
La verdadera tragedia, por supuesto, es que muchos de estos pacientes no tienen que morir. Sabemos que aproximadamente un tercio de los tipos de cáncer se pueden prevenir. Esta cifra se podría aumentar marcadamente si se hiciera más énfasis en la identificación de otros factores ambientales y asociados con el estilo de vida que aumenten los riesgos de cáncer. Por otra parte, un diagnóstico ya no tiene por qué ser una sentencia de muerte, porque un tercio de los cánceres se pueden curar si se los detecta a tiempo y se los trata como corresponde.
La Organización Mundial de la Salud y la Agencia Internacional de Energía Atómica están trabajando estrechamente en conjunto para mejorar el control del cáncer en los países en desarrollo. El trabajo de la AIEA implica crear capacidad en los países para el uso de medicina por radiación. Pero la tecnología no sirve de nada sin un personal bien entrenado y motivado que pueda utilizarla. Es por ese motivo que ambas organizaciones están desarrollando redes de capacitación y mentoría, así como sociedades públicas y privadas innovadoras. Además de su amplia estrategia frente a la salud pública, también es esencial fortalecer los sistemas de atención médica y asistencia médica inicial para mejorar una detección temprana, un diagnóstico a tiempo y un tratamiento, así como un cuidado paliativo.
Las medidas preventivas como las iniciativas de salud pública para frenar el tabaquismo pueden ser considerablemente efectivas. Las vacunas contra la hepatitis B y los papillomavirus humanos, si se puede acceder a ellos a precios razonables, podrían contribuir significativamente en la prevención del cáncer de hígado y cervical, respectivamente. En la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer, la agencia especializada en cáncer de la OMS, se está llevando a cabo investigación adicional sobre las causas del cáncer, que promete ofrecer las pruebas básicas necesarias para aliviar aún más la incidencia de cáncer a nivel mundial.
Estamos viendo resultados alentadores en países individuales, pero nuestros esfuerzos son sólo una gota en un enorme océano de necesidad. Para responder a la creciente epidemia de cáncer, sólo necesitamos una acción global concertada similar a la exitosa movilización contra el VIH/SIDA.
Debería reconocerse al cáncer como a una parte vital de la agenda de salud global. Los líderes mundiales deberían tomar conciencia de la magnitud de la crisis del cáncer que enfrentan los países en desarrollo. Necesitamos una acción sistemática al más alto nivel para poner fin a la disparidad mortal en las tasas de supervivencia del cáncer entre los países ricos y los países pobres, ayudando así a salvar millones de vidas. El objetivo deber ser promover un control del cáncer efectivo que esté integrado en los sistemas nacionales de atención médica en todo el mundo en desarrollo.
La Cumbre sobre Enfermedades No Comunicables de la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre ofrece una oportunidad para centrar la atención mundial en el cáncer en los países en desarrollo. Hagamos del control del cáncer una de las buenas noticias del 2011.
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The Norwegian finance ministry recently revealed just how much the country has benefited from Russia's invasion of Ukraine, estimating its windfall natural-gas revenues for 2022-23 to be around $111 billion. Yet rather than transferring these gains to those on the front line, the government is hoarding them.
argue that the country should give its windfall gains from gas exports to those on the front lines.
GINEBRA – El cáncer es un enorme –y creciente- problema de salud pública global. Y, de los 7,6 millones de muertes por cáncer cada año, 4,8 millones se producen en el mundo en desarrollo. Una enfermedad anteriormente considerada más dominante en los países ricos hoy deposita su mayor carga en las poblaciones pobres y desventajadas.
En algunos países africanos, menos del 15% de los pacientes con cáncer sobreviven durante cinco años después de un diagnóstico de cáncer cervical y de mama, enfermedades que son altamente curables en otras partes del mundo. Son estadísticas apabullantes, con inmensas implicancias para el sufrimiento humano, los sistemas (y presupuestos) de atención médica y la estrategia internacional para reducir la pobreza. De modo que se las debería tratar como un llamado a la acción.
El incremento en el impacto del cáncer en los pobres refleja factores como el crecimiento demográfico, el envejecimiento de la población, la propagación de estilos de vida no saludables (entre ellos el consumo de tabaco) y la falta de control de infecciones asociadas con el cáncer. Aunque muchos tipos de cáncer se desarrollan lentamente, los cambios en el estilo de vida se producen con una asombrosa velocidad y alcance. Estas tendencias no son fáciles de revertir.
Si no se emprende una acción, se calcula que la cantidad de muertes por cáncer en el mundo en desarrollo va a aumentar a 5,9 millones en 2015 y a 9,1 millones en 2030. Si bien se espera que las muertes por cáncer en los países ricos aumenten menos dramáticamente, de todas maneras se predice que subirán un desgarrador 40% en los próximos 20 años.
En todo el mundo en desarrollo, la mayoría de los sistemas de atención médica están diseñados para hacer frente a episodios de enfermedades infecciosas. Pero la mayoría carecen de los fondos, los equipamientos y el personal calificado necesarios para ofrecer una asistencia médica básica para los pacientes con cáncer. Treinta países –la mitad de ellos en África- no tienen una sola máquina de radioterapia. Y estos países de hecho no tienen los recursos financieros, las instalaciones, los equipos, la tecnología, la infraestructura, el personal o la capacitación para hacer frente a las demandas a largo plazo de la atención del cáncer.
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La verdadera tragedia, por supuesto, es que muchos de estos pacientes no tienen que morir. Sabemos que aproximadamente un tercio de los tipos de cáncer se pueden prevenir. Esta cifra se podría aumentar marcadamente si se hiciera más énfasis en la identificación de otros factores ambientales y asociados con el estilo de vida que aumenten los riesgos de cáncer. Por otra parte, un diagnóstico ya no tiene por qué ser una sentencia de muerte, porque un tercio de los cánceres se pueden curar si se los detecta a tiempo y se los trata como corresponde.
La Organización Mundial de la Salud y la Agencia Internacional de Energía Atómica están trabajando estrechamente en conjunto para mejorar el control del cáncer en los países en desarrollo. El trabajo de la AIEA implica crear capacidad en los países para el uso de medicina por radiación. Pero la tecnología no sirve de nada sin un personal bien entrenado y motivado que pueda utilizarla. Es por ese motivo que ambas organizaciones están desarrollando redes de capacitación y mentoría, así como sociedades públicas y privadas innovadoras. Además de su amplia estrategia frente a la salud pública, también es esencial fortalecer los sistemas de atención médica y asistencia médica inicial para mejorar una detección temprana, un diagnóstico a tiempo y un tratamiento, así como un cuidado paliativo.
Las medidas preventivas como las iniciativas de salud pública para frenar el tabaquismo pueden ser considerablemente efectivas. Las vacunas contra la hepatitis B y los papillomavirus humanos, si se puede acceder a ellos a precios razonables, podrían contribuir significativamente en la prevención del cáncer de hígado y cervical, respectivamente. En la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer, la agencia especializada en cáncer de la OMS, se está llevando a cabo investigación adicional sobre las causas del cáncer, que promete ofrecer las pruebas básicas necesarias para aliviar aún más la incidencia de cáncer a nivel mundial.
Estamos viendo resultados alentadores en países individuales, pero nuestros esfuerzos son sólo una gota en un enorme océano de necesidad. Para responder a la creciente epidemia de cáncer, sólo necesitamos una acción global concertada similar a la exitosa movilización contra el VIH/SIDA.
Debería reconocerse al cáncer como a una parte vital de la agenda de salud global. Los líderes mundiales deberían tomar conciencia de la magnitud de la crisis del cáncer que enfrentan los países en desarrollo. Necesitamos una acción sistemática al más alto nivel para poner fin a la disparidad mortal en las tasas de supervivencia del cáncer entre los países ricos y los países pobres, ayudando así a salvar millones de vidas. El objetivo deber ser promover un control del cáncer efectivo que esté integrado en los sistemas nacionales de atención médica en todo el mundo en desarrollo.
La Cumbre sobre Enfermedades No Comunicables de la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre ofrece una oportunidad para centrar la atención mundial en el cáncer en los países en desarrollo. Hagamos del control del cáncer una de las buenas noticias del 2011.