LONDRES – Atrás quedaron los días en los que la temporada de reuniones generales -la época del año en que los ejecutivos y los directores de las empresas públicas se reúnen para informar sobre sus actividades, cuentas y planes a los accionistas- pasaba inadvertida. Desde la "primavera de los accionistas" de 2012, los accionistas han dejado de actuar como receptores pasivos de los informes de las empresas o de rubricar obedientemente con sello de goma sus planes y paquetes de pago, y empezaron a cuestionar activa y públicamente las decisiones de las juntas, ventilando sus quejas y presentando propuestas de cambio. Este cambio es muy esperado y transformará la manera en que operan las empresas, les guste a las compañías o no.
Con los años, la cantidad de cuestiones que los asistentes han abordado durante las reuniones generales anuales ha crecido exponencialmente. En verdad, como me han dicho varios inversores de gran escala, hay tantas cuestiones que necesitan atención que puede costar priorizarlas. Aun así, algunas cuestiones han cobrado una especial preponderancia.
Este año, la cuestión que se planteó con más frecuencia fue el pago de los ejecutivos. Lo que se destaca es que el debate de la cuestión no se basó sólo en una sensación de injusticia originada en las disparidades extremas en los pagos y en una aparente falta de consideración por el desempeño, sino también en evidencia dura que incluye una mejor comprensión de cómo funcionan los paquetes de pago y los bonos. Esto plantea la probabilidad de que las quejas actuales se traduzcan en un cambio real.
Por ejemplo, los accionistas de la compañía de telecomunicaciones satelitales británica Inmarsat votaron en contra de su reporte de remuneraciones, subrayando la brecha entre la compensación de los ejecutivos y el desempeño de la empresa. De la misma manera, las políticas de remuneración fueron rechazadas por casi el 36% de los accionistas de Unilever y el 34% de AIG. Los grandes inversores en la minera anglo-australiana Rio Tinto también se opusieron a su informe de remuneraciones.
Por supuesto, esta tendencia dista mucho de ser universal. Los accionistas de Tesla aprobaron lo que los expertos en gobernancia corporativa llamaron el paquete de pago "impactante" del fundador multimillonario de la compañía, Elon Musk, cuya "capacidad al estilo Trump para que la gente crea en él y en sus promesas absurdas", al decir de un analista, ha llevado el precio de las acciones de la compañía a niveles estratosféricos mientras sus bonos se comercializaban a niveles de bonos basura. De todos modos, el cuestionamiento de los accionistas representa un paso importante hacia adelante, y el hecho de que la cuestión de las compensaciones hoy esté en el centro del debate no sólo en los medios de negocios, sino también en los medios generalistas, magnifica el potencial impacto de los activistas.
Mientras que el pago de los ejecutivos recibió la mayor atención este año, los inversores y el público en general también están profundamente preocupados por otras cuestiones. Algunas son más conocidas que otras, pero todas requerirán una atención urgente en los próximos meses, si los directorios quieren evitar una agitación importante en las reuniones generales anuales el año próximo.
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
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Por empezar, la resistencia a permitir que los CEO también se desempeñen como presidentes de directorio -un tema de conversación durante mucho tiempo, particularmente en Estados Unidos- se está intensificando. En Tesla, a los inversores se les está pidiendo que mantengan a Musk solamente en su rol de CEO, y que nombren un presidente de directorio independiente. El rol doble de Mark Zuckerberg en Facebook también parece ser objeto de una creciente oposición.
Segundo, las empresas enfrentan una presión cada vez mayor para mejorar la manera en que manejan las acusaciones de acoso sexual, desde su respuesta a las quejas iniciales hasta su reporte de esas respuestas. En la era de #MeToo, cuando las víctimas se sienten cada vez con más poder para reportar el acoso y el ataque que experimentan, el alcance del problema -y la deficiencia de los mecanismos existentes para responder a él- se está volviendo claramente evidente.
Afrinic, el organismo responsable de asignar direcciones de Internet en toda África, está prácticamente en caída libre después de que las acusaciones contra su presidente resultaron en la desintegración de la junta. El productor de Hollywood Harvey Weinstein ahora ha sido arrestado bajo cargos de ataque sexual, y la empresa que fundó, la Weinstein Company, ha colapsado. Organizaciones como Save the Children también están enfrentando su hora de la verdad.
Empresas que ofrecen servicios de taxi como Uber y Lyft -siguiendo la delantera de Microsoft- han dado un paso adelante: desecharon un arbitraje obligatorio para resolver las denuncias de acoso y les dieron más opciones a las víctimas, inclusive demandas legales públicas. Pero las demandas de cambios más integrales probablemente se vuelvan más audibles.
Otra cuestión que está cobrando una nueva sensación de urgencia es la relación entre negocios y política. Las compañías enfrentan críticas por sus implicaciones políticas. En particular, el gigante farmacéutico Novartis se ha descubierto en la mira microscópica en dos países.
En Grecia, Novartis es acusada de sobornar a diez políticos. En Estados Unidos, la compañía no sólo gastó 8,8 millones de dólares en lobby con legisladores estadounidenses en 2017; también pagó 1,2 millones de dólares al abogado personal del presidente Donald Trump, Michael Cohen, a cambio de asesoramiento sobre cómo la administración Trump encararía las cuestiones de políticas en torno a la atención médica. La compañía de telecomunicaciones AT&T le pagó a Cohen 600.000 dólares como parte de un contrato de consultoría similar.
Aunque estas acciones no sean explícitamente ilegales, plantean serias cuestiones éticas -y, a su vez, de reputación-, para las cuales las empresas son cada vez más llamadas a rendir cuentas. Lo mismo es válido para las decisiones que se toman en muchas otras áreas, desde políticas ambientales hasta condiciones laborales, que también se están volviendo objeto de un creciente escrutinio.
Todos estos son temores reales y bien fundados que no desaparecerán en lo inmediato. Las juntas y los equipos ejecutivos no pueden barrerlos debajo de la alfombra y tratarlos como una moda pasajera. La mejor apuesta para las empresas es adelantarse a estas cuestiones, tomando medidas reales y oportunas para abordarlas lo antes posible. De lo contrario, las futuras reuniones generales anuales no harán más que volverse más tensas.
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US President Donald Trump’s import tariffs have triggered a wave of retaliatory measures, setting off a trade war with key partners and raising fears of a global downturn. But while Trump’s protectionism and erratic policy shifts could have far-reaching implications, the greatest victim is likely to be the United States itself.
warns that the new administration’s protectionism resembles the strategy many developing countries once tried.
It took a pandemic and the threat of war to get Germany to dispense with the two taboos – against debt and monetary financing of budgets – that have strangled its governments for decades. Now, it must join the rest of Europe in offering a positive vision of self-sufficiency and an “anti-fascist economic policy.”
welcomes the apparent departure from two policy taboos that have strangled the country's investment.
LONDRES – Atrás quedaron los días en los que la temporada de reuniones generales -la época del año en que los ejecutivos y los directores de las empresas públicas se reúnen para informar sobre sus actividades, cuentas y planes a los accionistas- pasaba inadvertida. Desde la "primavera de los accionistas" de 2012, los accionistas han dejado de actuar como receptores pasivos de los informes de las empresas o de rubricar obedientemente con sello de goma sus planes y paquetes de pago, y empezaron a cuestionar activa y públicamente las decisiones de las juntas, ventilando sus quejas y presentando propuestas de cambio. Este cambio es muy esperado y transformará la manera en que operan las empresas, les guste a las compañías o no.
Con los años, la cantidad de cuestiones que los asistentes han abordado durante las reuniones generales anuales ha crecido exponencialmente. En verdad, como me han dicho varios inversores de gran escala, hay tantas cuestiones que necesitan atención que puede costar priorizarlas. Aun así, algunas cuestiones han cobrado una especial preponderancia.
Este año, la cuestión que se planteó con más frecuencia fue el pago de los ejecutivos. Lo que se destaca es que el debate de la cuestión no se basó sólo en una sensación de injusticia originada en las disparidades extremas en los pagos y en una aparente falta de consideración por el desempeño, sino también en evidencia dura que incluye una mejor comprensión de cómo funcionan los paquetes de pago y los bonos. Esto plantea la probabilidad de que las quejas actuales se traduzcan en un cambio real.
Por ejemplo, los accionistas de la compañía de telecomunicaciones satelitales británica Inmarsat votaron en contra de su reporte de remuneraciones, subrayando la brecha entre la compensación de los ejecutivos y el desempeño de la empresa. De la misma manera, las políticas de remuneración fueron rechazadas por casi el 36% de los accionistas de Unilever y el 34% de AIG. Los grandes inversores en la minera anglo-australiana Rio Tinto también se opusieron a su informe de remuneraciones.
Por supuesto, esta tendencia dista mucho de ser universal. Los accionistas de Tesla aprobaron lo que los expertos en gobernancia corporativa llamaron el paquete de pago "impactante" del fundador multimillonario de la compañía, Elon Musk, cuya "capacidad al estilo Trump para que la gente crea en él y en sus promesas absurdas", al decir de un analista, ha llevado el precio de las acciones de la compañía a niveles estratosféricos mientras sus bonos se comercializaban a niveles de bonos basura. De todos modos, el cuestionamiento de los accionistas representa un paso importante hacia adelante, y el hecho de que la cuestión de las compensaciones hoy esté en el centro del debate no sólo en los medios de negocios, sino también en los medios generalistas, magnifica el potencial impacto de los activistas.
Mientras que el pago de los ejecutivos recibió la mayor atención este año, los inversores y el público en general también están profundamente preocupados por otras cuestiones. Algunas son más conocidas que otras, pero todas requerirán una atención urgente en los próximos meses, si los directorios quieren evitar una agitación importante en las reuniones generales anuales el año próximo.
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Segundo, las empresas enfrentan una presión cada vez mayor para mejorar la manera en que manejan las acusaciones de acoso sexual, desde su respuesta a las quejas iniciales hasta su reporte de esas respuestas. En la era de #MeToo, cuando las víctimas se sienten cada vez con más poder para reportar el acoso y el ataque que experimentan, el alcance del problema -y la deficiencia de los mecanismos existentes para responder a él- se está volviendo claramente evidente.
Afrinic, el organismo responsable de asignar direcciones de Internet en toda África, está prácticamente en caída libre después de que las acusaciones contra su presidente resultaron en la desintegración de la junta. El productor de Hollywood Harvey Weinstein ahora ha sido arrestado bajo cargos de ataque sexual, y la empresa que fundó, la Weinstein Company, ha colapsado. Organizaciones como Save the Children también están enfrentando su hora de la verdad.
Empresas que ofrecen servicios de taxi como Uber y Lyft -siguiendo la delantera de Microsoft- han dado un paso adelante: desecharon un arbitraje obligatorio para resolver las denuncias de acoso y les dieron más opciones a las víctimas, inclusive demandas legales públicas. Pero las demandas de cambios más integrales probablemente se vuelvan más audibles.
Otra cuestión que está cobrando una nueva sensación de urgencia es la relación entre negocios y política. Las compañías enfrentan críticas por sus implicaciones políticas. En particular, el gigante farmacéutico Novartis se ha descubierto en la mira microscópica en dos países.
En Grecia, Novartis es acusada de sobornar a diez políticos. En Estados Unidos, la compañía no sólo gastó 8,8 millones de dólares en lobby con legisladores estadounidenses en 2017; también pagó 1,2 millones de dólares al abogado personal del presidente Donald Trump, Michael Cohen, a cambio de asesoramiento sobre cómo la administración Trump encararía las cuestiones de políticas en torno a la atención médica. La compañía de telecomunicaciones AT&T le pagó a Cohen 600.000 dólares como parte de un contrato de consultoría similar.
Aunque estas acciones no sean explícitamente ilegales, plantean serias cuestiones éticas -y, a su vez, de reputación-, para las cuales las empresas son cada vez más llamadas a rendir cuentas. Lo mismo es válido para las decisiones que se toman en muchas otras áreas, desde políticas ambientales hasta condiciones laborales, que también se están volviendo objeto de un creciente escrutinio.
Todos estos son temores reales y bien fundados que no desaparecerán en lo inmediato. Las juntas y los equipos ejecutivos no pueden barrerlos debajo de la alfombra y tratarlos como una moda pasajera. La mejor apuesta para las empresas es adelantarse a estas cuestiones, tomando medidas reales y oportunas para abordarlas lo antes posible. De lo contrario, las futuras reuniones generales anuales no harán más que volverse más tensas.