WASHINGTON, DC – Mezclado en el torbellino reciente de noticias políticas, se produjo un hecho de gran importancia para el futuro del dinero digital público. Durante la cumbre de los BRICS en Kazán (Rusia), el Banco de Pagos Internacionales anunció su salida de Project mBridge, una iniciativa de pagos y activos digitales.
Concebido en 2022 para actuar como cámara compensadora de monedas digitales emitidas por bancos centrales, mBridge servía de anclaje a los esfuerzos del BPI en pos de crear un sistema global de liquidación interbancaria que permitiera conectar esas monedas digitales sin pasar por el control de gobiernos individuales. Aprovechando las mejoras de eficiencia de la tecnología blockchain, mBridge ofrecía una solución a quienes hallan decepcionante la lentitud y el costo de los sistemas de pago transfronterizo actuales. Y no hace tanto, en junio, el BPI había redoblado su apuesta por la iniciativa, cuando agregó a Arabia Saudita a la lista de bancos centrales fundadores y la promovió más allá de la etapa piloto.
Azotado sin duda por los vientos geopolíticos que salían de Kazán, el director general del BPI Agustín Carstensdijo en una reunión del Grupo de los 30 a finales de octubre: «no podemos dar apoyo directo a ningún proyecto de los BRICS, porque no podemos operar con países sujetos a sanciones». Los comentarios de Carstens reflejan una tensión creciente en las capitales occidentales. Aunque muchos están de acuerdo en el uso de las nuevas tecnologías para aumentar la eficiencia y la equidad del sistema financiero, no quieren abrirle la puerta a un orden mundial que ya no esté basado en las leyes y normas occidentales.
Hace mucho tiempo que los organismos de inteligencia estadounidenses llaman la atención sobre este dilema, advirtiendo que hay «estados canallas» que están creando mecanismos de liquidación alternativos a prueba de sanciones o utilizando activos virtuales para facilitar el comercio bilateral (por ejemplo, entre Rusia y China). En Kazán, los líderes de los BRICS no ocultaron sus intentos de crear un nuevo orden financiero libre del dólar, repitiendo antiguos pedidos rusos de que los BRICS tengan una moneda única basada en blockchain, para poner el comercio internacional a salvo de sanciones occidentales.
La pregunta incómoda que deben hacerse los funcionarios occidentales es si lo mejor para su idea de una economía digital sin fronteras amparada en los valores occidentales es un modelo dirigido por el sector público en el que los bancos centrales ocupan el centro de la escena y organizan el comercio en el nivel supranacional. Al fin y al cabo, durante los últimos ochenta años la norma ha sido un sistema liderado por el sector privado y supervisado por el sector público.
El dinero intermediado por el sector privado exportó las reglas y normas occidentales, creando al hacerlo un baluarte financiero que excede las fronteras de la OTAN e integra las sanciones estadounidenses y las medidas antilavado al sistema bancario y comercial mundial. Los bancos y las multinacionales han llevado el dólar hasta los últimos confines del planeta, y al hacerlo han actuado como representantes de la moneda de los Estados Unidos y de su sistema financiero. Durante décadas, este sistema ha puesto freno a los lavadores de dinero, a los estados que patrocinan el terrorismo, a los narcotraficantes y a otros transgresores de las leyes, obligándolos a encontrar métodos de evasión cada vez más creativos.
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Pero la veloz adopción de formas no reguladas de dinero digital por parte de actores transgresores ha dado impulso a un debate (tanto entre los líderes de los BRICS como entre los de Occidente) sobre la necesidad de revisar la arquitectura financiera internacional vigente. Que los BRICS hayan estado a la vanguardia de proyectos como mBridge no es sorprendente, ya que tienen potencial para trastocar el orden establecido en Bretton Woods. Pero en lugar de descartar mBridge y las exitosas pruebas piloto de nuevos canales para el comercio y los pagos internacionales, la dirigencia occidental tendría que pensar el modo de sacarles el mayor provecho posible.
Así como los viejos canales financieros internacionales sirvieron a los objetivos políticos de Occidente, también pueden hacerlo los nuevos canales digitales. El proyecto mBridge ya ha demostrado que la tecnología blockchain puede conectar la economía global mediante transacciones a la velocidad de Internet; la única pregunta ahora es cómo lograr el equilibrio justo entre los sectores público y privado.
La respuesta puede ser engañosamente sencilla: tal vez la mejor alternativa a la idea de los BRICS sea mantener la arquitectura actual, pero modernizando los canales de distribución del dólar, del euro y de la libra. En la actualidad, más o menos el 90% de los flujos de divisas sigue dolarizado, pero en su última evaluación de los mecanismos de pago transfronterizo, el Consejo de Estabilidad Financiera señaló la necesidad de actualizar el frágil, lento y costoso sistema de moneda fiduciaria vigente. Mientras aumentan los costos de los pagos transfronterizos para los consumidores, Estados Unidos tiene a su disposición un arma no tan secreta para enfrentar las deficiencias del sistema y contrarrestar las ambiciones de sus adversarios: sólo tiene que adoptar el dólar digital regulado y dejar al sector privado seguir haciendo lo mismo que hasta ahora.
¿Podrán los funcionarios occidentales mostrar tanto entusiasmo por la digitalización como los líderes de los BRICS y dar pasos hacia la regulación del dólar digital? Si la respuesta es afirmativa, una de las primeras medidas que deberían tomar es crear una estructura regulatoria para el dinero privado digital en la forma de stablecoins en dólares, algo que ya cuenta con apoyo bipartidario en el Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. Legislar un estándar estadounidense para el uso seguro, legal y regulado de dólares digitales (emitidos por actores públicos o privados) daría una respuesta autorizada a quienes quieren destacar el dilema que se presenta entre el uso del dólar y la participación en la economía digital.
Por el contrario, ignorar las implicaciones tecnológicas de mBridge y de la tokenización puede dar lugar a una gran pérdida estratégica. Aunque el dólar sigue siendo la principal moneda de liquidación internacional, está cada vez más cerca de no ser la moneda de la mayoría de las transacciones. Tomando prestadas palabras proféticas que pronunció Carstens en 2022: «que nuestro sistema financiero se base en la gobernanza actual del dinero, que sirva al interés público y que opere en forma cooperativa con el sector privado».
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Though Donald Trump attracted more support than ever from working-class voters in the 2024 US presidential election, he has long embraced an agenda that benefits the wealthiest Americans above all. During his second term, however, Trump seems committed not just to serving America’s ultra-rich, but to letting them wield state power themselves.
Given the United Kingdom’s poor investment performance over the past 30 years, any government would need time and luck to turn things around. For so many critics and commentators to trash the current government’s growth agenda before it has even been launched is counterproductive, if not dangerous.
sees promise in the current government’s economic-policy plan despite its imperfections.
WASHINGTON, DC – Mezclado en el torbellino reciente de noticias políticas, se produjo un hecho de gran importancia para el futuro del dinero digital público. Durante la cumbre de los BRICS en Kazán (Rusia), el Banco de Pagos Internacionales anunció su salida de Project mBridge, una iniciativa de pagos y activos digitales.
Concebido en 2022 para actuar como cámara compensadora de monedas digitales emitidas por bancos centrales, mBridge servía de anclaje a los esfuerzos del BPI en pos de crear un sistema global de liquidación interbancaria que permitiera conectar esas monedas digitales sin pasar por el control de gobiernos individuales. Aprovechando las mejoras de eficiencia de la tecnología blockchain, mBridge ofrecía una solución a quienes hallan decepcionante la lentitud y el costo de los sistemas de pago transfronterizo actuales. Y no hace tanto, en junio, el BPI había redoblado su apuesta por la iniciativa, cuando agregó a Arabia Saudita a la lista de bancos centrales fundadores y la promovió más allá de la etapa piloto.
Azotado sin duda por los vientos geopolíticos que salían de Kazán, el director general del BPI Agustín Carstensdijo en una reunión del Grupo de los 30 a finales de octubre: «no podemos dar apoyo directo a ningún proyecto de los BRICS, porque no podemos operar con países sujetos a sanciones». Los comentarios de Carstens reflejan una tensión creciente en las capitales occidentales. Aunque muchos están de acuerdo en el uso de las nuevas tecnologías para aumentar la eficiencia y la equidad del sistema financiero, no quieren abrirle la puerta a un orden mundial que ya no esté basado en las leyes y normas occidentales.
Hace mucho tiempo que los organismos de inteligencia estadounidenses llaman la atención sobre este dilema, advirtiendo que hay «estados canallas» que están creando mecanismos de liquidación alternativos a prueba de sanciones o utilizando activos virtuales para facilitar el comercio bilateral (por ejemplo, entre Rusia y China). En Kazán, los líderes de los BRICS no ocultaron sus intentos de crear un nuevo orden financiero libre del dólar, repitiendo antiguos pedidos rusos de que los BRICS tengan una moneda única basada en blockchain, para poner el comercio internacional a salvo de sanciones occidentales.
La pregunta incómoda que deben hacerse los funcionarios occidentales es si lo mejor para su idea de una economía digital sin fronteras amparada en los valores occidentales es un modelo dirigido por el sector público en el que los bancos centrales ocupan el centro de la escena y organizan el comercio en el nivel supranacional. Al fin y al cabo, durante los últimos ochenta años la norma ha sido un sistema liderado por el sector privado y supervisado por el sector público.
El dinero intermediado por el sector privado exportó las reglas y normas occidentales, creando al hacerlo un baluarte financiero que excede las fronteras de la OTAN e integra las sanciones estadounidenses y las medidas antilavado al sistema bancario y comercial mundial. Los bancos y las multinacionales han llevado el dólar hasta los últimos confines del planeta, y al hacerlo han actuado como representantes de la moneda de los Estados Unidos y de su sistema financiero. Durante décadas, este sistema ha puesto freno a los lavadores de dinero, a los estados que patrocinan el terrorismo, a los narcotraficantes y a otros transgresores de las leyes, obligándolos a encontrar métodos de evasión cada vez más creativos.
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Así como los viejos canales financieros internacionales sirvieron a los objetivos políticos de Occidente, también pueden hacerlo los nuevos canales digitales. El proyecto mBridge ya ha demostrado que la tecnología blockchain puede conectar la economía global mediante transacciones a la velocidad de Internet; la única pregunta ahora es cómo lograr el equilibrio justo entre los sectores público y privado.
La respuesta puede ser engañosamente sencilla: tal vez la mejor alternativa a la idea de los BRICS sea mantener la arquitectura actual, pero modernizando los canales de distribución del dólar, del euro y de la libra. En la actualidad, más o menos el 90% de los flujos de divisas sigue dolarizado, pero en su última evaluación de los mecanismos de pago transfronterizo, el Consejo de Estabilidad Financiera señaló la necesidad de actualizar el frágil, lento y costoso sistema de moneda fiduciaria vigente. Mientras aumentan los costos de los pagos transfronterizos para los consumidores, Estados Unidos tiene a su disposición un arma no tan secreta para enfrentar las deficiencias del sistema y contrarrestar las ambiciones de sus adversarios: sólo tiene que adoptar el dólar digital regulado y dejar al sector privado seguir haciendo lo mismo que hasta ahora.
¿Podrán los funcionarios occidentales mostrar tanto entusiasmo por la digitalización como los líderes de los BRICS y dar pasos hacia la regulación del dólar digital? Si la respuesta es afirmativa, una de las primeras medidas que deberían tomar es crear una estructura regulatoria para el dinero privado digital en la forma de stablecoins en dólares, algo que ya cuenta con apoyo bipartidario en el Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. Legislar un estándar estadounidense para el uso seguro, legal y regulado de dólares digitales (emitidos por actores públicos o privados) daría una respuesta autorizada a quienes quieren destacar el dilema que se presenta entre el uso del dólar y la participación en la economía digital.
Por el contrario, ignorar las implicaciones tecnológicas de mBridge y de la tokenización puede dar lugar a una gran pérdida estratégica. Aunque el dólar sigue siendo la principal moneda de liquidación internacional, está cada vez más cerca de no ser la moneda de la mayoría de las transacciones. Tomando prestadas palabras proféticas que pronunció Carstens en 2022: «que nuestro sistema financiero se base en la gobernanza actual del dinero, que sirva al interés público y que opere en forma cooperativa con el sector privado».
Traducción: Esteban Flamini