NUEVA YORK – Cuando en 2014 conocí a la diseñadora de moda Chiedza Makonnen, radicada en Accra, sus ventas fuera de Gana eran mínimas. Hoy, en cambio, la marca de Makonnen, Afrodesiac Worldwide, se luce en las alfombras rojas de Hollywood y en los escenarios del Festival Essence de Nueva Orleans. Como Makonnen descifró el “código de exportador”, su compañía aumentó la producción, triplicó su personal y expandió ampliamente su perfil en los medios.
Descifrar el código de exportador significa superar la noción de que las empresas que son propiedad de mujeres y están gestionadas por mujeres no pueden ser globales, porque cumplir con los estándares requeridos para el comercio transfronterizo es demasiado difícil y costoso. En general se supone (aunque no se lo dice abiertamente) que las empresas cuyas dueñas son mujeres son más riesgosas y, por lo tanto, menos atractivas para los inversores. Pero, de la misma manera que las mujeres hace 50 años quemaron sus corpiños para destruir un símbolo de opresión, las mujeres hoy deben eliminar las barreras que les impiden comerciar libremente en la economía global.
Sin duda, en este Día Internacional de la Mujer, las mujeres en muchos países están en mejores condiciones y gozan de más oportunidades que sus madres y abuelas, debido a enormes mejoras en el acceso a la educación y a la atención médica. Pero siguen existiendo brechas importantes y, dado el ritmo lento y desparejo del progreso, no hay lugar para la complacencia.
Según el Foro Económico Mundial, achicar la brecha de género general en 106 países llevará 108 años al ritmo actual de cambio; en el África subsahariana, donde el problema es más grave, llevará por lo menos 135 años. La brecha más importante es económica; cerrarla demandará unos 202 años.
La desigualdad de género es un problema verdaderamente global que persiste inclusive en los países con mayor equidad de género. Aun así, hay puntos positivos que pueden servir de guía para los demás. En Noruega, por ejemplo, las mujeres hoy ocupan las tres posiciones más altas en el gobierno (primera ministra, ministra de Finanzas, ministra de Relaciones Exteriores) por primera vez en la historia de su país. En Ruanda, los puestos ministeriales están perfectamente equilibrados entre los géneros, y el 61% de los parlamentarios son mujeres. Y en Barbados, una mujer hoy se desempeña como primera ministra por primera vez.
Desafortunadamente, el comercio y los negocios parecen estar rezagados respecto de la política. A pesar de la ley pionera de Noruega de 2007 que exige que las mujeres ocupen el 40% de los puestos en los directorios corporativos, las mujeres siguen ocupando desproporcionadamente menos puestos gerenciales altos. En los sectores público y privado de Noruega, menos de una cuarta parte de los altos ejecutivos son mujeres; y en 2017, sólo 15 de 213 compañías públicas eran dirigidas por mujeres.
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Es verdad, el Índice de Igualdad de Género 2019 de Bloomberg de empresas en 36 países sugiere que las compañías se están esforzando más para garantizar que las mujeres lleguen a las gerencias de primera línea y a los directorios. Sin embargo, la triste realidad es que las mujeres siguen en los márgenes económicos en la mayoría de los países del mundo.
La marginalización económica de las mujeres es un problema para todos. Según el Banco Mundial, los ingresos de los hombres a lo largo de la vida están más de 23.000 dólares por encima de los de las mujeres, en promedio, lo que implica que se dejan sobre la mesa 160 billones de dólares en patrimonio de capital humano –el equivalente a dos años del PIB global-. Incluir los 1.000 millones de mujeres que siguen en los márgenes de la economía formal en todo el mundo sería como agregar otra China u otro Estados Unidos. Como yo y muchos otros defensores de la igualdad de género hemos venido diciendo hasta el cansancio en los últimos años, “No se puede ganar el partido con la mitad del equipo en el banco”.
En el Centro de Comercio Internacional, trabajamos para permitir que las mujeres descifren el código de exportador y se sumen a los hombres como jugadores iguales en el campo de juego económico global. Nuestra investigación de 25 países determina que sólo una de cada cinco compañías exportadoras son propiedad de mujeres, debido a una discriminación significativa basada en el género.
Con la Iniciativa SheTrades (EllaComercia) del Centro, esperamos conectar a tres millones de emprendedoras mujeres con los mercados globales. Mekonnen es sólo una de muchas mujeres que se han beneficiado con el programa. Otras incluyen a Sonia Mugabo en Ruanda, a quien Forbes África ha incluido en su lista de jóvenes empresarias prometedoras, y a Anyango Mpinga, que hoy es una de las diseñadoras más reconocidas de Kenia.
El éxito en el diseño de moda no es lo único que estas tres mujeres tienen en común. Antes de adherir a la Iniciativa SheTrades, todas encontraron barreras relacionadas con el género cuando intentaron expandir sus negocios. Pero millones de otras mujeres empresarias siguen necesitando descifrar el código de exportador. Si no se abordan las barreras que enfrentan, nunca en la vida lograremos una igualdad de género.
Permitir la plena participación de las mujeres en el comercio global no es sólo una cuestión moral. También es un imperativo económico, porque los sectores exportadores prósperos mejoran la competitividad y crean empleos mejor remunerados. Y, si bien no existe ninguna solución mágica, la Iniciativa SheTrades y programas similares demuestran que se puede lograr. Con la implementación de las políticas apropiadas, hombres y mujeres por igual estarán en mejores condiciones.
El primer paso es equipar a las mujeres emprendedoras con las herramientas, capacidades y confianza necesarias para descifrar el código de exportador. Una vez que lo hayan hecho, lo que pueden alcanzar no tiene límite.
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Since Plato’s Republic 2,300 years ago, philosophers have understood the process by which demagogues come to power in free and fair elections, only to overthrow democracy and establish tyrannical rule. The process is straightforward, and we have now just watched it play out.
observes that philosophers since Plato have understood how tyrants come to power in free elections.
Despite being a criminal, a charlatan, and an aspiring dictator, Donald Trump has won not only the Electoral College, but also the popular vote – a feat he did not achieve in 2016 or 2020. A nihilistic voter base, profit-hungry business leaders, and craven Republican politicians are to blame.
points the finger at a nihilistic voter base, profit-hungry business leaders, and craven Republican politicians.
NUEVA YORK – Cuando en 2014 conocí a la diseñadora de moda Chiedza Makonnen, radicada en Accra, sus ventas fuera de Gana eran mínimas. Hoy, en cambio, la marca de Makonnen, Afrodesiac Worldwide, se luce en las alfombras rojas de Hollywood y en los escenarios del Festival Essence de Nueva Orleans. Como Makonnen descifró el “código de exportador”, su compañía aumentó la producción, triplicó su personal y expandió ampliamente su perfil en los medios.
Descifrar el código de exportador significa superar la noción de que las empresas que son propiedad de mujeres y están gestionadas por mujeres no pueden ser globales, porque cumplir con los estándares requeridos para el comercio transfronterizo es demasiado difícil y costoso. En general se supone (aunque no se lo dice abiertamente) que las empresas cuyas dueñas son mujeres son más riesgosas y, por lo tanto, menos atractivas para los inversores. Pero, de la misma manera que las mujeres hace 50 años quemaron sus corpiños para destruir un símbolo de opresión, las mujeres hoy deben eliminar las barreras que les impiden comerciar libremente en la economía global.
Sin duda, en este Día Internacional de la Mujer, las mujeres en muchos países están en mejores condiciones y gozan de más oportunidades que sus madres y abuelas, debido a enormes mejoras en el acceso a la educación y a la atención médica. Pero siguen existiendo brechas importantes y, dado el ritmo lento y desparejo del progreso, no hay lugar para la complacencia.
Según el Foro Económico Mundial, achicar la brecha de género general en 106 países llevará 108 años al ritmo actual de cambio; en el África subsahariana, donde el problema es más grave, llevará por lo menos 135 años. La brecha más importante es económica; cerrarla demandará unos 202 años.
La desigualdad de género es un problema verdaderamente global que persiste inclusive en los países con mayor equidad de género. Aun así, hay puntos positivos que pueden servir de guía para los demás. En Noruega, por ejemplo, las mujeres hoy ocupan las tres posiciones más altas en el gobierno (primera ministra, ministra de Finanzas, ministra de Relaciones Exteriores) por primera vez en la historia de su país. En Ruanda, los puestos ministeriales están perfectamente equilibrados entre los géneros, y el 61% de los parlamentarios son mujeres. Y en Barbados, una mujer hoy se desempeña como primera ministra por primera vez.
Desafortunadamente, el comercio y los negocios parecen estar rezagados respecto de la política. A pesar de la ley pionera de Noruega de 2007 que exige que las mujeres ocupen el 40% de los puestos en los directorios corporativos, las mujeres siguen ocupando desproporcionadamente menos puestos gerenciales altos. En los sectores público y privado de Noruega, menos de una cuarta parte de los altos ejecutivos son mujeres; y en 2017, sólo 15 de 213 compañías públicas eran dirigidas por mujeres.
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La marginalización económica de las mujeres es un problema para todos. Según el Banco Mundial, los ingresos de los hombres a lo largo de la vida están más de 23.000 dólares por encima de los de las mujeres, en promedio, lo que implica que se dejan sobre la mesa 160 billones de dólares en patrimonio de capital humano –el equivalente a dos años del PIB global-. Incluir los 1.000 millones de mujeres que siguen en los márgenes de la economía formal en todo el mundo sería como agregar otra China u otro Estados Unidos. Como yo y muchos otros defensores de la igualdad de género hemos venido diciendo hasta el cansancio en los últimos años, “No se puede ganar el partido con la mitad del equipo en el banco”.
En el Centro de Comercio Internacional, trabajamos para permitir que las mujeres descifren el código de exportador y se sumen a los hombres como jugadores iguales en el campo de juego económico global. Nuestra investigación de 25 países determina que sólo una de cada cinco compañías exportadoras son propiedad de mujeres, debido a una discriminación significativa basada en el género.
Con la Iniciativa SheTrades (EllaComercia) del Centro, esperamos conectar a tres millones de emprendedoras mujeres con los mercados globales. Mekonnen es sólo una de muchas mujeres que se han beneficiado con el programa. Otras incluyen a Sonia Mugabo en Ruanda, a quien Forbes África ha incluido en su lista de jóvenes empresarias prometedoras, y a Anyango Mpinga, que hoy es una de las diseñadoras más reconocidas de Kenia.
El éxito en el diseño de moda no es lo único que estas tres mujeres tienen en común. Antes de adherir a la Iniciativa SheTrades, todas encontraron barreras relacionadas con el género cuando intentaron expandir sus negocios. Pero millones de otras mujeres empresarias siguen necesitando descifrar el código de exportador. Si no se abordan las barreras que enfrentan, nunca en la vida lograremos una igualdad de género.
Permitir la plena participación de las mujeres en el comercio global no es sólo una cuestión moral. También es un imperativo económico, porque los sectores exportadores prósperos mejoran la competitividad y crean empleos mejor remunerados. Y, si bien no existe ninguna solución mágica, la Iniciativa SheTrades y programas similares demuestran que se puede lograr. Con la implementación de las políticas apropiadas, hombres y mujeres por igual estarán en mejores condiciones.
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