WASHINGTON D. C. – Seis meses atrás, el poder de la primera ministra Sheikh Hasina en Bangladés parecía inquebrantable; la Liga Awami, el partido gobernante, terminaba de ganar el cuarto período sucesivo en elecciones indiscutibles, lo que le permitía continuar ejerciendo un control total sobre las instituciones del país. Dado que los periodistas, defensores de los derechos humanos, miembros de la oposición y otros críticos enfrentaban persecuciones políticas, la prisión, el exilio y la desaparición forzosa, el continuo descenso del país hacia el autoritarismo parecía confirmado.
WASHINGTON D. C. – Seis meses atrás, el poder de la primera ministra Sheikh Hasina en Bangladés parecía inquebrantable; la Liga Awami, el partido gobernante, terminaba de ganar el cuarto período sucesivo en elecciones indiscutibles, lo que le permitía continuar ejerciendo un control total sobre las instituciones del país. Dado que los periodistas, defensores de los derechos humanos, miembros de la oposición y otros críticos enfrentaban persecuciones políticas, la prisión, el exilio y la desaparición forzosa, el continuo descenso del país hacia el autoritarismo parecía confirmado.