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Adolescentes perdedores

PRINCETON – Estamos al final de una década que no tiene nombre. Los 2010 realmente no dicen nada de sí mismos, y esta confusión nace en parte de la semántica. Mientras que el término “noughties”1 se aplicó a la primera década del siglo XXI, algunos se sentirían cómodos llamando a esta década pasada los “teenies”2. Hace un siglo, no había ninguna necesidad de preocuparse por ese tipo de categorizaciones: los 1910 fueron simplemente la era de la Gran Guerra.

Pero nuestra incertidumbre semántica también refleja un problema más profundo sobre el análisis y la verdad. En tanto la civilización humana busca significado en su noción del tiempo ordenado decimalmente, el idioma ofrece rótulos para captar el estado de ánimo de cada generación. En retrospectiva, los “años veinte”, los “años treinta”, los “años cuarenta”, los “años cincuenta”, los “años sesenta”, los “años setenta”, los “años ochenta” y los “años noventa” evocan asociaciones poderosas. Los “años sesenta” inmediatamente traen a la mente el optimismo, la revuelta juvenil, la promesa de una globalización incipiente y la idea de “un mundo”. Una lección entonces es que, para que una década tenga un espíritu distinto, debe coincidir con una realidad que se pueda describir de manera clara y sincera. 

Curiosamente, los años 1960 tuvieron un fuerte paralelismo con los años 1860. Desde Giuseppe Verdi y Richard Wagner hasta los Beatles y los Rolling Stones, cada década dio lugar a una música transformacional. Y el barco a vapor transoceánico resultó ser tan revolucionario como el avión de pasajeros un siglo después. En el caso de Estados Unidos, cada período tuvo un conflicto sangriento –la Guerra Civil y Vietnam- que redefinirían el ideal nacional. Hasta la historia mundana de la política monetaria contiene paralelismos asombrosos. Bajo el emperador Napoleón III y nuevamente en la presidencia de Charles de Gaulle, Francia pujó por la creación de una moneda europea para reordenar las relaciones monetarias a nivel global.

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