mcknight1_VINCENZO PINTOAFP via Getty Images_vaccine manufacturing VINCENZO PINTO/AFP via Getty Images

La bioseguridad es seguridad nacional

BOSTON – Si un ciberataque derrumbara a la economía global, desconectara efectivamente a ciudades importantes como Nueva York y pusiera millones de vidas en riesgo, los gobiernos y las instituciones en todo el mundo sin duda responderían invirtiendo profusamente en capacidades defensivas. Reforzarían su ciberseguridad, instalarían nuevas salvaguardas y recopilarían datos e inteligencia sobre futuras amenazas –como muchos ya lo hacen en respuesta a actos de guerra cibernética.

Sin embargo, cuando se trata de la pandemia del COVID-19, igualmente destructiva, la respuesta ha sido mucho menos decisiva. En tanto nuevas variantes devastan la seguridad sanitaria y económica de la población del mundo, las medidas de bioseguridad –las tecnologías de alerta temprana y monitoreo destinadas a prevenir la propagación de enfermedades infecciosas- todavía no son tan estratificadas, generalizadas o extraordinarias como los sistemas de ciberseguridad que utilizamos para contener y mitigar las actividades de los piratas informáticos.

Pero como nos sigue recordando el COVID-19, la salud pública y la bioseguridad son vitales para la seguridad nacional. Los virus biológicos, al igual que los virus informáticos, atacan los sistemas vivientes. Son ubicuos y, aunque no siempre podemos evadirlos, sí podemos estudiarlos y aprender a defendernos. Las nuevas biotecnologías son comparables a los parches de software que nos protegen de los ciberataques. Las vacunas ARNm contra el COVID-19 son un ejemplo. Los científicos que las desarrollaron programaron a las células para producir un código “bueno”, dándoles a nuestros organismos instrucciones para neutralizar el código “malo” del virus.

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