ESTOCOLMO – Una revolución tranquila está teniendo lugar en la industria financiera. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el desarrollo sustentable está cada vez más integrado en la toma de decisiones financieras.
La Unión Europea ha adoptado una actitud bastante pasiva hasta el momento en esta transformación, pero los reguladores financieros de varios países están liderando el cambio. Francia recientemente introdujo los primeros requerimientos obligatorios de divulgación climática para inversores institucionales. Noruega está eliminando el carbón de su fondo de riqueza soberano. Sudáfrica ha incluido el desarrollo sustentable en los requisitos para cotizar en su bolsa de valores.
De la misma manera, las regulaciones bancarias de Brasil ahora exigen responder por el riesgo ambiental. Y el gobierno sueco está intentado imponer una ambiciosa agenda de sustentabilidad que incluye una serie de propuestas destinadas a mejorar la información para inversores y determinar qué riesgos relacionados con el clima deben abordar los reguladores y las entidades financieras.
La industria privada también se está moviendo con celeridad. El principal gestor de activos del mundo, Blackrock, está lanzando un índice libre de combustibles fósiles, y Axa, una de las mayores compañías de seguros del mundo, prometió dejar de invertir en carbón. Mientras tanto, el movimiento de desinversión está creciendo: comunidades basadas en la fe, municipalidades, celebridades, sindicatos, universidades e inversores institucionales prometen desprenderse de sus activos en combustibles fósiles. En conjunto, instituciones con un valor patrimonial superior a los 2,6 billones de dólares se han comprometido a dejar de invertir en combustibles fósiles.
La revolución puede ser tranquila, pero se está haciendo oír. Las compañías de combustibles fósiles están cada vez más deslegitimadas; su modelo actual de negocios es irreconciliable con una cartera de inversión consciente del clima. Al mismo tiempo, los inversores están empezando a entender que prestarle atención al riesgo climático es una parte integral de una estrategia de inversión sólida que busca minimizar el riesgo y ayudar a promover la estabilidad financiera. El CEO de Axa, Henri de Castries, respaldó estos objetivos, y declaró que la desinversión en carbón ayuda a eliminar el riesgo de las carteras de inversión y contribuye a construir una sociedad más sustentable.
El gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, se mostró particularmente franco al resaltar los peligros que plantea el cambio climático para los mercados financieros. En un discurso en el Lloyd’s de Londres en el mes de septiembre, advirtió que una transición demorada para limitar el calentamiento global a 2° Celsius aumentaría los riesgos para la estabilidad financiera. Un número de instituciones se hicieron eco de su advertencia.
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Mientras tanto, McKinsey y el Carbon Trust han estimado que 30-40% del valor de las empresas de combustibles fósiles podría estar en peligro debido a la llamada “burbuja de carbono”, una sobrevaluación de las reservas de combustibles fósiles. Según la Agencia Internacional de Energía, dos tercios de estas reservas deben mantenerse en el suelo si el mundo quiere evitar un cambio climático desenfrenado, lo que implica que las empresas tal vez no puedan explotar su pleno potencial económico. Dado que el sector financiero europeo ha invertido más de 1 billón de euros (1,1 billón de dólares) en activos de combustibles fósiles, la UE, en particular, corre el riesgo de una burbuja de carbono.
La cuestión ha cobrado tal magnitud que el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, ha solicitado a la Junta Europea de Riesgo Sistémico que tome cartas en el asunto. Los reguladores financieros en Suecia, Alemania, Holanda y el Reino Unido están estudiando el impacto del cambio climático en los mercados financieros. El G-20 también le pidió a la Junta de Estabilidad Financiera con sede en Basilea que solicite una investigación público-privada de la burbuja de carbono.
El mes pasado, el comisionado europeo, Jonathan Hill, publicó su tan esperada propuesta Unión de los Mercados de Capital. Pero si bien su demanda de mercados de capital más integrados y diversificados en la UE es admirable, su propuesta carece de un mapa de ruta para la integración del desarrollo sustentable en el sistema financiero y de una estrategia para abordar la burbuja de carbono.
El Parlamento Europeo y el Consejo Europeo tienen la oportunidad de mejorar la propuesta de Hill. El parlamento ya ha establecido un grupo informal integrado por todos los partidos, llamado el Carbon Group, cuyo objetivo es encarar la burbuja de carbono y promover finanzas sustentables. Y dentro del Consejo, un número de países, principalmente Suecia y Francia, están trabajando para una mayor integración de una métrica de sustentabilidad en los mercados financieros.
Una variedad de instituciones están comenzando a considerar el desarrollo sustentable en su toma de decisiones financieras. Los legisladores –especialmente en la UE- tienen la responsabilidad de impulsar este tipo de pensamiento con visión de futuro y proteger a la economía global de cualquier aflicción financiera inducida por el clima.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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ESTOCOLMO – Una revolución tranquila está teniendo lugar en la industria financiera. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el desarrollo sustentable está cada vez más integrado en la toma de decisiones financieras.
La Unión Europea ha adoptado una actitud bastante pasiva hasta el momento en esta transformación, pero los reguladores financieros de varios países están liderando el cambio. Francia recientemente introdujo los primeros requerimientos obligatorios de divulgación climática para inversores institucionales. Noruega está eliminando el carbón de su fondo de riqueza soberano. Sudáfrica ha incluido el desarrollo sustentable en los requisitos para cotizar en su bolsa de valores.
De la misma manera, las regulaciones bancarias de Brasil ahora exigen responder por el riesgo ambiental. Y el gobierno sueco está intentado imponer una ambiciosa agenda de sustentabilidad que incluye una serie de propuestas destinadas a mejorar la información para inversores y determinar qué riesgos relacionados con el clima deben abordar los reguladores y las entidades financieras.
La industria privada también se está moviendo con celeridad. El principal gestor de activos del mundo, Blackrock, está lanzando un índice libre de combustibles fósiles, y Axa, una de las mayores compañías de seguros del mundo, prometió dejar de invertir en carbón. Mientras tanto, el movimiento de desinversión está creciendo: comunidades basadas en la fe, municipalidades, celebridades, sindicatos, universidades e inversores institucionales prometen desprenderse de sus activos en combustibles fósiles. En conjunto, instituciones con un valor patrimonial superior a los 2,6 billones de dólares se han comprometido a dejar de invertir en combustibles fósiles.
La revolución puede ser tranquila, pero se está haciendo oír. Las compañías de combustibles fósiles están cada vez más deslegitimadas; su modelo actual de negocios es irreconciliable con una cartera de inversión consciente del clima. Al mismo tiempo, los inversores están empezando a entender que prestarle atención al riesgo climático es una parte integral de una estrategia de inversión sólida que busca minimizar el riesgo y ayudar a promover la estabilidad financiera. El CEO de Axa, Henri de Castries, respaldó estos objetivos, y declaró que la desinversión en carbón ayuda a eliminar el riesgo de las carteras de inversión y contribuye a construir una sociedad más sustentable.
El gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, se mostró particularmente franco al resaltar los peligros que plantea el cambio climático para los mercados financieros. En un discurso en el Lloyd’s de Londres en el mes de septiembre, advirtió que una transición demorada para limitar el calentamiento global a 2° Celsius aumentaría los riesgos para la estabilidad financiera. Un número de instituciones se hicieron eco de su advertencia.
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Mientras tanto, McKinsey y el Carbon Trust han estimado que 30-40% del valor de las empresas de combustibles fósiles podría estar en peligro debido a la llamada “burbuja de carbono”, una sobrevaluación de las reservas de combustibles fósiles. Según la Agencia Internacional de Energía, dos tercios de estas reservas deben mantenerse en el suelo si el mundo quiere evitar un cambio climático desenfrenado, lo que implica que las empresas tal vez no puedan explotar su pleno potencial económico. Dado que el sector financiero europeo ha invertido más de 1 billón de euros (1,1 billón de dólares) en activos de combustibles fósiles, la UE, en particular, corre el riesgo de una burbuja de carbono.
La cuestión ha cobrado tal magnitud que el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, ha solicitado a la Junta Europea de Riesgo Sistémico que tome cartas en el asunto. Los reguladores financieros en Suecia, Alemania, Holanda y el Reino Unido están estudiando el impacto del cambio climático en los mercados financieros. El G-20 también le pidió a la Junta de Estabilidad Financiera con sede en Basilea que solicite una investigación público-privada de la burbuja de carbono.
El mes pasado, el comisionado europeo, Jonathan Hill, publicó su tan esperada propuesta Unión de los Mercados de Capital. Pero si bien su demanda de mercados de capital más integrados y diversificados en la UE es admirable, su propuesta carece de un mapa de ruta para la integración del desarrollo sustentable en el sistema financiero y de una estrategia para abordar la burbuja de carbono.
El Parlamento Europeo y el Consejo Europeo tienen la oportunidad de mejorar la propuesta de Hill. El parlamento ya ha establecido un grupo informal integrado por todos los partidos, llamado el Carbon Group, cuyo objetivo es encarar la burbuja de carbono y promover finanzas sustentables. Y dentro del Consejo, un número de países, principalmente Suecia y Francia, están trabajando para una mayor integración de una métrica de sustentabilidad en los mercados financieros.
Una variedad de instituciones están comenzando a considerar el desarrollo sustentable en su toma de decisiones financieras. Los legisladores –especialmente en la UE- tienen la responsabilidad de impulsar este tipo de pensamiento con visión de futuro y proteger a la economía global de cualquier aflicción financiera inducida por el clima.