ESTOCOLMO – Las economías de los países nórdicos están obteniendo buenos resultados, lo que se explica en parte porque están reformando gradualmente su “modelo social”, adaptándolo a las nuevas realidades de formas que responden a las peticiones de los ciudadanos, pero en ese cambio no hay nada exclusivamente nórdico. Al contrario, otros pueden emularlo.
Evidentemente, semejante política requiere una importante inversión en investigación e innovación. Suecia, por ejemplo, invierte más que ningún otro país europeo en ese sector: bastante más que la meta del 3 por ciento del PIB fijada por la UE. Muchos países invierten menos e incluso el 4 por ciento del PIB de Suecia podría no ser suficiente, en vista de que el gasto en investigación e innovación de China, la India y los Estados Unidos es mayor.
Además, si no se pueden plasmar los conocimientos en negocios logrados, las grandes inversiones en investigación e innovación pueden no ser suficientemente útiles. Para ello, hay que adoptar políticas que lo abarquen todo: desde la enseñanza para párvulos hasta la colaboración entre universidades y empresas, además de un clima empresarial general en el que se recompense el éxito y no se considere una catástrofe humana el fracaso. El éxito de los Estados Unidos se basa en gran medida en una concepción de esa clase.
Lamentablemente, la mayoría de los sistemas educativos de Europa se basa en teorías y prácticas anticuadas. Aunque se han ido diversificando gradualmente las posibilidades y las estructuras educativas, la mayor deficiencia de la mayoría de los sistemas educativos europeos persiste: los estudiantes tienen demasiado pocas opciones y los profesores, si quieren continuar ejerciendo su profesión, deben atenerse a una pedagogía severamente compartimentada.
Como en el caso de los monopolios empresariales, con frecuencia se ve a los consumidores (los estudiantes) como una masa homogénea, en la que se los puede instruir a todos conforme al mismo método pedagógico, pero las escuelas deben poder satisfacer las necesidades y capacidades individuales de los niños de modo que el aprendizaje les resulte una aventura estimulante.
Otros países podrían considerar digno de estudio el sistema de Suecia. Sus escuelas están financiadas por las comunidades locales y actúan en el marco de un plan nacional de estudios concebido por el Parlamento y el Gobierno, pero, si bien todo el mundo debe seguir esas reglas, la gestión de las escuelas particulares es de carácter competitivo. Cualquiera –padres, maestros o incluso empresas– puede solicitar una licencia para regentar una escuela. El Consejo Nacional de Educación debe, en principio, aprobar una solicitud, si es de esperar que la escuela propuesta cumpla los objetivos nacionales y si tiene una sólida base financiera.
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Además, no se consideran las escuelas privadas meros complementos de las escuelas públicas, sino opciones de pleno derecho, por lo que no necesariamente deben ofrecer algo distinto. Una comunidad en la que ofrezca sus servicios una escuela privada debe apoyarla con la misma cantidad de dinero o bonos escolares por estudiante que conceda a las escuelas públicas. La cantidad de financiación por estudiante es la misma y las escuelas que reciben bonos escolares no pueden cobrar derechos suplementarios.
Después de que se adoptara ese sistema en el decenio de 1990, se crearon muchas escuelas no públicas. En muchos casos las iniciativas correspondieron a cooperativas de padres o maestros, por lo general con una concepción pedagógica particular. Más adelante pasaron a desempeñar también un papel importante empresas que regentaban cadenas de escuelas.
La consecuencia es que la diversidad de escuelas ha aumentado en toda Suecia. El sistema de bonos escolares permite que todos los estudiantes, independientemente de los ingresos familiares, asistan a la escuela que elijan. Incluso en las zonas rurales, hay ahora una gran diversidad de escuelas y parece que la competencia ha aumentado la calidad en conjunto de las escuelas suecas, pues la propia existencia de las escuelas no públicas ha creado una demanda de reforma de las públicas. Si hay alguna diferencia, parece ser la de que en muchos casos las escuelas no públicas son mejores que las públicas para abordar los casos de niños con problemas de aprendizaje.
Naturalmente, hay muchas otras opciones, además de lo hecho por Suecia, para revitalizar la educación, pero tres rasgos de la reforma sueca parecen particularmente importantes: se ha basado en una combinación de sistemas, público y de mercado; ha sido de carácter general, al no exigir que, para recibir la licencia, las escuelas no públicas sean especiales; y ha abarcado a todos los estudiantes.
El sistema de bonos escolares de Suecia probablemente sea el más ambicioso de su clase en el mundo. Resulta tanto más notable cuanto que el principio de competencia en que se basa ha echado raíces en un país en el que por lo general no se ha aceptado la competencia en el sector de los servicios públicos.
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Unlike during his first term, US President Donald Trump no longer seems to care if his policies wreak havoc in financial markets. This time around, Trump seems to be obsessed with his radical approach to institutional deconstruction, which includes targeting the Federal Reserve, the International Monetary Fund, and the World Bank.
explains why the US president’s second administration, unlike his first, is targeting all three.
By launching new trade wars and ordering the creation of a Bitcoin reserve, Donald Trump is assuming that US trade partners will pay any price to maintain access to the American market. But if he is wrong about that, the dominance of the US dollar, and all the advantages it confers, could be lost indefinitely.
doubts the US administration can preserve the greenback’s status while pursuing its trade and crypto policies.
ESTOCOLMO – Las economías de los países nórdicos están obteniendo buenos resultados, lo que se explica en parte porque están reformando gradualmente su “modelo social”, adaptándolo a las nuevas realidades de formas que responden a las peticiones de los ciudadanos, pero en ese cambio no hay nada exclusivamente nórdico. Al contrario, otros pueden emularlo.
Evidentemente, semejante política requiere una importante inversión en investigación e innovación. Suecia, por ejemplo, invierte más que ningún otro país europeo en ese sector: bastante más que la meta del 3 por ciento del PIB fijada por la UE. Muchos países invierten menos e incluso el 4 por ciento del PIB de Suecia podría no ser suficiente, en vista de que el gasto en investigación e innovación de China, la India y los Estados Unidos es mayor.
Además, si no se pueden plasmar los conocimientos en negocios logrados, las grandes inversiones en investigación e innovación pueden no ser suficientemente útiles. Para ello, hay que adoptar políticas que lo abarquen todo: desde la enseñanza para párvulos hasta la colaboración entre universidades y empresas, además de un clima empresarial general en el que se recompense el éxito y no se considere una catástrofe humana el fracaso. El éxito de los Estados Unidos se basa en gran medida en una concepción de esa clase.
Lamentablemente, la mayoría de los sistemas educativos de Europa se basa en teorías y prácticas anticuadas. Aunque se han ido diversificando gradualmente las posibilidades y las estructuras educativas, la mayor deficiencia de la mayoría de los sistemas educativos europeos persiste: los estudiantes tienen demasiado pocas opciones y los profesores, si quieren continuar ejerciendo su profesión, deben atenerse a una pedagogía severamente compartimentada.
Como en el caso de los monopolios empresariales, con frecuencia se ve a los consumidores (los estudiantes) como una masa homogénea, en la que se los puede instruir a todos conforme al mismo método pedagógico, pero las escuelas deben poder satisfacer las necesidades y capacidades individuales de los niños de modo que el aprendizaje les resulte una aventura estimulante.
Otros países podrían considerar digno de estudio el sistema de Suecia. Sus escuelas están financiadas por las comunidades locales y actúan en el marco de un plan nacional de estudios concebido por el Parlamento y el Gobierno, pero, si bien todo el mundo debe seguir esas reglas, la gestión de las escuelas particulares es de carácter competitivo. Cualquiera –padres, maestros o incluso empresas– puede solicitar una licencia para regentar una escuela. El Consejo Nacional de Educación debe, en principio, aprobar una solicitud, si es de esperar que la escuela propuesta cumpla los objetivos nacionales y si tiene una sólida base financiera.
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Después de que se adoptara ese sistema en el decenio de 1990, se crearon muchas escuelas no públicas. En muchos casos las iniciativas correspondieron a cooperativas de padres o maestros, por lo general con una concepción pedagógica particular. Más adelante pasaron a desempeñar también un papel importante empresas que regentaban cadenas de escuelas.
La consecuencia es que la diversidad de escuelas ha aumentado en toda Suecia. El sistema de bonos escolares permite que todos los estudiantes, independientemente de los ingresos familiares, asistan a la escuela que elijan. Incluso en las zonas rurales, hay ahora una gran diversidad de escuelas y parece que la competencia ha aumentado la calidad en conjunto de las escuelas suecas, pues la propia existencia de las escuelas no públicas ha creado una demanda de reforma de las públicas. Si hay alguna diferencia, parece ser la de que en muchos casos las escuelas no públicas son mejores que las públicas para abordar los casos de niños con problemas de aprendizaje.
Naturalmente, hay muchas otras opciones, además de lo hecho por Suecia, para revitalizar la educación, pero tres rasgos de la reforma sueca parecen particularmente importantes: se ha basado en una combinación de sistemas, público y de mercado; ha sido de carácter general, al no exigir que, para recibir la licencia, las escuelas no públicas sean especiales; y ha abarcado a todos los estudiantes.
El sistema de bonos escolares de Suecia probablemente sea el más ambicioso de su clase en el mundo. Resulta tanto más notable cuanto que el principio de competencia en que se basa ha echado raíces en un país en el que por lo general no se ha aceptado la competencia en el sector de los servicios públicos.