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El nacionalismo vacunatorio no inmuniza

BOSTON – Pese al ritmo que van cobrando las campañas de vacunación en las naciones avanzadas, el fin de la pandemia de COVID‑19 todavía no está a la vista. Y por esta situación, Estados Unidos y otros países ricos no pueden culpar a nadie sino a sí mismos.

Ya era evidente al menos desde el inicio del verano boreal de 2020 que incluso con acceso a vacunas eficaces, la COVID‑19 no terminará hasta que todos los países alcancen la inmunidad de rebaño, es decir, cuando el porcentaje de personas que todavía puedan contagiarse sea tan pequeño que la enfermedad ya no pueda difundirse. No basta que un solo país haya llegado a ese punto; mientras el virus siga circulando en otras partes del mundo, se seguirán produciendo mutaciones aleatorias; algunas serán perjudiciales para el virus, pero otras aumentarán su transmisibilidad o letalidad.

Esto también se sabía. De diciembre a esta parte se han identificado tres variantes muy contagiosas del virus SARS‑CoV‑2. La cepa británica B.1.1.7 tiene una tasa de transmisión considerablemente superior (y es posible que también sea más letal) y se está difundiendo rápidamente por Estados Unidos y Europa. Es posible que la variante sudafricana B.1.351 sea todavía más contagiosa. Y la cepa brasileña P.1 puede ser la más peligrosa de todas.

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