BERLÍN – El mes que viene se cumplirá un año del inicio del violento asalto de Rusia a la vecina Ucrania, que aún continúa. El plan del presidente ruso Vladímir Putin de la «operación militar especial» rápida —una guerra relámpago— fracasó gracias a la inquebrantable resistencia ucraniana, la manera en que Occidente se unió para brindarle apoyo en su defensa y la propia incompetencia rusa.
Esa «operación especial» de Putin, una victoria militar rápida que buscaba un cambio de régimen, se fue degradando hasta convertirse en una guerra de posiciones. Incluso después de un año, nadie sabe con certeza cuándo terminará la guerra ni como sucederá. Lo más probable es que continúe por un tiempo y cause muchas más víctimas. Sin embargo, es difícil imaginar un escenario en el que Rusia logre su meta principal: eliminar a Ucrania como un estado soberano e independiente.
Mientras la OTAN y sus estados miembros continúen apoyando a Ucrania militar y económicamente, y mientras los ucranianos mantengan su determinación, Rusia no logrará su objetivo de guerra. Parece que lentamente el Kremlin se está dando cuenta de ello, e intensificó sus ataques sobre la infraestructura ucraniana y movilizó a cientos de miles de conscriptos. Los líderes militares rusos apuestan ahora a una estrategia de largo plazo de desmoralización y agotamiento, confiando en la pura superioridad numérica de su ejército sobre el ucraniano.
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The latest last-minute deal to raise the US debt limit does not solve the underlying political problem. On the contrary, with the country on track for a Biden-Trump rematch next year – a contest that Trump just might win – the truce is likely to be short-lived.
sees little reason to believe the latest last-minute deal will be anything more than a short-lived truce.
The European Jewish Association’s recent insistence on the exceptional nature of anti-Semitism raises important questions about the nature of privilege and oppression in contemporary societies. The risk is that the EJA’s conceptual framework could all too easily reproduce the very bigotry it seeks to oppose.
sees problems with efforts to treat hatred toward Jews separately from other forms of bigotry.
BERLÍN – El mes que viene se cumplirá un año del inicio del violento asalto de Rusia a la vecina Ucrania, que aún continúa. El plan del presidente ruso Vladímir Putin de la «operación militar especial» rápida —una guerra relámpago— fracasó gracias a la inquebrantable resistencia ucraniana, la manera en que Occidente se unió para brindarle apoyo en su defensa y la propia incompetencia rusa.
Esa «operación especial» de Putin, una victoria militar rápida que buscaba un cambio de régimen, se fue degradando hasta convertirse en una guerra de posiciones. Incluso después de un año, nadie sabe con certeza cuándo terminará la guerra ni como sucederá. Lo más probable es que continúe por un tiempo y cause muchas más víctimas. Sin embargo, es difícil imaginar un escenario en el que Rusia logre su meta principal: eliminar a Ucrania como un estado soberano e independiente.
Mientras la OTAN y sus estados miembros continúen apoyando a Ucrania militar y económicamente, y mientras los ucranianos mantengan su determinación, Rusia no logrará su objetivo de guerra. Parece que lentamente el Kremlin se está dando cuenta de ello, e intensificó sus ataques sobre la infraestructura ucraniana y movilizó a cientos de miles de conscriptos. Los líderes militares rusos apuestan ahora a una estrategia de largo plazo de desmoralización y agotamiento, confiando en la pura superioridad numérica de su ejército sobre el ucraniano.
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