alpert2_Gustavo ValienteEuropa Press via Getty Images_university Gustavo Valiente/Europa Press via Getty Images

Resucitar la esperanza para las humanidades

HAMBURGO – En una conferencia reciente de académicos de literatura alemanes y estadounidenses, sugerí que nuestros debates de alto nivel importan sólo si ayudamos a cambiar las vidas de los estudiantes. No basta con decir a los alumnos la manera en que las habilidades que desarrollan al leer literatura pueden “transferirse” a otras áreas de sus vidas. En lugar de ello, debemos ayudarles a convertirse en mejores intérpretes de los otros, de modo que puedan volverse mejores amigos, parientes y ciudadanos.

Ya había previsto que este argumento se encontraría con una actitud de escepticismo o de insistencia en que estudiar las grandes obras de la literatura es importante en sí mismo. Para mi sorpresa, la respuesta fue mucho más allá, incluso con acusaciones de que estaba justificando una “tiranía”. Me dijeron que la idea de que pudiéramos enseñar a la gente la manera de vivir bien, supone erróneamente que ya sabemos cómo hacerlo y que hacemos lo correcto al imponer nuestras visiones a los demás.

Hay cierta lógica en esta preocupación. Después de todo, en varios países los políticos de extrema derecha están tratando de imponer sus valores a los estudiantes, al prohibir ciertos temas y libros. Pero yo no estoy recomendando que los profesores de la universidad digan a la gente cómo deben vivir. Mi punto era sencillamente que deberíamos ayudar a que nuestros estudiantes conecten lo que aprenden en el aula con sus vidas cotidianas a través de un grado de reflexión significativo. La airada respuesta que recibí dice mucho sobre cómo algunos humanistas han renunciado a su papel histórico de ayudar a la gente a encontrar significado.

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