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La opción menos mala para Afganistán

WASHINGTON, DC – Tras la Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada el mes pasado en Nueva York, se pidió a la ONU que desempeñe un papel externo en Afganistán. Los talibanes están buscando ansiosamente legitimidad internacional y las potencias globales y regionales deberían dársela, pero solo cuando cumplan ciertas condiciones políticas y humanitarias, en línea con las últimas declaraciones oficiales y las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU acerca de ese país.

La ONU está bien posicionada para facilitar este proceso. Durante las últimas cuatro décadas de guerra prácticamente ininterrumpida en Afganistán, fue un actor que siempre estuvo presente. Miles de miembros de la ONU corrieron riesgos extraordinarios para paliar el sufrimiento humano y, a fines de la década de 1990, facilitaron las negociaciones entre los talibanes y sus rivales. Dado el casi inexistente nivel de influencia de Occidente sobre el grupo, la ONU debe reanudar su papel central en la promoción de la reconciliación, la entrega de ayuda humanitaria y el fomento del desarrollo.

Para estas funciones se necesitarán estructuras, personal y recursos adicionales. El 17 de octubre el Consejo de Seguridad aprobó una ampliación de seis meses del actual mandato de la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán y pidió al Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, que dé “recomendaciones estratégicas y operacionales” para el futuro de la misión para el 31 de enero de 2022. Mirando hacia adelante, el papel de la ONU en Afganistán debería ampliarse en al menos cinco áreas clave.

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