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Proteccionismo para liberales

LONDRES – La repulsión que sienten los liberales hacia la política mendaz y grosera del presidente estadounidense Donald Trump se extiende a una rígida defensa de la globalización libremercadista. Consideran los liberales que el libre comercio de bienes y servicios y el libre movimiento de capital y mano de obra son inseparables del programa político liberal, así como el proteccionismo de Trump (resumido en el eslogan “Estados Unidos primero”) es inseparable de su aberrante programa político.

Pero en esto hay un peligroso malentendido. En realidad, el mayor riesgo de destrucción del programa político liberal deriva de la hostilidad inflexible al proteccionismo comercial. El ascenso de las “democracias iliberales” en Occidente es, al fin y al cabo, resultado directo de las pérdidas (absolutas y relativas) sufridas por los trabajadores occidentales como consecuencia de la búsqueda de la globalización a toda costa.

La opinión liberal en estas cuestiones se basa en dos creencias muy extendidas: que el libre comercio beneficia a todos los participantes (es decir, que a los países que lo adoptan les va mejor que a los que restringen las importaciones y limitan el contacto con el resto del mundo) y que la posibilidad de comerciar bienes y exportar capital libremente es un elemento constitutivo de la libertad. Los liberales suelen desestimar la poca firmeza del sustento intelectual e histórico de la primera creencia, así como desestiman el perjuicio que su compromiso con la segunda creencia causa a la legitimidad política de los gobiernos.

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