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El G7, la ONU y el futuro de Afganistán

NUEVA YORK – Esta semana, los líderes del G7 se reúnen para hablar de Afganistán. Es crucial que piensen con claridad en los objetivos más importantes para el país, a fin de no añadir otro ciclo de sufrimiento, matanzas y flujos masivos de refugiados.

Sobre todo, en esa reunión sólo deben coordinar políticas del grupo que sirvan de preparación para las acciones de otro ámbito mucho más importante, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Una estrategia internacional coherente para Afganistán es imposible sin la participación de China y Rusia.

Teniendo esto presente, el G7 debe buscar un modo de relacionarse con Afganistán bajo los talibanes; no aislar o matar de hambre al país. Esto es importante no sólo como táctica a corto plazo para facilitar una evacuación pacífica de occidentales y afganos vulnerables, sino también para evitar futuras matanzas, crisis humanitarias y oleadas de refugiados. Por más tentador que sea para Estados Unidos y sus aliados del G7 imponer un embargo permanente a las reservas afganas de divisas extranjeras, congelar las ayudas al desarrollo e intensificar las sanciones estadounidenses (y tal vez las de la ONU), esa estrategia está condenada a un fracaso tan predecible como el que tras veinte años acaba de sucederle a la misión de la OTAN.

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