fischer172_XinhuaWang Ye via Getty Images_xi jinping Xinhua/Wang Ye via Getty Images

El oportunismo de Occidente con China no puede continuar

BERLÍN – La confrontación entre China y Occidente se intensifica casi a diario. Es un conflicto por cuestiones de tecnología, comercio, reparto del mercado global y cadenas de suministro, pero también por valores fundamentales. El objetivo subyacente a esta competencia económica e ideológica es el predominio mundial en el siglo XXI.

Pero ¿por qué esta escalada sucede justo ahora? No es que de pronto Occidente haya tenido una revelación respecto de lo que implica el ascenso de China. Era bien sabido que es una dictadura leninista de partido único, pero los países occidentales (con Estados Unidos a la cabeza) no han dejado por eso de profundizar sus vínculos comerciales y económicos con China desde los años setenta.

La dirigencia china, en tanto, siempre desestimó las críticas extranjeras en relación con los derechos humanos y la opresión de las minorías. A lo que se suman difundidas prácticas de espionaje industrial y robo de tecnologías y propiedad intelectual, problemas bien sabidos que Occidente lleva décadas tolerando, en mayor o menor grado, a cambio de acceso al inmenso mercado del país asiático y a su oferta de mano de obra barata. Los gobiernos e inversores occidentales no perdieron el optimismo ni siquiera después de la masacre de la plaza Tiananmen de Beijing en 1989. En cuanto se calmaron las cosas, el ingreso de empresas occidentales a China siguió con más fuerza que antes.

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