NUEVA YORK – Hoy en día es difícil ser optimista sobre el clima. Mientras se acumulan los costos de los fenómenos meteorológicos extremos como los incendios forestales de Los Ángeles, el péndulo de la política federal estadounidense se aleja de los hechos, la razón y la decencia humana básica. Sin embargo, aunque el gobierno norteamericano se mueva en la dirección equivocada, las tendencias de la ciencia, la economía y, cada vez más, la política local indican que el péndulo volverá a oscilar a su debido tiempo.
Después de todo, nadie puede discutir con la física de las actuales tecnologías de energía limpia. Las bombas de calor, las estufas de inducción y los vehículos eléctricos (VE) -por nombrar solo tres- son tecnologías fundamentalmente mejores que las anteriores. Los mejores hornos de gas pueden alcanzar una eficiencia del 95%, lo que significa que convierten en calor el 95% de la energía que consumen; pero la mayoría de las bombas de calor superan fácilmente el 200%, y algunas llegan al 400% o más. Se pueden hacer comparaciones similares entre las cocinas de inducción y las de gas, y entre los VE y los que funcionan con gasolina o diésel. En general, sabemos qué tecnologías deberíamos utilizar para eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero y, en los casos en que no lo sepamos, sabemos qué cosas podemos probar.
Estos conocimientos van mucho más allá de los VE y las bombas de calor y abarcan sectores industriales enteros como el cemento o la siderurgia. En este sentido, la administración saliente del presidente Joe Biden ha hecho un aporte importante con los informes Liftoff del Departamento de Energía, que trazan las vías de comercialización de una amplia selección de tecnologías con bajas emisiones de carbono.
Pensemos en el cemento, responsable de alrededor del 8% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero. El cemento Portland común, patentado hace 200 años, ha dominado el sector durante décadas. Si bien medidas como la sustitución del clinker y la mejora de la eficiencia pueden reducir hasta un 40% de las emisiones, llegar a cero requerirá tomar pasos adicionales. Por lo general, estos se dividen en dos categorías: reducir las emisiones generadas por la producción de cemento Portland o abandonarlo por completo. Empresas nuevas y prometedoras de Estados Unidos como Brimstone y Sublime Systems están actuando con celeridad para demostrar que cualquiera de las dos vías es comercialmente viable.
Un ingrediente clave son las subvenciones públicas para ayudar a las empresas a subir en la curva de aprendizaje y descender en la curva de costos hacia una comercialización más rápida. Tanto Brimstone como Sublime Systems recibieron financiación inicial para investigación y desarrollo de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados en Energía de Estados Unidos (ARPA-E) y ahora han avanzado hasta la fase de despliegue, recibiendo hasta 190 y 90 millones de dólares, respectivamente, para construir sus primeras plantas comerciales. En total, la Ley de Infraestructura Bipartidista y la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) asignaron unos 100.000 millones de dólares a estos fines, con una financiación pública supeditada a que se igualaran las inversiones privadas.
Asimismo, estas sumas se ven empequeñecidas por el programa de préstamos del Departamento de Energía. Con solo 17.000 millones de dólares de fondos de los contribuyentes, la IRA autoriza a la Oficina de Programas de Préstamos del departamento a prestar 350.000 millones de dólares para inversiones en energías limpias y fabricación nacional de VE. Y esos fondos públicos luego catalizan muchísimos más en inversiones privadas. Si bien algunos republicanos y miembros de la administración entrante de Donald Trump quieren recortar este programa, hacerlo no haría más que perjudicar la competitividad de Estados Unidos.
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¿Podemos devolver la cordura a nuestras políticas nacionales? Puede resultar trillado decir que el cambio empieza por casa, pero lo que es trillado suele ser cierto. Un buen lugar para mirar es Nueva York. Si bien la ciudad tiene muchos problemas, sus políticas climáticas no están entre ellos. Alrededor del 70% de las emisiones directas de Nueva York proceden de la calefacción y refrigeración de los edificios, mientras que el 30% restante procede de los autos y los camiones. Afortunadamente, la Ley Local 97 ya se ocupa de lo primero. La ley es una de las medidas de descarbonización de edificios más ambiciosas del mundo, ya que obliga a la mayoría a reducir sus emisiones un 40% esta década y un 100% de aquí a 2050. Y aunque Nueva York no puede hacer mucho por las emisiones de los vehículos, por fin se está implementando su programa de tarificación de la congestión, que lleva tanto tiempo aplazado. Es un buen comienzo.
Teniendo en cuenta que Nueva York solía ser la ciudad más congestionada del mundo, ya se puede percibir una mejora de la calidad de vida gracias a la reducción del tránsito. Lo mismo puede decirse de otra medida que tardó un tiempo absurdamente extenso en abordarse: la falta de cubos de basura. Desde hace un año, la ciudad finalmente dispone de contenedores oficiales para la basura, el reciclaje y el compost, y el cumplimiento para los edificios residenciales comenzaría este mes. La limpieza de nuestros propios actos -incluido el compostaje obligatorio y otras políticas- no salvará el planeta. Pero un gobierno eficiente podría hacerlo.
La física por sí sola no hará que el péndulo vuelva a su estado anterior. Eso requerirá políticas basadas en una economía sólida. Mientras Trump no rompa el punto de apoyo y haga que todo el péndulo se desmorone, las políticas impulsadas por su predecesor y por las comunidades locales seguirán ejerciendo presión en la dirección correcta.
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For decades, an efficiency-centered “economic style” has dominated public policy, overriding the concerns for fairness that animated the New Deal and Lyndon B. Johnson’s Great Society. Now, Americans must brace for economic governance that delivers neither efficiency nor fairness, only chaos.
highlights the high cost of the single-minded focus on efficiency that has come to dominate the discipline.
While some observers doubt that US President-elect Donald Trump poses a grave threat to US democracy, others are bracing themselves for the destruction of the country’s constitutional order. With Trump’s inauguration just around the corner, we asked PS commentators how vulnerable US institutions really are.
NUEVA YORK – Hoy en día es difícil ser optimista sobre el clima. Mientras se acumulan los costos de los fenómenos meteorológicos extremos como los incendios forestales de Los Ángeles, el péndulo de la política federal estadounidense se aleja de los hechos, la razón y la decencia humana básica. Sin embargo, aunque el gobierno norteamericano se mueva en la dirección equivocada, las tendencias de la ciencia, la economía y, cada vez más, la política local indican que el péndulo volverá a oscilar a su debido tiempo.
Después de todo, nadie puede discutir con la física de las actuales tecnologías de energía limpia. Las bombas de calor, las estufas de inducción y los vehículos eléctricos (VE) -por nombrar solo tres- son tecnologías fundamentalmente mejores que las anteriores. Los mejores hornos de gas pueden alcanzar una eficiencia del 95%, lo que significa que convierten en calor el 95% de la energía que consumen; pero la mayoría de las bombas de calor superan fácilmente el 200%, y algunas llegan al 400% o más. Se pueden hacer comparaciones similares entre las cocinas de inducción y las de gas, y entre los VE y los que funcionan con gasolina o diésel. En general, sabemos qué tecnologías deberíamos utilizar para eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero y, en los casos en que no lo sepamos, sabemos qué cosas podemos probar.
Estos conocimientos van mucho más allá de los VE y las bombas de calor y abarcan sectores industriales enteros como el cemento o la siderurgia. En este sentido, la administración saliente del presidente Joe Biden ha hecho un aporte importante con los informes Liftoff del Departamento de Energía, que trazan las vías de comercialización de una amplia selección de tecnologías con bajas emisiones de carbono.
Pensemos en el cemento, responsable de alrededor del 8% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero. El cemento Portland común, patentado hace 200 años, ha dominado el sector durante décadas. Si bien medidas como la sustitución del clinker y la mejora de la eficiencia pueden reducir hasta un 40% de las emisiones, llegar a cero requerirá tomar pasos adicionales. Por lo general, estos se dividen en dos categorías: reducir las emisiones generadas por la producción de cemento Portland o abandonarlo por completo. Empresas nuevas y prometedoras de Estados Unidos como Brimstone y Sublime Systems están actuando con celeridad para demostrar que cualquiera de las dos vías es comercialmente viable.
Un ingrediente clave son las subvenciones públicas para ayudar a las empresas a subir en la curva de aprendizaje y descender en la curva de costos hacia una comercialización más rápida. Tanto Brimstone como Sublime Systems recibieron financiación inicial para investigación y desarrollo de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados en Energía de Estados Unidos (ARPA-E) y ahora han avanzado hasta la fase de despliegue, recibiendo hasta 190 y 90 millones de dólares, respectivamente, para construir sus primeras plantas comerciales. En total, la Ley de Infraestructura Bipartidista y la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) asignaron unos 100.000 millones de dólares a estos fines, con una financiación pública supeditada a que se igualaran las inversiones privadas.
Asimismo, estas sumas se ven empequeñecidas por el programa de préstamos del Departamento de Energía. Con solo 17.000 millones de dólares de fondos de los contribuyentes, la IRA autoriza a la Oficina de Programas de Préstamos del departamento a prestar 350.000 millones de dólares para inversiones en energías limpias y fabricación nacional de VE. Y esos fondos públicos luego catalizan muchísimos más en inversiones privadas. Si bien algunos republicanos y miembros de la administración entrante de Donald Trump quieren recortar este programa, hacerlo no haría más que perjudicar la competitividad de Estados Unidos.
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Teniendo en cuenta que Nueva York solía ser la ciudad más congestionada del mundo, ya se puede percibir una mejora de la calidad de vida gracias a la reducción del tránsito. Lo mismo puede decirse de otra medida que tardó un tiempo absurdamente extenso en abordarse: la falta de cubos de basura. Desde hace un año, la ciudad finalmente dispone de contenedores oficiales para la basura, el reciclaje y el compost, y el cumplimiento para los edificios residenciales comenzaría este mes. La limpieza de nuestros propios actos -incluido el compostaje obligatorio y otras políticas- no salvará el planeta. Pero un gobierno eficiente podría hacerlo.
La física por sí sola no hará que el péndulo vuelva a su estado anterior. Eso requerirá políticas basadas en una economía sólida. Mientras Trump no rompa el punto de apoyo y haga que todo el péndulo se desmorone, las políticas impulsadas por su predecesor y por las comunidades locales seguirán ejerciendo presión en la dirección correcta.