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¿Dios salve a la libra?

LONDRES – A principios de los 1980, mientras cursaba estudios universitarios en los Estados Unidos, un profesor intentó enseñarme el icónico modelo Mundell-Fleming,  que predice que una moneda sube de valor ante un aumento del déficit presupuestario del país que la emite. Los estudiantes asiáticos, africanos, latinoamericanos y del sur de Europa que estábamos en la sala de clases reaccionamos al unísono, afirmando que no es así: todo operador financiero con algo de sentido común se deshará de la moneda de un país cuyo gobierno está a punto de endeudarse masivamente.

Recordé ese incidente al ver que la libra esterlina alcanzó su nivel más bajo frente al dólar ante el anuncio hecho por el gobierno de la nueva primera ministra, Liz Truss, de que bajarían los impuestos y aumentaría el gasto público. El Reino Unido solía ser uno de los países –en su mayoría ricos y muy desarrollados– en los cuales se aplicaban las predicciones de Marcus Fleming (británico) y Robert Mundell (canadiense y ganador del Premio Nobel). Ya no es así. 

Cuando estaba en la universidad me costó entender por qué el modelo que se suele describir como “el caballo de batalla” de la macroeconomía no se aplica a los mercados emergentes, pero la respuesta es bastante obvia. La macroeconomía de los países desarrollados se centra en el presente, puesto que no es necesario preocuparse mucho del futuro. A comienzos de la década de 1960, cuando Mundell y Fleming escribían, se daba por sentado que las economías avanzadas pagarían sus deudas, o por lo menos que no contarían con que la inflación redujera el valor sus deudas. Al parecer, esto ya tampoco es así.

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