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La decadencia y caída de William Barr

ATLANTA – Las fuerzas de la ley estadounidenses no son ajenas a la investigación con tintes políticos. Desde las infames “cazas de rojos” del procurador general A. Mitchell Palmer en 1919‑20 hasta la persecución del director del FBI J. Edgar Hoover a los hermanos Berrigan y otros activistas no violentos en los sesenta, la politización del procedimiento legal es tan estadounidense como el pastel de manzana.

Tal parece que el Departamento de Justicia bajo el presidente Donald Trump continúa esa tradición. Que Trump esté usando cada instrumento orwelliano a su disposición para entorpecer la investigación de juicio político que se le sigue en la Cámara de Representantes no sorprende a nadie. Pero es lamentable ver al procurador general William Barr seguirle el juego, con el inicio de investigaciones a funcionarios de carrera del área de la seguridad nacional que no hicieron otra cosa que hacer su trabajo.

Por su obsesión paranoide con un mítico “Estado profundo”, hace tiempo que Trump tiene a los agentes del FBI y funcionarios de la CIA en la mira de sus ataques públicos. Al fin y al cabo, son estos profesionales los que descubrieron la operación rusa en apoyo de su campaña presidencial en 2016, según detalla el informe Mueller. Pero ahora también Barr decidió promover la ficción del “Estado profundo” en nombre de Trump. En un acto de involucramiento personal nunca antes visto en un procurador general, Barr viajó a Roma y a Londres, aparentemente para interrogar en persona a funcionarios italianos y británicos sobre los orígenes de la investigación sobre Rusia.

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