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La COVID-19 y el contrato social chino

BERLÍN – El Partido Comunista de China (PCCh) convocó en octubre a su 20.° Congreso Nacional, principalmente para confirmar el control del presidente Xi Jinping sobre el liderazgo del país. Todo salió acorde a su plan: los cargos del Comité Permanente, principal organismo de gobierno del PCCh, solo quedaron a cargo de sus secuaces más devotos. Ahora que Xi consiguió un tercer mandato como secretario general —y, con ello, como presidente— por primera vez desde la época de Mao Zedong un solo hombre tiene el poder absoluto en China.

Desapareció así el concepto del liderazgo colectivo y acotado en el tiempo que introdujo Deng Xiaoping después de la muerte de Mao, una época en que China recién empezaba su exitosísima fase de modernización. Sin embargo, como lo demuestra la historia, el regreso al gobierno unipersonal en un país de 1400 millones de personas representa uno de los mayores riesgos para China y su condición de superpotencia en ascenso, solo superada por Estados Unidos.

Sí, con Xi el poder del régimen chino parece cada vez más ilimitado e irrestricto gracias a sus inversiones gigantescas en vigilancia masiva de última generación y sistemas de control social, sin embargo, la fortaleza del PCCh no se basa en una represión universal «inteligente» sino que es el resultado del tremendo éxito del partido en la modernización de China.

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