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La respuesta de China al desacople

BEIJING – Antes de que Deng Xiaoping lanzara la reforma y la apertura de China, la República Popular trabajaba para establecer una economía autosuficiente. Pero, después de décadas de integración en la economía global, la autarquía, por cierto, ya no es una opción.

Si bien la participación de China en las cadenas de valor globales impulsó la eficiencia y las capacidades tecnológicas de la economía, también hizo que su sistema industrial se volviera más fragmentado y vulnerable a las sacudidas externas.

En los últimos años, Estados Unidos ha expandido el alcance de las sanciones a las empresas chinas, como por ejemplo cuando colocó a 603 personas chinas en su llamada Lista de Entidades, poniéndolas en una lista negra con argumentos vinculados a la seguridad nacional. Los proveedores de estas entidades ya no pueden venderles tecnología estadounidense sin un permiso difícil de conseguir.

El asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, dice que estas medidas no representan un “bloqueo de tecnología”. Pero es un argumento discutible. Si bien la seguridad nacional es una preocupación para cualquier país, es difícil, si no imposible, decidir si muchas cadenas de suministro -o segmentos de cadenas de suministro- tienen implicancias para la seguridad o no. Se puede abusar fácilmente del concepto de seguridad nacional para violar las cláusulas de la Organización Mundial de Comercio. Por otra parte, ¿se debería encomendar, realmente, a los políticos que enfrentan una presión proteccionista por parte de actores domésticos la tarea de hacer este tipo de distinciones?

China ha respondido al antagonismo occidental abrazando una nueva estrategia de desarrollo. En 2020, después de décadas de “gran circulación internacional” -una estrategia que consistía en perseguir el crecimiento y el desarrollo económico a través de una producción orientada a las exportaciones-, China anunció que adoptaría una estrategia de “circulación dual”. Esto significa que, si bien China seguirá participando en los mercados y cadenas de suministro globales, recurrirá más a los mercados domésticos que a la demanda externa para impulsar el crecimiento económico.

Más recientemente, el gobierno chino proclamó que China debería crear un sistema industrial integral, avanzado y seguro. Volver a enfatizar la importancia de la integración es una reacción ante la nueva realidad geopolítica. Si bien China no puede y no debe producir todo -la autarquía es imposible para una economía moderna-, debería poder lanzar o aumentar rápidamente la producción de bienes esenciales, según fuera necesario. En otras palabras, China debe aumentar la adaptabilidad de su sistema industrial. Cuanto más adaptable sea el sistema, menos integral necesita ser -y menos eficiencia debe sacrificar- para ofrecer el mismo nivel de seguridad.

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Aun si la situación geopolítica continuara deteriorándose, China no puede desentenderse por completo de las cadenas de suministro globales -al menos no sin pagar un precio muy alto-. Pero lo mismo es válido para Occidente, que puede sentirse tentado ante la idea de obligar a China a quedarse afuera. La industria china sufriría enormemente como consecuencia del aislamiento de la economía, y lo mismo les sucedería a las empresas occidentales.

El Instituto de Economía y Política Mundial, un grupo de expertos del gobierno chino, informa que China se ubicaba entre los tres principales exportadores del mundo (por volumen) en 2.400 de 4.000 categorías de productos intermedios comercializados a nivel global entre 2017 y 2020. China también ocupaba al menos el tercer lugar en 800 de 1.001 categorías de productos intermedios con un alto grado de centralidad y productos terminados.

Según un informe de 2020 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, aproximadamente el 20% del comercio global de productos intermedios para manufactura estuvo a cargo de China. Si las exportaciones de productos intermedios de China cayeran dos puntos porcentuales, las exportaciones globales totales se reduciríanaproximadamente 50.000 millones de dólares, y los más afectados serían Europa, Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y Taiwán (China).

Es obvio que la administración Biden sigue decidida a obstaculizar el desarrollo económico y tecnológico de China, aún a costa de intereses económicos y comerciales norteamericanos. El resultado será una victoria pírrica para Estados Unidos, en el mejor de los casos.

Si bien Estados Unidos puede desacelerar el progreso técnico de China, es demasiado tarde para frenarlo. De hecho, China ha establecido una economía moderna muy integral y adaptable con un sector manufacturero formidable. Según la clasificación industrial de las Naciones Unidas, China es el único país con todos los productos manufacturados en todos los niveles de las secciones, subsecciones, grupos, subgrupos, clases y subclases de la industria. Dada la capacidad manufacturera, la escala de mercado y los abundantes recursos humanos de China, ninguna sanción impedirá que China, llegado el caso, fabrique sus propios productos de alta tecnología, como por ejemplo chips.

En un discurso reciente, la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet L. Yellen, aportó una visión más positiva. Yellen señaló que, al igual que una economía, la relación de Estados Unidos con China “es solo una suma de elecciones que hace la gente” y que la trayectoria de la relación “no está preordenada, ni está destinada a ser costosa”. Más bien, estará determinada por incontables opciones, entre ellas “cuándo cooperar, cuándo competir y cuándo reconocer que, aun en medio de nuestra competencia, tenemos un interés compartido en la paz y la prosperidad”.

Esas son palabras sabias. No podría estar más de acuerdo.

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