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El dilema de Europa

BERLÍN – La COVID‑19 ha puesto en ridículo a las grandes potencias del mundo. El presidente estadounidense Donald Trump prometió «volver a hacer grande a Estados Unidos», pero el manejo que su gobierno hizo de la pandemia fue todo lo contrario. El presidente chino Xi Jinping habló muchas veces de un «sueño chino», pero respondió a la crisis con autoritarismo algorítmico. Y los europeos, que tanto hablan del multilateralismo, hicieron frente a la pandemia con cierres de fronteras y soluciones nacionales, en vez de liderar una respuesta global.

De hecho, en el caso de Europa, la COVID‑19 impone una evaluación más profunda. El sueño que nació tras la Guerra Fría de un orden internacional basado en reglas con Europa en el centro está hecho pedazos, y la Unión Europea sufre una conmoción filosófica y geográfica. En el plano filosófico, los europeos enfrentan el hecho de que hoy el principal factor determinante de la dinámica global ya no son las reglas, sino el ejercicio liso y llano del poder. En los últimos tres años, han visto a sus dos mayores socios comerciales transformarse de adalides de la globalización a promotores del «desacople».

Como ni Estados Unidos ni China quieren una guerra convencional, se han dado a la instrumentalización agresiva de instituciones regionales y globales. Estados Unidos ha politizado lo que antes se consideraba bienes públicos (entre ellos el sistema financiero, los mecanismos de transferencia interbancaria, la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional e Internet); y los chinos apelan cada vez más a ayudas estatales e inversiones estratégicas para manipular mercados y debilitar a Occidente en áreas fundamentales.

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