roubini175_Michael M. SantiagoGetty Images_debt crisis Michael M. Santiago/Getty Images

El bucle de fatalidad que se avecina

NUEVA YORK – En enero de 2022, cuando los rendimientos de los bonos a diez años del Tesoro estadounidense todavía rondaban el 1% y los de los Bunds alemanes eran de un -0.5%, hice la advertencia de que la inflación perjudicaría tanto las acciones como los bonos. Una mayor inflación llevaría a más altos rendimientos de los bonos, lo que a su vez dañaría las acciones a medida que subiera el factor de descuento para los dividendos. Pero, al mismo tiempo, los más altos rendimientos de los bonos “seguros” también implicarían una caída de su precio, debido a la relación inversa entre rendimientos y precios de los bonos.

Este principio básico -conocido como “riesgo de duración”- parece haber sido olvidado por muchos banqueros, inversionistas de renta fija y reguladores bancarios. A medida que la inflación en ascenso de 2022 llevó al aumento del rendimiento de los bonos, los bonos del Tesoro a diez años perdieron más valor (-20%) que el S&P 500 (-15%), y cualquiera con activos de renta fija y larga duración denominados en dólares o euros se quedó teniendo que “cargar al muerto”. Las consecuencias para estos inversionistas fueron graves. Para fines de 2022, las pérdidas no realizadas de los bancos estadounidenses en valores habían llegado a los $620 mil millones, cerca de un 28% de su capital total ($2,2 billones).

Para empeorar las cosas, el aumento de las tasas de interés redujo el valor de mercado de los demás activos de los bancos. Si uno tomó un préstamo a diez años cuando las tasas de interés eran del 1%, y entonces estas se elevan al 3,5%, el verdadero valor de ese préstamo (lo que otra persona pagaría en el mercado por él) caerá, lo que implica que las pérdidas no realizadas de la banca estadounidense en realidad se acercan a los $1,75 billones, o el 80% de su capital.

https://prosyn.org/5ZjJJoves