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La salud mundial es la mejor inversión que podemos hacer

LUXEMBURGO – Nadie podía predecir hasta qué punto la COVID‑19 iba a erosionar décadas de progreso en el área de la salud pública mundial. Y el mundo todavía no se recupera del shock. Pero tenemos la oportunidad (y el deber) de extraer las enseñanzas correctas, para mitigar esta pandemia y minimizar el riesgo de que se produzcan hechos similares en el futuro.

Aunque hoy hay nuevas amenazas en el horizonte, no debemos desviar la atención de la COVID‑19. La pandemia puso de manifiesto grandes deficiencias en los sistemas mundiales de salud. No resolverlas sería un error de política pública y de política económica, porque no puede haber jamás oposición entre la salud y el desarrollo económico. La COVID‑19 ha demostrado que la salud es esencial para el desarrollo, la prosperidad y la seguridad nacional.

Las interrupciones en los servicios de salud derivadas de la pandemia han generado grandes incrementos en VIH, tuberculosis, malaria y muchas enfermedades no transmisibles (casos no informados y muertes). Son todas enfermedades en cuyo control el mundo ya había hecho grandes avances. Para colmo de males, la pandemia ha provocado una reducción de la expectativa de vida, menos cobertura vacunatoria básica y un aumento de los problemas psicosociales y de salud mental.

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